Fray Luis de León: Poeta conquense, alumno de Melchor Cano, y con calle en Tarancón
Gema Garrido investiga y resume la vida de este conquense en 'Callejeando por Tarancón'
Tarancón
'Callejeando por Tarancón' se detiene esta semana en la calle Fray Luis de León, de Tarancón. Es una vía que comienza en la avenida Juan Carlos I, enfrente del Bar Olmedilla, y termina en el Paseo de la Estación.
'Callejeando por Tarancón' con Gema Garrido (20/03/2018)
15:21
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BIOGRAFÍA
Como destaca la autora de este espacio, Gema Garrido, Luis de León nació en Belmonte (Cuenca) en 1527 (podría ser 1528 porque hay algunos documentos que se contradicen). Era hijo de Lope de León y de Inés Varela. Su padre era abogado y, al obtener un cargo en la corte, se estableció en Madrid. Cuando Luis tenía 6 años, en 1533, el resto de la familia se reunió con el padre. Era el mayor de cinco hermanos y entre sus antepasados había algunos conversos, es decir, judíos que se habían convertido a la fe católica.
En 1536 se trasladó la corte a Valladolid y toda la familia se desplazó hasta la capital castellana. No se sabe nada de su infancia hasta 1541, año en el que su padre obtuvo el cargo de oidor en la chancillería de Granada y la familia tuvo que volver a trasladarse. Para entonces, el joven Luis estaba en edad de iniciar estudios y fue enviado a Salamanca, donde su tío, Francisco de León, era catedrático de Leyes.
En la Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, el profesor de la Universidad de Salamanca, Javier San José Lera, hace un completo perfil de nuestro protagonista de hoy. Ahí cuenta que pertenecía a una familia bien situada de juristas, tanto en el ejercicio práctico, como en la docencia; y que la intención del padre era que su primogénito continuara la saga familiar, pero no fue así porque Luis sintió la llamada de la vocación religiosa. En 1542 ingresó en el convento de los agustinos de San Pedro, en Salamanca, y el 29 de enero de 1544, con 17 años, profesó junto a otros novicios.
A partir de ese momento se preparó académicamente para ejercer la docencia universitaria. Era frecuente que los frailes estudiaran en sus propios conventos y después convalidaran los estudios ante la Universidad mediante un examen. FrayLuis estudió Artes en el convento de Salamanca hasta 1546. El 18 de octubre de ese año se matriculó como estudiante en la Facultad de Teología, carrera que terminó en 1551. Después combinó la formación académica con el ejercicio de la docencia en conventos de la propia orden, como Soria y Salamanca.
ALUMNO DE MELCHOR CANO
Precisamente en Salamanca tuvo como profesor a Melchor Cano, en la cátedra de Prima, que se llamaba así porque se impartía a primera hora de la mañana. En 1554 entró en contacto con Benito Arias Montano y conoció su versión romance de la Exposición del Cantar de los Cantares.
Fray Luis completó sus estudios con un curso en la facultad de Teología de Alcalá en 1557. Ese año pronunció un discurso ante los agustinos en Dueñas (Palencia) que provocó cierto malestar por su fogosidad al denunciar los males que él observaba en la Orden.
En 1560 obtuvo mediante exámenes los títulos de licenciado y de maestro en Teología. Ya podía optar a la docencia universitaria y en julio de ese mismo año se presentó a la oposición para la cátedra de Biblia, que había quedado vacante. Entre sus oponentes se encontraba Gaspar de Grajal, que fue quien se quedó con la plaza, pero ambos se hicieron amigos. Es importante saber que las oposiciones a cátedras estaban salpicadas de escándalos, conflictos y rencillas entre los candidatos.
En 1561, cuando apenas había cumplido treinta y tres años, tradujo y comentó “El Cantar de los Cantares” en romance. Con su conocimiento del hebreo, exploró el campo semántico de las palabras para verter al castellano el espíritu original de los textos antiguos. Su intención era facilitar el conocimiento de los textos sagrados con el deseo de alcanzar “el bien de los demás y la verdad pura”. Por cierto, el poeta taranconero, Carlos Morales, publicó en 2003, en la editorial El Toro de Barro otra versión de “El Cantar de los Cantares” que los críticos literarios consideran una obra maestra.
El 5 de mayo de 1562, Fray Luis votó en contra del estatuto de limpieza de sangre, que se intentaba introducir en la Universidad de Salamanca, y que consistía en exigir a los aspirantes a ingresar en las instituciones que lo adoptaban el requisito de descender de padres que pudieran probar descendencia de cristiano viejo. Ese año falleció su padre en Granada y viajó a la ciudad andaluza para visitar a su madre.
En el Concilio Compostelano en Salamanca (1565-1566), Fray Luis y Gaspar de Grajal defendieron en público la necesidad de estudiar los originales hebreros en la Biblia.
PASO POR LA CÁRCEL
Sus controvertidas opiniones y sus éxitos educativos le atrajeron la ojeriza de los dominicos, que eran los patronos de la Inquisición. Fue denunciado y detenido en el mes de marzo de 1572 acusado de herejía por traducir la Biblia a la lengua vulgar sin licencia y por su versión de “El Cantar de los cantares”. Curiosamente, el que formuló las proposiciones para su acusación, Bartolomé de Medina, se quedó con la cátedra que Fray Luis ostentaba en Salamanca.
Durante los cuatro años largos que duró el proceso, de marzo de 1572 a diciembre de 1576, Fray Luis se enfrentó con entereza, aunque también tuvo momentos de flaqueza y miedo. Denunció la lentitud de la burocracia, la maldad de sus acusadores, la envidia y la mentira. Compartió esta terrible experiencia con Gaspar de Grajal, que moriría en prisión. Según la tradición, dejó escrito en las paredes de la cárcel de Valladolid: Aquí la envidia y mentira / me tuvieron encerrado...
Según el profesor, Javier San José Lera, es una leyenda que fray Luis escribiera en la cárcel la mayor parte de su obra literaria, puesto que ni la situación vital, ni las fuerzas, ni las condiciones materiales (con el papel contado y signado por los comisarios) lo habrían permitido.
Fray Luis tenía un espíritu indomable y batallador que fue lo que le mantuvo vivo: en sus textos de defensa explicaba que el mejor conocimiento de las lenguas en que se han escrito los textos originales permitiría una mejor traducción de los textos bíblicos; evitando los errores que pudiera haber por la ignorancia de los copistas. Pero todo esto fue recibido con reticencias. Finalmente, el 7 de diciembre de 1576 llegó de Madrid la sentencia absolutoria, recomendando que fuera reprendido y advertido de la necesaria moderación y prudencia.
Algunos biógrafos cuentan que Fray Luis acostumbraba en sus años de docencia a resumir las lecciones explicadas de la clase anterior y que al volver a la Universidad de Salamanca, en 1577, retomó sus lecciones con la frase “Decíamos ayer…” (Dicebamus hesterna die), como si sus cuatro años de prisión no hubieran transcurrido.
En 1578 opositó y ganó la cátedra de Filosofía Moral, en la Facultad de Artes. Pero su verdadera aspiración era llegar a la cátedra de Sagrada Escritura. En 1579 la ganó teniendo como rival a un hijo de Garcilaso de la Vega, Fray Domingo de Guzmán. Hubo acusación de fraude en el recuento de votos, pero la chancillería de Valladolid falló a su favor y pudo ejercer la docencia sin cambios de cátedra hasta el fin de sus días.
El pintor Francisco Pacheco lo describía así: El rostro más redondo que aguileño; trigueño el color; los ojos verdes y vivos... El hombre más callado que se ha conocido, si bien de singular agudeza en sus dichos... de mucho secreto, verdad y fidelidad, puntual en palabras y en promesas, compuesto, poco o nada risueño.
PRODUCCIÓN LITERARIA
Fray Luis era un enamorado de la Sagrada Escritura y de la poesía y, una vez alcanzada su meta académica, se dedicó a la creación literaria en latín y en romance. Hasta este momento no había publicado nada, aunque ya tenía fama como poeta. Se le considera el máximo exponente de la literatura ascética del Renacimiento, y una de las principales figuras de la poesía religiosa del Siglo de Oro, junto con San Juan de la Cruz.
Era un hombre inquieto, apasionado y vehemente, y deseaba la soledad, la tranquilidad, la paz y el sosiego antes que cualquier otra cosa. Su obra está inspirada por el deseo del alma de alejarse de todo lo terrenal para poder alcanzar lo prometido por Dios (el tópico del Beatus Ille), identificado con la paz y el conocimiento.
Sus obras en prosa más importantes fueron “La Perfecta Casada” (1583) y “De Los Nombres De Cristo” y entre sus textos poéticos de iluminación clásica destacan “Oda a la vida retirada”, “A Salinas”, “Noche Serena” o “La Profecía Del Tajo”, conocidos gracias a la labor de publicación posterior de Francisco de Quevedo.
Sin embargo, los manuscritos más fieles a su obra son los conservados y copiados por su sobrino y correligionario, el fraile y teólogo agustino, Basilio Ponce de León, ya que a él le fueron entregados a su muerte por la Orden Agustina para que los editara.
La Madre Ana de Jesús, sucesora de Teresa de Jesús al frente de las carmelitas descalzas le encargó que pusiera orden en los papeles de la madre Teresa, y los preparara para la imprenta. Fray Luis llevó a cabo esa labor de editor y crítico textual, culminando con la edición de las obras de la Madre Teresa de Jesús en Salamanca, en 1588.
MUERTE, TRASLADO DEL CUERPO Y HOMENAJES
En 1591 empeoró su salud. En enero se justificó ante la Universidad por sus largas estancias en Madrid y presentó certificados médicos que lo avalaban. Terminó los últimos capítulos del “Libro de Job” entre Madrid y Salamanca y se reincorporó a las clases de verano de la Universidad en julio. En agosto tenía que presidir el capítulo de la Orden, que se reunía en Madrigal de las Altas Torres (Ávila). El 14 de agosto fue elegido Provincial de la Orden en ese capítulo, pero no pudo llevar a cabo ninguna acción como tal, porque el 23 de agosto murió en el convento de San Agustín de esa localidad abulense. Su cuerpo fue trasladado a Salamanca, donde llegó el día 24 por la noche y fue enterrado en el claustro del convento de San Pedro de la Orden de San Agustín.
Cuando el convento quedó reducido a ruinas por el abandono y los estragos de la Guerra de la Independencia, la Universidad de Salamanca y la ciudad recuperaron sus restos. El 13 de marzo de 1856 se exhumaron y el 28 de ese mes fueron trasladados solemnemente a la capilla de San Jerónimo de la Universidad. Se celebraron exequias en la catedral y una procesión. Sobre el féretro que contenía los restos del agustino, junto a las insignias doctorales, una corona de laurel y un tintero, se colocó el manuscrito autógrafo de la Exposición del Libro de Job, la obra a la que Fray Luis puso punto final poco antes de morir.
Blanca Garrido, una de las bibliotecarias de Tarancón, cuenta que hay una leyenda que explica que la razón por la que no fue beatificado, y sí lo fueron Santa Teresa y San Juan de la Cruz, es que al desenterrar sus restos descubrieron que había arañazos en la tapa de su ataúd, así que consideraron que no era merecedor de la santidad por haberle tenido miedo a la muerte. También podría ser que esa negativa a beatificarlo se debiera a sus antecedentes con la Santa Inquisición.
El 25 de abril de 1869 se inauguró el mausoleo de la capilla y la estatua en bronce obra de Nicasio Sevilla, que preside el Patio de Escuelas de la Universidad de Salamanca.
En su localidad natal, Belmonte, se puede contemplar la pila bautismal en la que fue bautizado, en la Colegiata de San Bartolomé. También en su pueblo hay un colegio, calle y escultura en su honor, además de una placa en la casa donde nació. También hay muchos colegios y calles que llevan su nombre a lo largo de toda la geografía española.