Cuando la calle General Álava empezaba en Dato (y un cartel curioso de Ben-Hur)
En nuestra sección de fotos antiguas, viajamos al momento en el que se prolongó la calle General Álava de Dato a Fueros y recordamos algunos cines históricos de la calle
Vitoria
La calle General Álava, primitivamente discurría entre las calles Dato y San Antonio. El Ayuntamiento aprobó iniciativas en varias ocasiones para prolongarla, que no fructificaron. Finalmente el proyecto salió adelante y se abrió una continuación de esta vía urbana hasta la calle Fueros. La apertura oficial de este tramo se realizó el 4 de Agosto de 1959, tras lo cual se inició la construcción de los edificios que hoy conocemos.
Para materializar el proyecto fue necesario derribar algunas casas de la calle Dato, clásicas en la arquitectura vitoriana por sus balcones y miradores. Una de esas edificaciones desaparecidas, la 17 de la calle, albergada en su planta baja al Banco Hispano Americano, tal como vemos en la fotografía del Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz, obtenida por Santiago Arina en 1958.
En la foto siguiente del año 1961, hecha por el mismo fotógrafo, se aprecia que una vez derribados los edificios, se respetó una edificación que hoy hace esquina, manteniendo en su estado original la parte que da a Dato y dotándole de las mismas características constructivas a la fachada que da a General Alava.
No ocurrió lo mismo en el lado contrario, donde aparece el anuncio de la película Ben-Hur en una valla. En el solar resultante tras los derribos se construyó un edificio nuevo con diseño moderno, en el que se instalaron las oficinas municipales.
El trazado de la calle supuso la desaparición de una casa-palacio, situada en la calle Fueros, perteneciente a la familia Ortiz de Zúñiga, uno de cuyos miembros sacerdote, Pedro, fue gran practicante del ciclismo y director de las Escuelas Diocesanas de Formación Profesional.
En la confluencia de esta nueva vía con Fueros e Independencia, a la altura del edificio que alberga la Gestoría Ochoa de Aspuru, se emplazó la primera fuente luminosa de la ciudad, que fue inaugurada en la misma fecha que la apertura de la calle y que años después desparecería.
En este nuevo tramo de la calle, hubo dos salas de cine, que causaron sensación, por sus avances técnicos.
El Gran Cinema Gasteiz, inaugurado el 1 de Agosto de 1964, tenía un aforo de 992 localidades. La primera película proyectada fue Cleopatra, protagonizada por Elizabeth Taylor, Richard Burton y Rex Harrison.
El Astoria Palace, por su parte, disponia de 960 butacas y su primera proyección la realizó el 17 de Diciembre de 1964, con el film El barco de los locos, protagonizada por Vivien Lehigt, Simone Signoret, José Ferrer, Lee Marvin y Oskar Werner.
Los dos cines eran de un gran aforo, sin embargo no superaban las 1000 localidades, puesto que si se rebasa esa cifra los impuestos eran mayores.
Hasta entonces el sistema mas conocido y moderno de proyección era el Cinerama, que consistía en filmar las escenas con tres cámaras en negativo de 35 mm. Para exhibir las películas eran necesarios tres proyectores sincronizados.
La novedad de estas dos nuevas salas consistió en dotarlas del sistema Todd-AO, el último grito entonces, que utilizaba una sola película de 70 mm, de los cuales 65 ocupaban las imágenes y los 5 mm. restantes albergaban 6 pistas de sonido, cinco de las cuales se reproducían en altavoces situados tras la pantalla y el resto en otros colocados en los laterales de sala.
La pantalla era cóncava y de grandes dimensiones, de hasta 20 m. de longitud, teniendo una relación largo/alto de 2,21/1.
En el Pensamiento Alavés, periódico de entonces, se anunció durante días la inauguración de estos cines. Reproducimos aquí el que se refiere al Gran Cinema Gasteiz.
En la planta baja de unos de los edificios nuevos de esta calle estuvo la Delegación del Patronato de Apuestas Mutuas Deportivas, donde se sellaban las populares quinielas de futbol y se recepcionaban las apuestas emitidas en otros establecimientos. No había sistema telemático de transmisión de datos como ahora. Los empleados pegaban un sello sobre el impreso quinielístico, quedándose el establecimiento con el original y entregando al apostante la copia, ambos con la misma numeración en el sello adherido a la apuesta.
Los originales citados eran enviados a Madrid por tren y los lunes manualmente se comprobaba que boletos tenían premio. Por tanto para entrar en concurso, las apuestas tenían que estar físicamente en la central del Patronato, antes de celebrarse los partidos de futbol de la jornada.
Por ello con ocasión de alguna fuerte nevada, que impedía el trafico por las carreteras,los miñones con el vehículo apropiado, tuvieron que trasladar a Vitoria las apuestas ya pagadas y emitidas en algunas localidades de la Provincia, a fin de que llegaran a su destino antes del cierre de recepción.