"En Cuenca no hay nada que ver ni cosa alguna que admirar"
La prensa madrileña criticó asi la visita del rey Alfonso XIII a Cuenca el 3 de mayo de 1905. Recordamos aquel acontecimiento con José Vicente Ávila

Cortejo del rey Alfonso XIII por el casco antiguo de Cuenca. / Cadena SER

Cuenca
El 3 de mayo de 1905 se produjo la primera visita oficial a Cuenca del rey Alfonso XIII, que entonces tenía 18 años. Cuenca era la última ciudad que visitaba y la ciudad tenía muchas cosas que pedirle al joven rey. ¿Cómo fue aquella visita? ¿Qué pidieron al rey las autoridades locales? ¿Cómo se contó en la prensa madrileña? José Vicente Ávila recuerda aquel acontecimiento en el espacio semanal de 'Paginas de mi desván' en 'Hoy por hoy Cuenca'.
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Páginas de mi desván. La visita de Alfonso XIII a Cuenca en 1905
La prensa madrileña se hace eco de la visita real a Cuenca
La prensa de Madrid dio notas oficiales, aunque el motivo de la visita del Rey a Cuenca creó una gran polémica con el periódico madrileño “La Lealtad”, nos ha contado José vicente Ávila, que para hacerse eco del viaje real venía a decir en un suelto algo que no es nuevo cuando se trata de remover nuestro consabido ¡ea!: “El Rey a Cuenca. Parece que el lunes próximo saldrá el rey desde Madrid para efectuar visita a Cuenca, única capital de provincia que le queda por ver. Regresará por la noche, y, por consiguiente, su estancia en la antiquísima ciudad del Cáliz y la Estrella, será relativamente breve, y aún así todo, sobrará al Monarca tiempo. En Cuenca no hay nada que ver ni cosa alguna que admirar.

El cortejo de Alfonso XIII en la plaza Mayor.

El cortejo de Alfonso XIII en la plaza Mayor.
Decimos mal: porque es digna de admiración la pasividad y casi indiferencia con que se suele mirar el adelanto y el progreso, por allí tan a la zaga, que no tan sólo no se ve por parte alguna, sino que ni siquiera se vislumbra. Por eso decimos que con poco tiempo que nuestro joven monarca esté por aquella tierra, tiene tiempo sobrado”.
La reacción no se hizo esperar ante esta ácida nota del periódico madrileño, con un extenso manifiesto titulado “En defensa de Cuenca”, del que rescatamos algunos párrafos: “La suerte de ser hijos de esta provincia, que si bien es cierto que es humilde, pobre y desgraciada, no lo es menos que tiene en su historia páginas gloriosas como puedan tenerlas cualquiera otra ciudad española, y por consiguiente que no merece ser maltratada por nadie; y menos por aquellos que más deber tienen de ensalzarla, elogiarla y concederla el crédito que se merece”. Más adelanto y con el natural sobresalto ante la frase de que en Cuenca no hay nada que ver, surgen en el Manifiesto las interrogantes:
"¿Es que cuentan otras capitales con un artístico monumento nacional como lo es nuestra Catedral? ¿Es que muchas poblaciones tienen la dicha, como nosotros, de poseer reliquias tan venerables y estimadas como son los restos de nuestro Patrón San Julián? ¿Acaso la naturaleza no ha dotado a Cuenca de sus hermosas Hoces, admiración y encantos de cuantos extranjeros y “turistas” las recorren?"
No cabe duda de que las palabras de “pasividad e indiferencia” habían aguijoneado a la tranquila población conquense: “En todos los sentidos y en todos los órdenes Cuenca camina hacia adelante, y no “a la zaga” como lo demostraríamos, pero no queremos hacer largo este artículo. Y si no llegamos más alto grado, es porque precisamente quienes no debían entorpecer su marcha, se complacen en rebajar a nuestra noble ciudad al límite que jamás llegó”.
Tras citar las fábricas de maderas, el nuevo Cementerio, sus industrias de fluido eléctrico y el abastecimiento de agua potable y sus singulares edificios, termina el manifiesto señalando que “Cuenca, sin apoyo oficial, por el esfuerzo propio, marcha por la verdadera senda del verdadero progreso y adelanto”.




