Volvió López

León

No tengo el gusto de conocerle personalmente, ni tengo más datos sobre él que los publicados en los medios. Por tanto, lo que diga deriva únicamente de mi propia intuición. Felicidades a su familia, a sus amigos y desde luego, un enorme abrazo para el periodista leonés José Manuel López, secuestrado en Alepo hace diez meses y liberado por fin el pasado sábado.

Difícil labor la de buscarse la vida contando lo que pasa por el mundo sin un respaldo empresarial, financiero, ni siquiera moral o de aliento, más allá de la decidida voluntad de hacer algo útil para los demás, con escasa recompensa y un alto riesgo para la vida, como queda acreditado.

En parecidas condiciones está Andrés Martínez Casares, Premio Nacional de fotoperiodismo, e igualmente errante entre conflictos polvorientos, genocidios e injusticias de esas tan irreparables que suscitan serias dudas acerca del material genético con el que están hechos ciertos seres humanos.

Desde luego, muy distinto al de de estos reporteros, cuya vida, tan solitaria como temeraria, nos muestra perspectivas bien distintas a las que cotidianamente nos tienen ahogados: el dinero, la hipoteca, qué pongo para comer o la sarta de embustes precocinados que nos van a colar en otra insufrible campaña electoral. Si hay alguna verdad, López y otros como él, son los que la cuentan.