‘The dark side of the moon’, se acabó la psicodelia
Tras la publicación de este álbum, el segundo más vendido de la historia, Pink Floyd se convirtió en uno de los grupos más influyentes
Fuenlabrada
La psicodelia en el rock llevaba ya varios años cultivándose. Pero en 1973 llegó Pink Floyd para avanzar un paso en ese campo y sembrar ‘The dark side of the moon’, para muchos, uno de los álbumes conceptuales más perfectos de la historia. Y el que acababa precisamente con esa psicodelia instrumental sin objetivos.
‘The dark side of the moon’, se acabó la psicodelia
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El disco comenzaba con esto que escuchamos, ‘Breathe’, un tema al que en realidad precedía ‘Speak to me’, un experimento con efectos inauditos para la época. Claro que, para inaudito, el siguiente corte.
‘On the run’ puede parecer una canción ciertamente rara, pero debemos pensar que algunos de estos sonidos nunca habían sido escuchados por el hombre. El prodigio técnico que suponía este disco ha atrapado a lo largo de los años a unos 50 millones de personas, los mismos que han adquirido alguna copia del disco, el segundo más vendido de la historia. Sin cortes, llegábamos a ‘Time’.
La verdad es que habían pasado ocho minutos de álbum y apenas habíamos escuchado melodías claras. Sí lo hacíamos en este tema, una especie de continuación del ‘Breathe’ de antes. Aunque, como el resto, no nos daba estribillos al estilo pop-rock tradicional. Eso sí, con uno de los mejores solos de guitarra de la historia.
Un solo cortesía de David Gilmour, aunque en la composición participó todo el grupo: el bajista y principal letrista Roger Waters, el batería Nick Mason y el teclista Richard Wright. Ahora volvíamos a otro prodigio, pero esta vez de voz.
La voz no es de ningún miembro del grupo, sino de una desconocida Clare Torry contratada para la ocasión. Un tema, ‘The gig in the sky’, prácticamente sin letra que desgarra el sentimiento ante la muerte. Y es que las canciones, en su concepción, son más inquietantes de lo que parece. Pero damos la vuelta al vinilo para empezar la cara B con el tema más famoso del disco, ‘Money’.
Con razón es esta la canción más reconocible del disco. En apariencia es menos experimental que las anteriores, con un blues y un rock más clásico, aunque los cambios de ritmo y los compases extraños hacen que siga siendo un tema nada fácil. Y además es la primera canción que catapultó a los Pink Floyd tras ocho discos de estudio. Pero no nos detengamos y seleccionemos el séptimo corte.
Estamos ante ‘Us and them’, ocho minutos de música tranquila, donde los detalles de saxofón son absolutamente deliciosos, pero donde los ecos de la voz y sus armonías nos atrapan hasta que desembocan en un coro grandioso. Fue de hecho el segundo sencillo, y eso a pesar de su duración. Pero avanzábamos en el disco y encontrábamos otro cambio estilístico, instrumental en este caso, con ‘Any colour you like’.
Los diálogos de guitarra nos transportan por una canción que en directo suena incluso mejor y que evidencia la calidad y profesionalidad musical del grupo, que ya de hecho había demostrado antes aunque con menos repercusión planetaria. A continuación volvía esa contención compositiva con ‘Brain Damage’.
Por cierto, esta canción es quizá la más claramente dedicada al antiguo vocalista del grupo, Syd Barrett, con serios problemas mentales por el consumo de drogas. De hecho todo el disco tiene referencias a ello y este tema, en concreto, iba a llamarse como el álbum, ‘The dark side of the moon’. Pero tenemos que ir apagando el reproductor, no sin antes recordar que el disco ha estado durante más de 17 años en la lista Billboard, una de las más influyentes de Estados Unidos. Nos vamos con el último corte, ‘Eclipse’, que llegaba sin pausa para cerrar esta obra maestra.