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Guerra Independencia Española

El Empecinado en Cuenca y otros episodios de la Guerra de la Independencia

Juan Martín, conocido en la guerra contra los franceses como ‘El Empecinado’ pasó por la provincia de Cuenca durante el mes de mayo de 1812

El actor Hovik Keuchkerian en el papel de Juan Martín, el Empecinado, en la serie 'El Ministerio del Tiempo', creada por los guionistas conquenses Pablo y Javier Olivares para TVE. / rtve.es

Cuenca

Almudena Serrano, la directora del Archivo Histórico Provincial de Cuenca nos adentra de nuevo en los episodios de la Guerra de la Independencia en el espacio Así dicen los documentos que emitimos cada jueves en el programa Hoy por Hoy Cuenca.

El Empecinado en Cuenca y otros episodios de la Guerra de la Independencia

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Vamos a contar algunos hechos ocurridos en Cuenca y en alguno de sus pueblos como Huete, Moncalvillo, Villalba del Rey, Campillo de Altobuey y Fuentesclaras. Y para ello empezamos por el principio de la guerra, por los primeros días. La Guerra de la Independencia se desarrolló entre los años 1808 y 1814, tras la invasión de España por las tropas francesas con la pretensión de Napoleón Bonaparte de que su hermano José fuese rey, y de que se produjesen las abdicaciones de Bayona en las que el rey Carlos IV y su hijo, Fernando VII, renunciasen al trono sucesivamente, el 5 de mayo de 1808.

José Bonaparte fue designado rey de España el 6 de junio de 1808, aunque el reinado efectivo comenzó el día 7 de julio, tras jurar el Estatuto de Bayona ante la Junta española allí presente, hasta 11 de diciembre de 1813.

Juan Martín, el Empecinado, fue un pesonaje crucial en la Guerra de la Independencia. / rtve.es

De la llegada de los franceses a Cuenca, tras entrar en la península, en el año 1808, conservamos en el Archivo Histórico una carta de aquellas fechas, la que envió José Escolar y Noriega a Pedro de Rojas y Cañizares, informando de la situación en la ciudad de Cuenca, con la llegada de las tropas francesas. En esta carta, tras preocuparse por la salud de la esposa de su amigo, le escribe lo siguiente:

‘Como nos interceptaron un correo, acaso nos habrá vuestra merced creído en el mayor conflicto, pero todos estamos tranquilos y sosegados. El sábado último llegaron a esta una división de franceses, fueron muy bien recibidos, y lo están en el día, sin que hayamos experimentado incomodidad alguna, más que la precisa por la carestía de víveres, pero este es un pueblo corto, pero hasta ahora están contentos’.

Ahora nos trasladamos a Huete, donde hubo problemas de comparecencia con los soldados. El 21 de mayo de 1810 se envió al Corregidor de Huete y su tierra por parte del Gobernador Militar y Político de la provincia de Cuenca una Orden de comparecencia de escopeteros y soldados retirados, sin embargo, sucedió que en algunos pueblos se negaron a ello, desobedeciendo esa Orden al no acudir ninguno.

‘Manda que inmediatamente saliese su señoría con los escopeteros y soldados retirados que hubiere en esta ciudad a ocupar los puntos que acordare, con el teniente coronel don Manuel Castañón, que se halla con una partida de caballos en ella, y para que se reuniesen los de dichas clases de los pueblos de este partido bajo igual método se livraren veredas para su inteligencia y cumplimiento a los que su señoría hubiere de comandar como Capitán a Guerra que es.

En su obedecimiento dio las disposiciones necesarias y se libraron dichas veredas, y aviendo salido con la citada jente y pasado por el pueblo Moncalvillo, por no hallarse en él el alcalde ni regidor decano, enteró de los efectos de dicha orden superior a el fiel de fechos de la zitada villa para que sin perder instante lo pusiese en noticia de dicho alcalde, a fin de que en la noche del día diez y ocho hiziese se presentaren, precisamente en la villa de Villalva, los escopeteros y soldados retirados que en él hubiese, en conformidad del precepto superior.

Pero aunque permaneció su señoría en dicha villa y otros sitios de su inmediación asta la mañana del veinte, no compareció persona alguna de Moncalvillo, y aviendo regresado en el día de ayer por este pueblo y tratado de enterarse del motivo, contestó el mismo alcalde no haber salido ninguno. Y para poder indagar con justificación de quién dimanó esta falta y poder castigar a los ominosos, y que para en lo subzesivo sirva de escarmiento a otros, mandava y mandó se libre oficio a la justicia de Moncalvillo para que haga comparecer al fiel de fechos, a quien se le reziva declaración por preguntas de inquirir relativas a acreditar lo ocurrido’.

El Empecinado

Una figura muy relevante de aquellos años fue Juan Martín, llamado El Empecinado, un militar español que se hizo célebre durante aquellos años por haber derrotado a los franceses en numerosas ocasiones, al frente de su guerrilla.

Retrato de El Empecinado, de Goya. / revistadehistoria.es

Tan célebre fue que Goya le dedicó un retrato y, además, Benito Pérez Galdós le dedicó uno de sus Episodios Nacionales, titulado precisamente Juan Martín El Empecinado. En esta novela se narra toda la crudeza de la Guerra de la Independencia, la vida en la guerrilla y las condiciones de miseria en las que los combatientes y la población vivían, ante los desmanes de las tropas españolas y francesas.

Bien, pues todo esto quedó reflejado, por supuesto en la documentación que conservamos en el Archivo Histórico de Cuenca porque El Empecinado pasó por aquí y tenemos testimonios documentados de sus correrías.

Veamos alguno de ellos en esta carta del 15 de mayo de 1812:

‘A las dos de la mañana del día 10 salimos, retirándonos por Tórtola y La Parra, a fin de unirnos, si era posible, con la columna, a quien se habían enviado varios partes con dirección a Yniesta, sin bagajes en que poder transportar efecto alguno, bien que por lo que respecta a mí ya nada me había quedado de importancia, y entre 10 y 11 de este mismo día ocuparon la ciudad las tropas del expresado Empecinado y han perseverado hasta el 13, concluyendo de consumar el saqueo y destruir las barreras de la fortificación y quemar el Hospital de Santiago y parte de la Ynquisición, que eran los dos puntos de apoyo.

Delante de la casa de la Administración han quemado todos los papeles, libros, patentes y efectos que no les convenía exportar, habiendo quedado únicamente una porción de ropa de iglesia tirada, las quales dispuse se recojan y se está formando la lista para tener cuenta de ello.

Conventos y monasterios

En los años sucesivos, los desastres de la guerra llegaron a todos, también a los conventos y monasterios que fueron especialmente dañados en toda España. Las comunidades religiosas poseían bienes muebles e inmuebles que, desde luego, se tornaron muy apetecibles, sobre todo, para los franceses, que se encargaron de desvalijar en lo que pudieron los bienes utilizables, en especie o en metálico, de los conventos y monasterios, y de apoderarse de sus rentas.

Han llegado hasta nosotros diversos testimonios de aquellos hechos. Seleccionado dos. Nos remontamos a los meses de agosto y septiembre del año 1812, en dos ciudades: Huete y Cuenca. En estos documentos los abades y comendadores de los conventos transmitieron a la Junta Provincial de Cuenca la realidad de su situación en ambas peticiones. En Huete, los mercedarios, dominicos y benedictinos justificaban así su solicitud.

El 15 de agosto de 1812 se escribió lo siguiente, en Huete:

‘Durante la ocupación de este país por las tropas del enemigo de la patria, después de saqueados a su placer los conventos, les intimaron orden para que en lo sucesivo les fuesen remitiendo todos los productos que rindiesen las rentas y propiedades de cada convento de por sí, sin novación alguna, más y quando por su retirada creyeron los exponentes les alcanzaría también algún reflejo de esta felicidad general, y que, restituidos a sus conventos, podrían recoger en ellos a sus tristes desamparados súbditos’.

Y continúa describiendo cómo se encontraban los religiosos y religiosas:

‘Que, desfallecidos al rigor de la necesidad, andaban dispersos y mendigos pordioseando por las casas particulares, sin hacerse posible su reunión, acaban de experimentar otro desconsuelo (…) separándoles de toda propiedad y usufructo de las fincas y rentas pertenecientes a sus conventos, mandándoles den cuenta de quienes sean los arrendatarios y que suspenda la entrega a persona alguna de la más mínima cosa de sus rendiciones, debiéndose entender estas con sólo el Administrador de rentas de esta misma ciudad y partido. En medio de este conflicto no hallan otro remedio que el de implorar, humildes, el benigno amparo de esta Superior Junta’.

Suplicando se digne por un efecto de su notorio patriótico celo amparar a estas tristes comunidades, mandando la suspensión de dicho oficio y que no se les impida su reunión y vida religiosa, que deven observar, ni la recolección de sus frutos con que poderse sostener y proporcionar el piadoso socorro de sus religiosas necesidades, cuya gracia esperan y se prometen asegurada de la Piedad de Vuestra Excelencia’.

En la ciudad de Cuenca, fray Domingo Fernández, presidente de la comunidad de Trinitarios Calzados, es mucho más explícito, entrando a detallar cómo han subsistido tras el saqueo, en el mes de septiembre de 1812:

‘Es público que todos sus individuos salieron de esta capital el 20 de septiembre del año pasado [que era 1811] por no verse en la entrada de los enemigos, y que todos han permanecido, hasta el presente, en los montes y en las cuevas, mendigando los más, abrazando este estado antes que ser participantes de sus compañías y de sus servicios, y se dan por contentos de haber perdido todos los enseres, librería, bienes muebles de sacristía.

Pero en medio de estas desgracias, hijas legítimas de la fidelidad, sólo exigen de vuestra excelencia se libre un despacho a fin de que, libres, puedan cobrar sus rentas y deudas desde el tiempo que no las haian cobrado, y de este modo poder abilitar, aunque no sea más que un altar en su yglesia, una celda y comer igualmente para reconocer quantos enseres sean y pertenezcan a dicha comunidad…

Y ahora veamos cómo les fue a los Agustinos de Campillo de Altobuey, de mano de uno de sus vecinos, un tal Raimundo Sahuquillo, que se pasó al bando enemigo y se dedicó a enriquecerse y, también, a su familia.

‘Debiendo procederse al descubrimiento y percepción por cuenta del Estado, conforme a vuestras órdenes de todos los bienes raíces, muebles, alhajas, dinero, ganados, efectos y qualquiera otra cosa que hayan dado los enemigos, dexado en custodia u olvido en poder de españoles, y creyendo con fundamentos bastante sólidos que el infante español renegado Sauquillo, que tantos daños y robos ha executado en esta provincia con la tropa de su mando, al servicio del rey intruso José, ha enriquezido la casa de sus padres, vecinos del Campillo de Altobuey, parientes y amigos del mismo pueblo, y aun la de su hermano, boticario de la villa de Cardenete, especialmente con los granos de la hacienda de Matallana, perteneciente al convento de Agustinos del mismo Campillo, que administra por disposición del gobierno francés Mateo Antonio Saiz.

He resuelto dar a vuestra merced comisión en forma y tan amplia como se requiere y sea necesario, para que pasando a dichos pueblos, y demás que convenga, proceda con las instrucciones y noticias que le dará el confidente patriota que le tengo manifestado, al descubrimiento de quantos bienes de todas clases, efectos y demás haya recibido qualquiera persona por conducto del Sauquillo, u otro de su mismo partido, procediendo inmediatamente a su recaudación en la misma especie que los recibieron.

Y si no fuesen hallados por haberlos consumido empleado en otros objetos, quales son compras de fincas, ganados y efectos, u ocultádolos recelando esta justa providencia, deberá vuestra merced executarles al reintegro en dinero metálico, sacando a subasta, sino lo aprontasen, quantos bienes se les encuentre, sea de la clase que quiera, sin disimulo ni contemplación la más mínima, pues que así los erigen los intereses de la nación y la perversidad de unas costumbres tan criminales, como también el que los mismos sujetos satisfagan a vuestra merced y demás que sean empleados en auxilio de la comisión las dietas, salarios y gastos que se originasen’.

Y a continuación entra más en detalle del enriquecimiento de Raimundo Sahuquillo, a costa de sus convecinos y de los bienes de los Agustinos de Campillo de Altobuey:

‘Don Raymundo Sauquillo, capitán de cazadores de Caballería al servicio del ilegítimo rey Josef Napoleón, es público y notorio a engrosado a sus padres, hermanos y demás de su familia, con sus apasionados, con los bienes y efectos que con tanta desvergüenza a robado a la Nación y los leales vasallos del legítimo Rey de las Españas, el Señor Don Fernando Séptimo.

Por lo qual combendrá que a todos los expresados se les sequestre y confisque todo quanto tenga, o por lo menos aquello que se justifique les ha sido donado por el pérfido Sauquillo, procediendo del mismo modo con todos los que vayan ocultando sus favorecidos, especialmente con el Administrador que él mismo nombró para que administrase la hacienda del combento de Agustinos de la villa del Campillo, Mateo Antonio Sáiz, de mote el recalado, nombrando en su lugar, si se tiene incombeniente, al Administrador de tabacos de la misma, don Pedro López, sujeto de toda satisfacción y acto (…) pues podrá desempeñar muy bien este encargo por muchos conocimientos que tiene en la agricultura en la que se ha criado’.

Otro convento del que tenemos documentado ese saqueo y cómo quedó es el de los Dominicos de Cuenca:

El 27 de febrero de 1812, José Estrada, administrador de bienes nacionales de la provincia, Antonio Buenavista, contralor de la misma, junto con Francisco Gallego, oficial segundo de la Contaduría Principal, informan sobre la situación de desvalijamiento en que se encuentra el edificio del convento de Dominicos, extramuros de la ciudad, en estos términos:

‘Haviéndose constituido en el combento de Dominicos, extramuros de esta ciudad, a efecto de ocupar e ymbentariar quantos efectos en él se encontrasen, con arreglo a reales decretos e instrucciones, en orden a secuestros, habiendo hallado haviertas todas las puertas, reconocieron con la mayor prolijidad, pieza por pieza, sin que se hallase mueble ni efecto alguno, sino algunos despoxos de maderas inútiles y de ningún valor y viexas, que se trasladarán al almazén general, si en el ínterin se proporciona quien los traslade, no los extraen mediante hallarse todas las puertas habiertas y no poder conseguir que subsistan las puertas sino habiertas, según ynforme del señor Presidente de la Municipalidad, quien las ha mandado cerrar varias vezes, con lo que se concluió este acto que firmarán dichos señores’.

El convento de Dominicos quedó absolutamente saqueado.

Y para finalizar vamos a ver lo que sucedió a un particular que vivía en Cuenca, al que se le secuestraron sus rentas por estar su pueblo, Fuentesclaras, en zona ocupada por los enemigos franceses, el 3 de septiembre de 1812:

‘Que ocupada esta ciudad por los vándalos franceses, con guarnición fija, se vio, como todo el vecindario, precisado a restituirse a su casa con su familia, mayormente quando por su oficio de pintor y dorados no se comprometía en cosa alguna ni perjudicava al legítimo gobierno.

Pero a pesar de estas justas consideraciones, habiendo acudido a cobrar unos frutos de corta entidad, y de que pende en parte la subsistencia de su casa por arriendo de unas tierras propias, sitas en el lugar de Fuentesclaras, se alla con la pena de que la justicia ha contestado que se allan secuestradas estas rentas por haver sido en país ocupado por el enemigo.

Por tanto, a vuestra señoría suplica se sirva acordar se levante el secuestro de los frutos correspondientes en el lugar de Fuentesclaras’.

Como siempre, y como en cada guerra, dependiendo de dónde se encontrase uno, sufría los perjuicios del otro, en este caso, con las rentas secuestradas y teniendo que justificar dónde se encontraba en aquel momento.

Las guerras, sus calamidades e injusticias a lo largo de la Historia, como hemos visto hoy, en este nuevo repaso por la Guerra de Independencia.

 
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