Palma no es una ciudad festiva
En veladas como la de hoy, el palmesano siempre se mantiene a la expectativa, salvo que en realidad no espera nada

"La línea roja" de Matías Vallés (19/01/18)
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PALMA
Supongo que es un sacrilegio plantearlo en vísperas de Sant Sebastià, pero Palma no nació para la fiesta.
Lo intentamos, y con mayor énfasis cuando gobierna la izquierda, pero siempre defraudamos en nuestro intento de reproducir una atmósfera fallera o sanferminesca.
Programar las fiestas patronales en la crudeza del invierno no puede ser únicamente una imposición del calendario.
Sacar a las masas a la calle en pleno enero va más allá del elemento disuasorio, y se aproxima a la tortura.
No es por falta de empeño, los palmesanos comen y beben como el que más.
Ahora bien, a la hora de imponer un ritmo festivo, el resultado deja mucho que desear.
Las ciudades nos enseñan a sentir, y Palma transmite a nativos y visitantes un elemento de contención.
El exceso no está bien visto, ni con la patente de corso que concede el calendario de festejos.
En veladas como la de hoy, el palmesano siempre se mantiene a la expectativa, salvo que en realidad no espera nada.
¿Tiene remedio la falta de festividad efusiva?
¿Por qué no? Sobre la geografía balear más reconcentrada en sí misma, que era la ibicenca, se construyó la mayor fiesta del universo. Para bien y para mal.




