Ocio y cultura
MÚSICA | CRÓNICA

La tormenta eléctrica de Muse

El trío ofrece en Barcelona el único concierto que darán este año en España

Más de 40.000 personas acudieron este viernes al concierto de la banda británica en el Estadio Olímpico de Montjuïc(SERGI CABALLERO)

Apabullante. Seguramente es la palabra que mejor describiría el concierto que ofreció ayer Muse en el Estadio Olímpico de Montjuïc, en Barcelona. Era la única parada del grupo británico en España, e ignoro la factura que han gastado en los otros conciertos de la gira de 'The 2nd Law', su último disco, pero en Barcelona, Bellamy y compañía lo dieron todo.

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Arrancaron con Supremacy en medio de una pirotecnia espectacular (más propia de un final de concierto que de un inicio) que servía de declaración de intenciones: la banda ponía toda la carne en el asador sin concesiones y el público hervía como si fuera el fin del mundo y los fans lo hubieran estado esperando mucho tiempo.

No se entiende como ayer no se colapsó ninguna central eléctrica de Barcelona. No será porque los británicos no metieron decibelios y luz a la actuación. El último disco de la banda es más crítico y pegado a la actualidad que el resto, y eso se notó con una de las primeras canciones que retumbaron en Montjuïc: Panic Station, acompañada en las pantallas gigantes de varias parodias de líderes mundiales (Obama, Merkel, Putin y hasta Rajoy) bailando al ritmo de este corrosivo tema. Al margen del faraónico despliegue visual, el grupo tiró también de la performance para terminar de envolver su show: destaca la aparición de una actriz disfrazada de ejecutiva que terminó bebiendo gasolina a chorro de una manguera que salió en medio del escenario. La misma actriz, poco después, voló sobre Barcelona haciendo acrobacias bajo una alucinante bombilla gigante que recorrió el estadio.

Otro de los momentos de la noche fue cuando el bajista del grupo, Christopher Wolstenholme, cogió una armónica y se arrancó emulando a Charles Bronson con el brillante Man with harmonica que Ennio Morricone esculpió para "Once upon the time in the West ", de Sergio Leone. Este inquietante tema sirvió para despedir un actor disfrazado de banquero que, poco antes, mientras la banda tocaba otra de las canciones críticas de su último disco, había irrumpido en el escenario bajo una lluvia de billetes. El actor-brocker-financiero había caído "muerto" en una de las puntas del colosal escenario que montó el grupo en Barcelona.

A lo largo de la noche, sonaron muchos hits y Madness, del último disco, no faltó. Concedieron también, entre otros, Time is runnig out (el más coreado con diferencia) y el sublime Knights of Cydonia (Inglaterra debería estudiar seriamente cambiar su himno oficial para este), aunque, se dejaron Apocalipse please y Butterflies and hurricanes. Estuvo muy bien el momento en el que en las pantallas del estadio apareció una ruleta de casino con una bolita rodando entre varios títulos de canciones. La "suerte" hizo parar la bola en la casilla de Stockholm syndrome justo al lado de New born, que para desilusión de alguna espectadora que la reclamó, no sonó. Cerró un concierto apoteósico la brillante Starlight, uno de los hits de Black holes and revelations, con un público entregadísimo.

En resumen, dos horas y cuarto de concierto, pirotecnia visual (literal) y un sonido brillante, muy nítido a pesar de la amplitud del estadio que colocan merecidamente a Muse en el top ten mundial de las bandas musicales. 40.000 personas, las que ayer llenaron el Olímpico, pueden dar fe.

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