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Tarancón

¿Quién fue el precursor del Hospital de Santa Emilia?

Gema Garrido nos habla del doctor Lozano en 'Callejeando por Tarancón'

Jesús Lozano Soria, fundador del Hospital de Tarancón, junto con Beatriz García, su compañera. / 'Historia de la Sanidad en Tarancón'

Tarancón

La historia de la sanidad se ha colado en 'Callejeando por Tarancón' con un espacio dedicado al Doctor Lozano. Su autora, Gema Garrido, ha hecho parada en esta calle que está en el casco histórico de Tarancón. En concreto, esta calle va desde la Plaza de la Constitución, en la esquina de la Casa de Piedra, hasta la Calle Cantón Bajo, cerca de la Plaza de El Caño.

'Callejeando por Tarancón' con Gema Garrido (02/01/2018)

16:28

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BIOGRAFÍA

Según el libro “Historia de la sanidad en Tarancón”, de Enrique Blanch y Jesús Garrido, Jesús Anastasio Lozano de Soria nació “un día alegre” en Tarancón, el 25 de diciembre de 1856, a las siete de la tarde, en la Calle de la Plaza número 10, en la alcoba que hay en la sala. Actualmente esa es la Calle Doctor Lozano pero la casa se derrumbó y ahora hay solar donde se guardan los enseres de la Pasión Viviente.

En las Memorias Epistolares que el doctor dejó escritas para su hija, cuenta que sus padres eran naturales de Jábaga. Su padre, Pedro León Lozano y Villabilla fue, hasta el momento de su muerte, el viernes Santo del año 1885, el sacristán organista de la única parroquia de Tarancón y su madre, Teresa de Soria y García, una mujer “sencilla en exceso”.

Gema Garrido

Tuvo una hermana mayor que él, Josefa, que le cuidó en la infancia y que murió de parto a los 34 años de edad, en 1879. Todos están enterrados en Tarancón en un sarcófago que mandó construir él.

Jesús recuerda que su madre le enseño a escribir un poco antes de ir al colegio, con lo que llegó adelantado con respecto a sus compañeros. Por las mañanas acudía a clase y, por las tardes, su padre le enseñaba música y piano, destreza que practicó toda su vida.

Cursó el bachillerato en Tarancón, excepto el último curso, que estuvo interno en el Instituto de Cuenca. Tardó tres años en completarlo con “bastante lucimiento” y con algunos premios. En el año 1875, a los 18 años de edad, sacó el número 13 en el sorteo de quintas pero no llegó a ser soldado porque sus padres pagaron las 2.000 pesetas que costaba librarse del servicio.

Desde que acabó el Bachillerato en septiembre de 1873 hasta octubre de 1876 estuvo tres años sin estudiar, dice que por culpa de su padre que, “fundándose en los peligros que había en aquel tiempo revolucionario y de guerra”, lo tuvo de ayudante suyo en la iglesia, actuando como monaguillo. Con el tiempo se lamentó de este retraso, que le perjudicó a la hora de ascender en el escalafón de categoría y sueldo, y retrasando también el momento de su jubilación.

En 1876 se trasladó a Madrid para estudiar Medicina en la Universidad Central. Se licenció cuatro años después, el 7 y el 11 de junio de 1880. Fue un estudiante inteligente y aplicado, obtuvo buenas notas y varios premios ordinarios y extraordinarios. Un año después sacó el doctorado.

Tras aprobar el tercer curso de la carrera se produjo un acontecimiento trágico: la muerte de su hermana Josefa en el parto de su hijo. Sus padres le avisaron por telégrafo y cogió el primer coche que pudo, pero apenas llegó a ver su hermana un par de horas antes de fallecer.

De su vida universitaria recuerda que vivió en la Calle del Factor, 6 en Madrid, como huésped de un empleado anciano de poco sueldo y de su hija, que necesitaban esos ingresos y que le había recomendado a su padre un cura de Tarancón.

Pagaba 120 pesetas por curso y siempre andaba justo de dinero, con un “vestir vulgarísimo” que le impedía frecuentar tertulias, cafés o teatros porque sus padres le mandaban lo mínimo. En estas circunstancias, la hija de su casero, Emilia Feliú del Castillo, 11 años mayor que él, se convirtió en su paño de lágrimas y, con el tiempo “hizo un estudio perfecto para engañarme y que yo me arreglase con ella para que después concluyera casándome”. “Estaba escrito, tenía que suceder”,lamenta en sus memorias.

El doctor Lozano señala que su matrimonio fue lastimoso, que ni un día se pasó sin borrasca y que su mujer, a la que sacó del cieno, “se mostró como una malvada desde el día siguiente al de casarse”. Tuvieron varios hijos, pero todos murieron. Además, ella tuvo muchos problemas con la bebida y su lenguaje y costumbres siempre fueron obscenas. Enfermó desde muy pronto pero inexplicablemente para el doctor, su esposa vivió muchos años “y casi sin poder andar está todo el día fuera de su casa y haciendo con la lengua todo el daño que puede”.


LLEGADA DE BEATRIZ A SU VIDA

Beatriz García de la Ossa entró a trabajar como cocinera en el hogar de los Lozano, en 1897, con 18 años de edad. Hija de los taranconeros Juan García y María de la Ossa, era la tercera de nueve hermanos. Sus padres la pusieron a servir desde que tenía nueve años.

Beatriz trabajó en la casa de los Lozano durante cinco años sin que hubiera nada entre ella y el doctor, a pesar de lo que murmuraban su esposa y la gente que le rodeaba. Finalmente, las mentiras acabaron por unirles.

El 12 de octubre de 1902, llegaron a oídos de Jesús las habladurías de que él y Beatriz estaban “enredados” a espaldas de su mujer. La joven se llevó un gran disgusto porque todo era falso, pero el doctor la tranquilizó y le prometió que se casaría con ella en cuanto muriera su esposa, que estaba muy enferma. Desde aquel momento, “se amaron con delirio”, aunque cuenta en sus memorias que no pasaron “a mayores” hasta octubre de 1908.

Desde comienzos de 1903 todos los asuntos del Doctor Lozano pasaron a manos de Beatriz y, junto a ella, pondría poco después en marcha su gran obra benéfica, la Fundación Lozano. Ese verano, Beatriz se fue a trabajar a casa de unos amigos íntimos del doctor, permaneciendo allí durante 5 años.

Jesús quiso divorciarse pero las leyes se lo impidieron. En 1908, hartos de las la malas lenguas, el doctor y su amada Beatriz se fueron a vivir juntos, aunque él siguió pasándole una pensión a su esposa Emilia de 2.500 pesetas anuales.

Durante el tiempo que estuvieron juntos Jesús instruyó a Beatriz y ésta aprendió ortografía, gramática, geografía, historia y aritmética. Enseguida empezó a llevar la contabilidad de la casa. También aprendió a tocar el piano, francés y se confeccionaba sus propios vestidos.

Ambos pensaban acallar las calumnias con una unión legal en cuanto falleciese Emilia, que parecía estar muy enferma, pero ese momento no llegó nunca. Beatriz falleció en Madrid el 6 de diciembre de 1914, con 35 años de edad, al dar a luz a su hija Beatriz.

FUNDACIÓN LOZANO

El doctor Lozano fundó en su pueblo natal, Tarancón, el 20 de julio de 1904, una institución benéfica cuyos fines principales eran el sostenimiento de un hospital para pobres enfermos.

Para ello adquirió unos terrenos cerca de la estación del tren, en los que había un edificio a medio terminar que iba a ser un hotel pero se convertiría en el hospital.

Libro 'Historia de la Sanidad de Tarancón'

Las obras fueron largas y costosas pero Beatriz le apoyó en los momentos más duros para que no desistiera. En sus memorias lamentaba que la ley no le permitiera que fuera Beatriz y no Emilia quien figurara en los estatutos como fundadora junto a él de la Fundación Lozano.

Como homenaje a las mujeres más importantes de su vida, el doctor Lozano puso el nombre de su madre Teresa, su hermana Josefa, su amada Beatriz y su hija Beatriz a cuatro salas del hospital.

Aunque vivían en Madrid, pasaban todos los veranos en Tarancón. Jesús deseaba que su hija estudiara Farmacia y pudiera casarse con un médico para que ambos fuesen el sostén del hospital.

El doctor cuenta que la pequeña Beatriz era una niña simpática, guapa e inteligente. En sus memorias le da consejos de vida moral y social, como que no critique la letra de los médicos si se hace farmacéutica, cómo proceder con el servicio doméstico o que si es religiosa procure ser discreta con este tema y no haga alarde de fanatismo.

El 19 de marzo de 1919 falleció su esposa, Emilia Feliú y el doctor Lozano inició el expediente para adoptar a su hija, Beatriz Lozano García y para que esta, a su muerte, pudiese heredar.

Jesús Lozano ansiaba el momento de su jubilación para poder dejar Madrid y volver a Tarancón. Pensaba hacerlo a los 68 años de edad pero no pudo llevarlo a cabo porque falleció a los 66 años, el 3 de abril de 1922.

Tras la muerte del doctor, la Fundación Lozano se encargó de la regencia del hospital que él creó. El Ayuntamiento hizo constar en varios plenos el sentimiento por su pérdida y propuso que se le pusiera el nombre de Doctor Lozano o Avenida de Don Jesús Lozano a la calle del hospital.

El 1 de septiembre de 1922 se firmó el contrato de arrendamiento del hospital entre el alcalde, D. Raimundo Domínguez Crespo, que también formaba parte del patronato de la Fundación Lozano y D. Manuel Cézar y Moya, que era el tutor de Beatriz Lozano, que entonces tenía 7 años.

El 23 de junio de 1925, siendo alcalde D. Manuel de la Ossa Domínguez, el Pleno del Ayuntamiento acordó organizar el establecimiento benéfico que pasó a denominarse Hospital Municipal “Santa Emilia”, y que comenzaría a funcionar el 1 de julio de ese mismo año.

Las Hermanas Mercedarias de la Caridad pasaron a hacerse cargo del Hospital en octubre de 1925, con las atenciones de médicos especialistas que realizaron operaciones y curaciones muy valoradas por varias generaciones de taranconeros y gente de la comarca.

La semana que viene hablaremos de la Calle de Joaquín Rodríguez Cagancho.

 
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