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Adicciones en la adolescencia

Alcohol, tabaco y menores… Hablamos de ello con nuestro psicólogo, Alberto Soler

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Alicante

Las escenas de menores ingiriendo alcohol es algo que va más allá de cualquier titular. Es una realidad que cada vez comienza antes. Disminuir el consumo de alcohol o tabaco por parte de los jóvenes y retrasar su edad de inicio, continúa siendo uno de los mayores retos de la sociedad y de las autoridades.

Según el Ministerio de Sanidad, un 31,9 % de los estudiantes de enseñanzas secundarias de 14 a 18 años realiza un consumo de riesgo de alcohol en fin de semana.

Analizamos con los psicólogos Alberto Soler, autor del libro Hijos y padres felices, y Rebeca Borredá cómo podemos afrontar las diferentes situaciones que pueden aparecer relacionadas con el consumo de alcohol y otras sustancias:

Edades de inicio en alcohol y a otras sustancias adictivas...

La edad de inicio para el tabaco se ha mantenido relativamente estable durante los últimos 20 años, alrededor de los 13 o 14 años. La edad en la que se pasa a consumir diariamente es poco mayor, alrededor de los 14,5 años. En el caso del alcohol también está estabilizada alrededor de esa misma edad, y se empieza a consumir semanalmente alrededor de los 15 años. El inicio del consumo de cannabis se sitúa en torno a los 15 años. Estos datos son de la encuesta a estudiantes de enseñanzas secundarias (14-18 años); si atendemos a los datos de la encuesta en población general (15-64 años) vemos que las edades de inicio para alcohol y tabaco se sitúan en torno a los 16 años y medio, y para cannabis a los 18. Es decir, los jóvenes de ahora se inician en el consumo de estas sustancias más pronto de lo que lo hacían generaciones anteriores, aunque como hemos visto, en los últimos 20 años estos indicadores se mantienen relativamente estables. Llama la atención especialmente el caso de los hipnosedantes, cuya edad de inicio en el caso de la población general se sitúa en torno a los 30-32 años, mientras que en la encuesta de estudiantes se sitúa en torno a los 14 años, como el alcohol y el tabaco.

¿Qué deben hacer los padres ante esta realidad?

Como nuestros hijos se van a encontrar con esa realidad, es necesario realizar una tarea de prevención, pero hay que tener en cuenta que esa prevención empieza en la infancia. Es necesario cuidar la relación, la comunicación, estar presentes en su vida. Además, hay que promocionar alternativas de ocio saludables, fomentar el ejercicio físico, alentar las aficiones... ya que tener una vida llena de actividades reforzantes evita que la única alternativa de ocio sea el consumo de drogas. Además, es necesario hablar sobre esta realidad, no hacer como si no existiera, así como trabajar las habilidades sociales que facilitaran el que los niños y jóvenes sepan manejar de forma adecuada este tipo de situaciones. Es importante que los padres estemos presentes en sus vidas, pendientes de ellos, acompañarles en el inicio de su ocio nocturno (acompañándoles y recogiéndoles, etc.) Pero es importante que cuidemos la relación con los hijos desde la primera infancia, porque la combinación entre un elevado control y una mala relación da como resultado un alejamiento del adolescente.

¿Cómo deberíamos reaccionar si nos enteramos que nuestro hijo adolescente consume algún tipo de sustancia adictiva?

Ante todo, mucha calma. No debemos perder la cabeza. No deberemos tratarle como un drogadicto por haber fumado algún porro un día o por haber bebido alcohol. De hecho, si atendemos a las estadísticas, podríamos decir que el consumo ocasional de ciertas sustancias es una parte casi normal de la adolescencia. Pero, por supuesto, deberíamos averiguar qué sustancia, con qué frecuencia, en qué contexto, etc. Deberíamos tratar de hablar con tranquilidad sobre el tema, expresando nuestra preocupación y dando información sobre las posibles consecuencias del consumo, pero tratando de no sobre reaccionar siendo excesivamente duros o dramáticos, porque si no, lo único que conseguiremos es que se calle mucha de la información que necesitamos. Trataremos de empatizar con ellos para que se sientan entendidos y se puedan expresar con más facilidad, pero sin llegar a trivializar o normalizar lo que está ocurriendo. Estaremos todavía más pendientes del menor, y si observamos cambios en su rutina, rendimiento académico, estado anímico, de salud, etc. pediremos ayuda.

Hablamos de sustancias, pero la nomofobia (adicción al Móvil) está muy extendida entre los adolescentes...

Y entre los adultos. Muchos de nosotros también hacemos un uso excesivo del móvil. No solo existen adicciones tóxicas (que implican a algún tipo de sustancia), también contemplamos las adicciones no tóxicas como el juego patológico (que vuelve a repuntar con las apuestas en línea) o las NNTT. No obstante, todavía no hay acuerdo en si considerar el uso excesivo del móvil como una adicción, pero en todo caso, es una conducta compulsiva cada vez más frecuente y que hay que observar de cerca. En el DSM5 solo hay una adicción conductual descrita, y es el juego patológico, aunque como decimos, cada vez se le presta mayor atención a este tipo de conductas compulsivas y, de hecho, la Estrategia Nacional de Adicciones 2017-2024 la contempla.

En el caso de niños y adolescentes lo recomendable sería retrasar todo lo posible el uso de estos dispositivos, y cuando llegue el momento, que haya un control por parte de los padres, que son los que deberían guiarles en las normas adecuadas para un uso correcto de los mismos. En muchos casos la primera medida sería que los propios padres fueran los primeros en mostrar el debido autocontrol, ya que no les podemos pedir a los hijos que hagan un uso adecuado de estos dispositivos cuando nosotros mismos estamos todo el día pendientes de estos aparatos.

Prohibido prohibir... El castigo... ¿La mejor opción?

El castigo no es la mejor opción, pero es necesario el control. El castigo vacío al final acaba llevando a un daño en la relación que puede contribuir, paradójicamente, a un mayor consumo. Además, todos sabemos el valor incentivo que tiene lo prohibido. Es mejor educar desde la primera infancia para que ellos mismos tengan una conciencia crítica sobre el tema y cuidar la calidad de la relación con los hijos.

¿Cuándo sabemos que nuestro hijo puede haber generado una “adicción”?

Cuando empezamos a ver cambios preocupantes en su conducta, rendimiento, aspecto físico, modo de relacionarse con nosotros, en su gestión económica, hábitos de ocio, amistades, etc. podemos preocuparnos. Pero estos cambios en menor grado, también forman parte de una adolescencia en la que no hay drogas, por lo que no hay que entrar en pánico. Si hay una buena relación con los hijos desde la infancia, con comunicación y confianza, es muy difícil que los cambios asociados a una adicción pasen desapercibidos. Lo que no podemos pretender es estar ausentes durante su infancia, no considerar importantes sus preocupaciones ni intereses, y de repente cuando llega la adolescencia, pretender formar parte de su vida. La relación es algo que se construye desde el primer momento.

¿Qué hacemos ante ella?

Si hablamos realmente de una adicción, la más probable en menores será al tabaco; en el caso del alcohol y otras drogas se suelen dar más abusos a estas edades. La adicción suele venir más adelante. Una primera medida, obvia, es no permitir el consumo en casa ni facilitar los medios para que lo hagan y sentarnos a hablar del tema. Que no tengan el modelo de consumo de drogas legales en casa ayuda a que nuestro mensaje sea más creíble. Y, en los casos en los que verdaderamente hablamos de una adicción, o cuando vemos que no podemos manejar nosotros mismos el tema, es importante buscar ayuda profesional, ya que hacerlo por uno mismo es muy complicado.

Hoy por Hoy Alicante | SER Saludable, con Sara Tabares | 22/02/2018

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Sara Tabares es entrenador personal en Valencia y directora de PERFORMA entrenadores personales

 
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