Francia, sí, pero no solo
El periodista y escritor José María Pagador analiza los efectos del terrorismo y sus reacciones sin olvidar los países que más lo padecen
Francia sí, pero no solo
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Mérida
¿Qué decir a estas alturas de la masacre de París? Y, sin embargo, hay cosas que decir, más allá de la evidencia de condenar los atentados y solidarizarse con las víctimas, que doy por descontada.
Quienes atacaron una mezquita en Don Benito deben ser detenidos y juzgados por el delito cometido, lo mismo que quienes hacen otro tanto en otros lugares de Europa, donde hay cuarenta y cinco millones de musulmanes que conviven y trabajan a diario sin problema, como el resto de los europeos, y que no tienen nada que ver, sino todo lo contrario, con el terrorismo, del que terminan siendo víctimas dobles por encontrarse entre los fuegos del yihadismo y del fascismo xenófobo.
Son árabes y musulmanes los países que más padecen los efectos del terrorismo yihadista, sin que nos acordemos casi nunca de las matanzas masivas de seres humanos cometidas en su suelo. Hay una cierta hipocresía en decir Je suis la France, y no decir Yo soy Siria, e Irak, y Marruecos, y Yemen, y Túnez, y Libia, y Afganistán, y Líbano, por citar solo algunos donde los terroristas han vertido mares de sangre. Y en este momento de colaboración plena de España con Francia, recuerdo los años en que Francia acogió a los etarras que ponían bombas en grandes almacenes y en bares españoles y asesinaban aquí todos los días en calles y avenidas. Alguna vez Francia debería pedir perdón por eso, porque lo que hicieron los etarras en nuestras ciudades es exactamente lo mismo que los yihadistas han hecho en París.
La educación, la convivencia, la erradicación del racismo y la lucha contra la desigualdad es lo único que puede resolver este problema de raíz, más allá de la grandilocuencia y la desmesura del momento. El problema lo han agudizado los ataques occidentales a Irak, Afganistán y Libia. Se ha demostrado que las bombas empeoran la situación.