Un regalo de concierto
Ana Belén y Víctor Manuel repasaron durante más de dos horas y media sus grandes éxitos y su nuevo álbum conjunto, ‘Canciones regaladas’
Valladolid
“Esta es la historia de un sábado de no importa qué mes…” El comienzo de ‘El hombre del piano’ no es del todo aplicable al concierto de Ana Belén y Víctor Manuel el pasado 3 de octubre: era sábado, pero sí que importaba el mes. Y el año. Porque habían pasado más dos décadas, nada menos que 252 meses, desde la última vez que la pareja se dejó caer por Pucela. En aquella ocasión era septiembre, durante la Feria y Fiestas de San Mateo de 1994; el alcalde de la ciudad era Tomás Rodríguez Bolaños, al Real Valladolid lo entrenaba Víctor Espárrago, y el matrimonio llegó entonces a la Plaza Mayor de gira con el mítico doble álbum ‘Mucho más que dos’ bajo el brazo. Fíjense si ha llovido.
Y a pesar de que todo cambia, como dice una de las composiciones que han tomado prestadas para su nuevo trabajo, ‘Canciones regaladas’, hay cosas que permanecen igual, o casi. Por ejemplo, la elegancia innata de Ana y su carisma interpretativo, fruto de esa deliciosa combinación entre actriz y cantante que alcanza su máxima expresión en temas como ‘Lía’ o ‘Verano’. O el equilibrio entre fuerza y ternura de un Víctor al que las canas no han hecho renunciar ni a sus letras comprometidas (‘Cómo voy a olvidarme’) ni olvidarse de algunas de las muchas canciones que ha escrito pensando en Pilar (perdón, en Ana); en su legítima, vamos (‘Nada sabe tan dulce como su boca’).
Puntuales
No se lleva medio siglo transitando por este negocio con éxito por casualidad. Ni siquiera cuando, como dice su amigo Joaquín Sabina, grabar discos se convierte en una excusa para seguir saliendo a la carretera; cuando, inevitablemente, artistas como ellos ya dieron lo mejor de sí creativamente hablando y prefieren darse a las versiones y adaptaciones. A los grandes se les reconoce en pequeños gestos, como la cercanía y familiaridad con su público, o el respeto que les demuestran, por ejemplo, al salir al escenario con puntualidad británica, cuando las agujas del reloj marcaban las diez en punto de la noche.
Lo hicieron primero sus músicos, vestidos de blanco y en contraste con los grandes protagonistas, ambos de oscuro (con una capa blanca Ana durante los primeros minutos). Al frente de la banda, su hijo mayor, David San José, arreglista y productor de cabecera en los últimos trabajos de ambos, junto a algunos de sus habituales (decir “de toda la vida” en artistas que llevan 50 años tocando sería excesivo), como el bajista Javier Sáez, el batería Ángel Crespo o el guitarrista Osvi Grecco. Después de abrir la noche con ‘Luna’, la primera parte del concierto se centró en repasar el grueso de su último trabajo alternándolo con éxitos de los de toda la vida (mucho más en sintonía con el público, no nos vamos a engañar).
De esta forma fueron cayendo temas menos conocidos de Piazzola, Rubén Blades o Billy Joel, junto a otros de los que llevan años acompañando a varias generaciones, generalmente de puño y letra de Víctor Manuel, como ‘Soy un corazón tendido al sol’ o ‘España camisa blanca de mi esperanza’. En el fondo del escenario, unas sobrias proyecciones mostraban fotografías de los autores que les han prestado algunos de los temas. Un terreno en el que Ana Belén, como es lógico no tratándose de una compositora, reconoció contar con ventaja. “Aunque Joaquín Sabina asegura que me regala canciones porque me las merezco, creo que con esta se pasó”, confesaba la madrileña antes de emocionar a Pisuerga con ‘Peces de ciudad’.
Los éxitos de siempre
Superado el ecuador del concierto, ya solo quedó espacio para los éxitos históricos y contrastados: ‘Solo pienso en ti’, ‘Cómo pudiste hacerme esto a mí’ (sí, la de Alaska; de las regaladas para el último disco, pero tan mítica como muchas de las propias), ‘Quiero abrazarte tanto’, ‘Solo le pido a Dios’, ‘Ay, amor’, ‘Derroche’, ‘Asturias’ y ‘El hombre del piano’ dejaron el terreno abonado para que ‘La puerta de Alcalá’ pusiera en pie a un casi lleno Polideportivo Pisuerga y los protagonistas hicieran mutis. Solo por unos momentos, claro: los bises estuvieron a la altura, y al romántico ‘No sé por qué te quiero’ (baile incluido de la parejita) le siguió el canto interracial de ‘Contamíname’.
El saludo de toda la banda en el frontal del escenario parecía decretar el adiós definitivo, pero 21 años de ausencia bien se merecían un segundo bis. Además, a los artistas se los veía tan a gusto como al auditorio, disfrutando, sobre todo a Ana Belén, que pandereta en mano regaló otro himno como ‘La muralla’, de nuevo con el público (de edad madura en adelante, sobre todo) puesto en pie y brazos en alto. Retomó Víctor con otro clásico añejo de los de emoción en la garganta, ‘El abuelo Vítor’, para cerrar definitivamente Ana con ‘La banda’, una poco conocida versión del brasileño Chico Buarque, a ritmo de charanga y como perfecto fin de fiesta.
Tras más de dos horas y media de concierto, 30 canciones después, con las gargantas de los artistas en un estado que parece desmentir sus edades, y un sonido de nuevo a la altura en Pisuerga, la noche tocó a su fin. Ana y Víctor, Víctor y Ana, que tanto monta, se despidieron de Valladolid y de un público que desea no tener que aguardar otros 21 años para volver a verlos por aquí. Nos pillaría ya un poco mayores, a ellos y a (casi) todos nosotros.