Política

El asesinato del secretario de la Diputación

Iñaki Armentia nos acerca la historia del asesinato, en 1932, del Secretario de la Diputación de Álava, Enrique Orbegozo Unda. El relato, en la parte que corresponde al atentado, está basado en lo reflejado entonces por la prensa vitoriana

Conducción del féretro / Archivo Provincial de Álava

Vitoria

Iñaki Armentia nos acerca la historia del asesinato, en 1932, del Secretario de la Diputación de Álava, Enrique Orbegozo Unda. El relato, en la parte que corresponde al atentado, está basado en lo reflejado entonces por la prensa vitoriana.

Nos remontamos a 1925 para hablar del contexto socio-político de la época. El 9 de junio de 1925 se establecieron las bases del Concierto Económico entre las diputaciones de Araba/Álava, Gipuzkoa y Bizkaia y el Estado. El acuerdo comenzaba a tener efectos prácticos el 1 de enero de 1927, teniendo una duración de 25 años. En el documento se establecía la cantidad que, en concepto de cupo, debía de satisfacerse mancomunadamente a las arcas estatales, por parte de las tres corporaciones vascas en los primeros cinco años, y que ascendía a 40 millones de pesetas. La contribución al pago de cada uno de los territorios quedó establecida así: Araba/Álava, 1.570.000 pesetas; Bizkaia, 28.380.000; y Gipuzkoa, 10.050.000.

En 1930 nuestro territorio tenía una población de 104.176 habitantes y era la provincia con mucha menos población de las tres y por tanto, con menor riqueza.

En el año 1927, para el desarrollo de sus competencias y la recaudación de los impuestos, la administración foral alavesa disponía en sus oficinas del Palacio de la Provincia de una pequeña plantilla, que no llegaba a la media centena de funcionarios, sin contabilizar los miñones, guardas y camineros.

ENRIQUE ORBEGOZO

Enrique Orbegozo Unda era uno de esos empleados. Estaba casado con María de los Ángeles Anítua, perteneciente a una conocida familia vitoriana, cuyo enlace se había celebrado en el Santuario de Estíbaliz el 15 de octubre de 1920.

Era muy aficionado a jugar en el frontón en la modalidad de pala, participando en numerosos festivales de aficionados organizados por el Deportivo Alavés, que disponía de una sección de pelota vasca. También practicó otra variante de la pelota, la de raqueta en frontón, en la que se utilizaban pelotas no como las de tenis, sino unas cuyo núcleo era de goma maciza, recubierta de hilo de algodón y forrada de piel, que salían con una velocidad atómica al golpearlas contra el frontis. Esta modalidad era ejercida casi en exclusiva por las chicas, incluso como deportistas profesionales, en frontones de Madrid y Barcelona.

Pues bien, en mayo de 1921 nuestro protagonista jugó un partido en la modalidad citada, dentro de un festival de postín organizado en el Frontón Vitoriano, a beneficio de los periodistas locales. En el primer partido jugaron los manistas profesionales de moda de entonces: Mondragones, Zabala II, Txikito de Azkoitia, y Etxabe II. En el segundo partido actuaron los raquetistas aficionados, interviniendo Orbegozo como zaguero, siendo su compañero en los cuadros alegres el empresario del frontón, Juan Alti, y sus contrincantes, Tomás Alfaro, quien fuera alcalde de Vitoria durante la segunda república, y Jesús Guinea. Vencerían los primeros, siendo destacada la actuación de Orbegozo en la prensa de esta forma: “Es un jugador formidable que, emparejado con Guinea, daría mucho que hacer a otra pareja de profesionales”.

EMPLEADO DE LA DIPUTACIÓN

Algún tiempo después de obtener el título de abogado, Enrique ingresó en septiembre de 1919 en la Diputación Foral al conseguir una plaza de oficial letrado. Era un empleo importante y estable, y lo celebró con una comida en el Hotel Peña, acompañado de su cuadrilla de amigos.

Con el tiempo, y mediante promoción interna, alcanzó puestos de mayor responsabilidad. En 1927 era el jefe de la Sección de Gobernación, que incluía: Sanidad, Bagajes y Alojamientos, Servicio Militar, Elecciones, Impuesto de Derechos Reales (actualmente Transmisiones y Sucesiones) e Impuesto de Utilidades (actualmente Rendimientos del Capital y del Trabajo). Compatibilizaba esa jefatura con el cargo de Vicesecretario de la Corporación.

En 1928 fue nombrado presidente del Organismo Jurídico Administrativo, tribunal que atendía y atiende las reclamaciones económico-administrativas de los contribuyentes. Finalmente en 1932 consiguió el cargo mas importante al que un funcionario foral podía aspirar: Secretario de la Diputación.

EL ATENTADO

Ostentando ese puesto, el día 26 de Noviembre de ese año -1932 -, y tras finalizar la jornada de trabajo hacia las dos menos cuarto de la tarde, Orbegozo salió a pie del Palacio Provincial, con dirección a su casa situada en la calle Cadena y Eleta nº 32 (vía que incluía entonces la actual calle Prado). Iba acompañado del empleado Vicente Fernández de Castillo, compañero de trabajo con el que había coincidido durante su etapa como responsable de la Sección de Gobernación.

Tras atravesar la Plaza de la Provincia, los dos funcionarios tomaron la calle de la Constitución (hoy calle Diputación). En un momento dado, Vicente notó la presencia a sus espaldas de una persona que caminaba aceleradamente, volvió la cabeza y observó que se trataba de un miñón, e interpretó que este quería darles algún recado.

Mas no fue así. A la altura del comercio de Bolsos Iriarte – tienda que aún existe-, el miñón les rebasó unos metros y poniéndose frente a ellos de cara, efectuó dos disparos con su arma reglamentaria dirigidos a Orbegozo, uno de los cuales le atravesó la región torácica.

Herido de suma gravedad, el secretario dio media vuelta y, tras andar veinte metros, logró llegar a una farmacia próxima, con la intención de ser atendido con la máxima urgencia. La botica estaba situada en la misma calle, haciendo esquina con el cantón de San Roque, en el mismo lugar que continúa hoy día, si bien con otro dueño.

El farmacéutico Lorenzo de Cura observó tras los cristales del escaparate del local cómo el miñón pasaba con la pistola en la mano, percibiendo también la llegada del herido. Vio como este abría la puerta de la farmacia y entraba en la lonja, acudiendo al instante a socorrerle. Orbegozo tras penetrar en el local pronunció únicamente dos palabras: ¡Cierra la puerta!, tras lo cual cayó desplomado en el suelo. Lorenzo de Cura salió a la calle, solicitando a viva voz la presencia de un médico, acudiendo el facultativo Indalecio Fernández, que se encontraba en las inmediaciones, y que casualmente había saludado minutos antes en la calle a Orbegozo. El doctor comprobó que los disparos le habían causado la muerte y que no se podía hacer nada por su vida.

Mapa de situación / Archivo provincial

El miñón autor del atentado fue detenido cuando regresaba al palacio por el guardia civil Emiliano Terrazas, que se encontraba en la Plaza de la Provincia, y que había observado de lejos lo ocurrido. El secretario fallecido tenía entonces 37 años de edad.

El farmacéutico Lorenzo de Cura en el centro de la foto / Archivo Provincial

A las siete de la tarde del mismo día, el cadáver fue trasladado desde el hospital al Palacio Provincial, siendo recibido por la corporación foral, encabezada por su presidente Teodoro Olarte Aizpuru. La capilla ardiente se instaló en el Salón de las Juntas.

Durante toda la noche el cadáver fue velado por los miñones, por empleados compañeros del finado y por dos monjas de las Siervas de Jesús.

HONRAS FÚNEBRES

A las once de la mañana del día siguiente, Teodoro Olarte convocó a todos los diputados a una reunión extraordinaria. En ella se acordó condenar enérgicamente el crimen, ensalzando la máxima autoridad de la figura del difunto en el territorio, y afirmando que la corporación había perdido a un secretario digno, competente y celoso en su trabajo, que había logrado la estimación y amistad de todos los diputados que formaban la corporación foral.

Tal y como nos muestra una fotografía de la Plaza de la Provincia de aquel día, desde temprana hora, centenares de ciudadanos formaron una larga cola para visitar de uno en uno la capilla ardiente y firmar el pésame en los pliegos puestos a disposición del público.

En la misma jornada y muy avanzada ya la mañana, se efectuó el traslado del cadáver al cementerio de Santa Isabel. Cuatro miembros del Cuerpo de Miñones: los cabos, Nemesio Villaverde y Cosme Montejo, y los números, José Ugarte y Manuel Ruiz, sacaron a hombros el féretro desde la capilla ardiente hasta la plaza, depositándolo en el coche fúnebre que lo trasladaría al camposanto.

Cola de ciudadanos para visitar la capilla ardiente / Archivo Provincial de Álava

En la comitiva que se dirigió al cementerio, además de la corporación alavesa, marchaban representantes de las diputaciones de Bizkaia, Gipuzkoa y Navarra, miembros de otras instituciones y mandatarios de diversos colectivos de nuestro territorio. Todos ellos iban acompañados de una gran masa de ciudadanos, constituyendo una importante manifestación de duelo.

El féretro a hombros de los miñones / Archivo Provincial de Álava

El cuerpo de Orbegozo quedó en el depósito del cementerio y fue enterrado a las seis de la tarde de ese mismo día.

EL JUICIO

En febrero de 1933 se celebró el juicio contra el autor del asesinato, José Uriarte. Un inmenso gentío rodeaba la Audiencia ávida de presenciar la vista, siendo necesaria la intervención de los guardias de asalto – policía estatal de entonces- para contener a los congregados, causándose en el tumulto la rotura de los cristales de la puerta de entrada al edificio.

El fiscal solicitó para el reo la cadena perpetua, máxima pena que establecía la legislación vigente. El acusado fue sometido, con anterioridad a la celebración del juicio, a un examen médico por parte de tres reputados doctores: el Sr. Brizuela médico forense, el Sr. Izaga, director del manicomio de Santa Agueda (Gipuzkoa), y el Sr. Lejarreta, director del manicomio y asilo de la Diputación de Alava.

Los tres especialistas consideraron tanto en los correspondientes informes como en sus manifestaciones ante el tribunal, que el encausado “obró a impulsos de su enajenación mental, no siendo dueño de su voluntad”, padeciendo sin ninguna duda graves trastornos mentales con anterioridad a la fecha del atentado.

Tras esta transcendental prueba, el fiscal retiró su petición de la pena apuntada, resolviendo el juez que el reo ingresara en un manicomio.

Por orden de la Audiencia Provincial, en marzo del mismo año, el acusado fue internado en el Asilo Provincial de Álava, institución que disponía de un centro psiquiátrico.

 
  • Cadena SER

  •  
Programación
Cadena SER

Hoy por Hoy

Àngels Barceló

Comparte

Compartir desde el minuto: 00:00