Hiperrealismo, en Bilbao

68 pinturas de 34 artistas adscritos a tres generaciones: desde los pioneros norteamericanos de los años 60-70, como Estes o Blackwell, hasta los edificios de este siglo de Johnson o los desnudos de Torrens

La primera gran retrospectiva europea sobre este movimiento, que nació en los años 60 "como reacción contra el impresionismo abstracto del siglo pasado" explica el comisario de la exposición, Otto Letze, director del Instituto para el Intercambio Cultural de Taringa (Alemania) de donde procede esta selección, permanecerá en el Museo de Bellas Artes de Bilbao hasta el 19 de Enero de 2.015.

La muestra incluye 68 obras emblemáticas de 34 artistas adscritos a tres generaciones de hiperrealistas: desde los pioneros como John Baeder, Tom Blackwell, Chuck Close, Don Eddy, Richard Estes o Ralph Goings, con obras míticas como las cabinas de teléfono y los Volkswagen Escarabajo, o los restaurantes de comida rápida, hasta, ya de este siglo, los minuciosos edificios de Ben Johnson, y los impresionantes desnudos de Bernardo Torrens pasando por cuadros como el detallado Gran Canal veneciano de Raphaella Spence.

El hiperrealismo, caracterizado por la nitidez, el detalle y la definición extrema ha trabajado siempre de la mano de la fotografía y con ella ha evolucionado técnicamente, evolución que se refleja en las pinturas expuestas en Bilbao.

Sin embargo, a pesar de que las últimas obras, cronológicamente ubicadas, muestran perfectamente la voluntad expresa del último hiperrealismo de alcanzar la tridimensionalidad en pintura, ya desde las primeras piezas colgadas en la Sala BBK de la pinacoteca bilbaína, resulta difícil distinguir que se trata de lienzo y pintura y no de fotografias, a menos que se uno se acerque a medio metro de distancia.

Los temas del hiperrealismo, próximos al Pop Art, acercan de esa manera fotográfica, situaciones, objetos y estampas de la vida cotidiana al arte: coches, motos, juguetes de hojalata, chucherías infantiles, paisajes urbanos pintados hasta el más mínimo detalle, letreros luminosos, teatros, escaparates y colorido a rebosar, como el de los tarros de ketchup o mostaza de uno de sus bodegones.