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Cómo era Cuenca en 1912 cuando se instalaron los primeros contadores de agua

El agua no llegaba a todos los domicilios de la ciudad, había que recogerla en las fuentes o lavar en el río, pero otros vecinos hacían desperdicio de la misma. Había que buscar una solución

Lavanderas en el Huécar. / Zomeño (Olcades. Temas de Cuenca)

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“El problema del agua, por sus relaciones con la higiene y salubridad pública, es de los que con interés primordial ha de resolver toda Corporación que sepa darse cuenta de sus deberes”, se escribía en la prensa de Cuenca en el mes de marzo de 1912, tras el anuncio del Ayuntamiento de convocar un concurso para regularizar el uso del agua a través de contadores. Este es el tema de esta semana del espacio Páginas de mi desván que emitimos cada martes en Hoy por Hoy Cuenca con José Vicente Ávila. Además, hablamos también del primer Laboratorio Municipal que tuvo Cuenca por esas fechas en un edificio antiguo, como lo es el Almudí, que ha albergado a lo largo del tiempo en sus diferentes espacios el antiguo Pósito, academia de música, Museo, sede de la Policía Local, perrera, sala de exposiciones, plan de droga y otros servicios.

Cómo era Cuenca en 1912 cuando se instalaron los primeros contadores de agua

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Está claro que el agua no se puede desperdiciar ni malgastar, de ahí que hace más un siglo se llevase a cabo su regularización a través de los contadores en los domicilios, que eran toda una necesidad para una ciudad en la que unos abusaban del líquido elemento y a otros no les llegaba.

En la Cuenca de 1912, con 12.000 habitantes, el agua apenas llegaba a las casas, las mujeres tenían que ir a buscarla a las fuentes públicas con cántaros y cubos, e incluso lavaban la ropa en las orillas del Júcar y del Huécar. La canalización no era buena y las huertas del Puente de Palo, de la calle del Agua y los hocinos cercanos a la Puerta de Valencia se llevaban un buen caudal.

Aguadoras en la fuente de San Antón. / Conde de la Ventosa (Crónica de un tiempo, una ciudad)

El problema del agua era uno de los principales en Cuenca, con un anacrónico alcantarillado, y cada mes de enero, cuando había relevo del alcalde de turno, las promesas de solucionarlo entraban en los discursos. Así, el 19 de febrero de 1912, el Ayuntamiento publicó, en el Boletín Oficial de la Provincia, el Concurso para Contadores de Agua, remarcando que “al efecto de procurarse un modelo útil y económico, se abre concurso entre los inventores o constructores de aquellos aparatos para que presenten modelos a fin de elegir declarando oficial el que mejores condiciones reúna, obligando a los particulares a su adquisición”. Pocos días después, en el periódico El Liberal del 9 de marzo se leía que, efectivamente “el problema del agua, por sus relaciones con la higiene y salubridad pública”, era un problema que tenía que solucionar el Ayuntamiento.

Se le recordaba que “a Cuenca llegan en 24 horas 2.480.000 litros y que con ellos hay para cada habitante más de 200 litros. En el depósito entran y del depósito salen; por consiguiente si cada cual gastara la necesaria y no más, sobraría una cantidad enorme. Hágase una lista de los que tienen fuentes instaladas y pregúnteseles si se oponen al contador. Así saldremos de dudas y cada palo aguantará su vela”.

Plaza del Carmen con la cruz del siglo XX y un urinario. / Crónica de un tiempo, una ciudad

Para no variar en el antes y el ahora, de “la cosa municipal”, aunque haya pasado más de un siglo, un mes y medio después de publicado el anuncio, El Liberal mandaba una misiva al Ayuntamiento el 3 de abril bajo el título “Seguimos lo mismo”: “Más de dos años llevamos ya de reproducir sin tregua las quejas fundadísimas que ocasiona la deficiente e irregular distribución del agua potable. Demostrado está con la fuerza de la evidencia que hay casas, calles y aun barrios sin agua, mientras que por otras partes se tira sin provecho alguno una cantidad de exorbitante”. Se habla de demora y cita el periódico las pocas prisas del Ayuntamiento:

“Tímidamente, modestamente, en dosis pequeñísimas, decidió abordar el asunto sirviéndose de tres o cuatro docenas de contadores, y anunció al efecto un concurso público, al que acudieron con modelos y proposiciones varias casas constructoras de tales aparatos. Ni se ha realizado el ensayo de los modelos presentados, ni hay prisa alguna porque se realice demostración plena de la decisión que existe de solucionar el conflicto con su instalación”.

Brigada sanitaria. / Archivo José Vicente Ávila

E17 de abril, el alcalde señor Langreo, comunicó que se iban a realizar las pruebas de los contadores presentados… pero se llegó al mes de junio y de nuevo, con el título “El problema del agua”, preguntaba El Liberal: “¿Está decidido el Ayuntamiento a que se haga la instalación de contadores? ¿Se han convencido ya los señores concejales de que no hay otro medio para evitar lo que ocurre? (...) No hay razón para que unos tiren, sin provecho, lo que otros necesitan. Concédase un margen de gasto para un precio común y establézcase el contador para los que quieran exceder ese margen: porque no hay justicia más perfecta que aquella que consiste en dar a cada uno lo suyo, sin perjuicio de los demás”.

Por fin, nueve meses después, como un parto, a finales de octubre, el Ayuntamiento acordó llevar a cabo las pruebas de los aparatos contadores, entre ellos el de Fermín Romero, “ilustrado y competente director de la Electro-Mecánica Conquense, que ha construido un aparato de su invención, mediante el cual se limita el consumo de agua en cada grifo a la que se pague”. El invento era parecido al “limita-corrientes” que también creó Romero. Por fin, los contadores se fueron colocando muy poco a poco...

Calle de las Torres en 1915. / Archivo José Vicente Ávila

El 15 de febrero de 1913 y con el título “La cuestión de las aguas” se lee en El Liberal: “Una inspección, ordenada por el alcalde accidental, Bartolomé Rodríguez, y llevada a cabo por funcionarios del Ayuntamiento, está poniendo de relieve que son grandes los abusos que se vienen cometiendo en el consumo de agua potable, y que son cuantiosas las defraudaciones que merman el producto del arbitrio, con daño de los intereses municipales. Se dice que aún hay barrios sin agua y alcantarillas rotas por las que se pierde el líquido elemento y que es incomprensible que los llamados a dar ejemplo sean los primeros que han quedado al descubierto en las investigaciones de la inspección”.

Se inició una campaña para evitar los abusos y para que la gente pagase el agua. Un siglo después el agua ha sido un problema, como bien conocemos, para regularizar abastecimientos y pagos.

 
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