Rafael Ferrer Melià: “Hubo que expropiar dos barcos que llevaban aceite de cacahuete para poder traer agua a Benidorm”

Benidorm

“Había ministros que querían cerrar Benidorm por riesgo de epidemia. Me dijeron: ‘¿Te haces responsable tú?’ Y yo contesté: ‘Yo, usted y todos los que estamos aquí”. Todos entendieron que era un problema de todos y no de una persona”. Así recuerda Rafael Ferrer Meliá, en Hoy por Hoy Benidorm, uno de los momentos más tensos de la crisis hídrica que vivió la ciudad a finales de los años 70. Casi medio siglo después, el Ayuntamiento reconoce este sábado 6 de diciembre su papel decisivo entregándole la Medalla Corporativa en el acto institucional del Día de la Constitución.

Ferrer Meliá fue alcalde entre abril de 1978 y abril de 1979, apenas un año en el cargo, pero suficiente para liderar una gestión que él mismo insiste en no atribuirse en solitario. “Lo que más me alegró fue contar con el apoyo general de todo el mundo”, explica. Partidos, técnicos, funcionarios, asociaciones vecinales y sindicatos trabajaron de manera unánime en pleno periodo de transición, una colaboración que hoy describe como “inaudita”.

Ese clima permitió, en primer lugar, activar perforaciones en Guadalest y Callosa, aunque sin éxito. La solución llegó del geólogo Juan Antonio Herbás, quien apuntó a la existencia de agua subterránea en Beniardà. Aquella pista desencadenó una operación discreta para adquirir los terrenos donde se ubicarían los pozos, evitando que la información se filtrara y generara especulación.

Ferrer recuerda con detalle la noche en que el Ayuntamiento de Beniardà, con su alcalde César Vicedo al frente, convocó un pleno extraordinario casi a medianoche para aprobar la perforación. “Tenía que ser antes de las doce, y se aprobó sin un solo problema”, rememora, subrayando la generosidad de un municipio que pudo oponerse, pero que se volcó “sin poner ni una sola pega”.

Mientras se preparaban los pozos, la ciudad tenía que seguir bebiendo. Primero llegaron las tanquetas de agua del Ejército del Aire. Después, un buque de la Marina. Y finalmente, dos barcos que transportaban aceite de cacahuete entre España y Argelia, expropiados temporalmente por el Ministerio de Obras Públicas para traer agua potable. Hubo que limpiar los tanques, construir dos kilómetros de tuberías hasta los depósitos y organizar la carga. “La gente no se da cuenta de todo lo que se hizo”, afirma.

Aquella crisis trajo consigo avances que aún hoy definen la gestión hídrica de la Marina Baixa: la elevación de aguas del Algar, nuevas conducciones submarinas, la depuradora de aguas residuales —que Ferrer solicitó personalmente “para aprovechar hasta la última gota”— y el desbloqueo de la carretera de circunvalación.

Hoy, Ferrer insiste en que nunca quiso protagonismo. “Yo era la cabeza visible, pero tenía gente preparada y con ganas de trabajar, no hace falta ser un gran cerebro para ser alcalde, los cerebros tienen que estar por debajo y saber trabajar con ellos”. Por eso, el sábado dedicará la Medalla Corporativa “a todos los técnicos, funcionarios y al pueblo que colaboró sin un solo problema” para que Benidorm no se quedara sin agua. Cita nombres como los de Paco Santiago o José Ramón García Antón como grandes técnicos de la época.