Sociedad

Yuste, Locus Amoenus Imperial

El Real Monasterio Jerónimo de Yuste fue el lugar elegido por el último gran emperador para preparar su alma de cara a la otra vida y reflexionar sobre su legado: la idea de una Europa unida

El palacio de Carlos V en el Monasterio de Yuste y los jardines aledaños / cedida

Cuacos de Yuste

El silencio nunca reina en la comarca de la Vera, porque las aves, el viento, rompen el silencio pero dejan un sonido de tranquilidad y relajación. Un ambiente que se mantiene pese a los siglos que han pasado desde que Carlos de Habsburgo, Rey de España primero de ese nombre y Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico quinto de ese nombre, eligiera un pequeño monasterio jerónimo en la comarca para prepararse para lo que en la época se conocida como “el buen morir”.

Carlos V buscaba un Locus Amoenus, un “lugar ameno” o “lugar idílico”, en los que preparar su alma para el tránsito a la otra vida. Un lugar que pudiera compararse con los paraísos que cantaban los poetas.

Encontramos esta búsqueda desde los primeros escritos de la literatura occidental, Homero es el primero en utilizarlo, pero también los grandes poetas clásicos como Teócrito, Virgilio, Horacio, Servio… los grandes poetas latinos recuperados en el renacimiento que cantaban en las obras pastorales los lugares idílicos de los campos como lugar de paz, recogimiento y tranquilidad.

Esta ubicación paradisiaca que el último César encontró en la comarca de la Vera también se trata en los poemas medievales como los de Gonzalo de Berceo o el nórdico Heorot en su obra Beowulf.

Entre los renacentista es Boccaccio quien más utiliza el locus amoenus, pero también aparece en la “Educación del Príncipe Cristiano” que Erasmo de Rotterdam redacta expresamente para el joven príncipe Carlos, o en “Utopía” de Tomás Moro, publicado en el mismo año.

No es por ello extraño que el último gran emperador al final de sus días pensará en abandonar el mundanal ruido, buscar un lugar de paz, sosiego, tranquilidad e imágenes bucólicas que tranquilizaran su alma después de una vida de viajes y guerras. Dónde además pudiera hacer su particular penitencia para “bien estar con Dios” de cara al óbito.

Carlos encontró en la comarca de la Vera este lugar, allí erigió su palacio junto a un pequeño monasterio jerónimo dedicado a la vida contemplativa y a la oración.

La comarca de la Vera recuerda hoy al último César y su legado europeo con la entrega de los Premios Europeos Carlos V en la que fue la última morada de Carlos Habsburgo, donde meditó y pensó en su vida y su obra.

Una obra inconclusa en el día de hoy en el que late la idea de una Europa unida, que colabora y que ilumina en las artes, gobernada en paz como le decía Erasmo en su niñez “El príncipe bueno y cuerdo se esmerará en mantener la paz con todos, pero de una manera especial con los fronterizos conservará las relaciones de buena vecindad, que son los que más pueden dañar si son hostiles, y los que más bien pueden hacer si son amigos, y sin cuyo comercio mutuo no podría subsistir la república.”

 
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