Sociedad

Se cumplen 60 años de la mayor tragedia vivida en el pantano de Ullibarri-Ganboa

El día de Santiago de 1958 ocho guipuzcoanos perecieron en el embalse al zozobrar la barca en la que navegaban

Monumento en recuerdo a los fallecidos / Iñaki Armentia

Vitoria

Nos situamos al final de la década de los cincuenta del siglo pasado.El pantano de Ullibarri-Ganboa fue inaugurado oficialmente el 25 de agosto de 1958, aunque ya se había puesto en funcionamiento con anterioridad junto a otro embalse, el de Urrunaga o Santa Engracia.

Aunque no viene al caso que nos ocupa, aquellos interesados en la historia del embalse de Ullibarri, tienen la posibilidad de saber más a través del libro “A cincuenta años....” de Txus Bilbao en el que se analizan en profundidad diversos aspectos como la obra civil, la concesión administrativa de las aguas, los acontecimientos sociales y otros aspectos del mismo.

 LAS PRIMERAS COMPETICIONES

 El Club Natación Judizmendi, una entidad deportiva histórica en nuestra ciudad, desarrollaba su actividad entonces en la piscina de la que disponía en la esquina de las calles Olaguibel y Los Herrán. Aprovechando la novedad de la existencia de este nuevo embalse y el de Urrunaga, el club consideró que era el momento apropiado para extender su programación deportiva, organizando pruebas de natación en ambos embalses.

En el mes de julio de 1956 desarrolló una prueba en el pantano de Urrunaga a la que llamó “I Travesía del Santa Engracia”, nombre que se refiere al río que discurre por el fondo de este embalse. Fue un éxito total, con la asistencia de más de diez mil espectadores que acudieron a presenciar la competición, desplazándose en coches, motos, bicicletas, autobuses especiales y utilizando también el tren Vasco-Navarro, que los trasladó hasta la cercana estación de Urbina.

Travesía de Santa Engracia / Archivo Municipal de Vitoria

 En 1957 se repetiría la competición convirtiendo el embalse en el “pequeño mar alavés”, al añadir a la travesía de natación, tres pruebas de remo, entre las que destacaba la regata de bateles en la que triunfó la tripulación guipuzcoana de Pasai San Pedro.

La prueba tuvo continuidad al año siguiente – el 25 de julio 1958 –, año en el que se celebró la competición de natación denominada “I Travesía del Zadorra”, si bien en este caso la prueba se disputó en el otro embalse, el de Ullibarri-Gamboa, por cuyo lecho discurre el río Zadorra.

En la categoría absoluta la salida se efectuó en el pueblo de Ullibarri-Gamboa y la meta se situó en las proximidades de la presa, teniendo que nadar los participantes una distancia de un kilómetro.

El tiempo era caluroso, con el cielo despejado y ello invitaba a presenciar el acontecimiento. Era el día de Santiago, festivo en nuestro territorio, y fueron miles los vitorianos que asistieron a ver la competición y bastantes de ellos aprovecharon la jornada para pasar el día completo en el campo.

 La cercanía de las localidades guipuzcoanas de Arrasate, Aretxabaleta y Eskoriatza, situadas al norte de la muga con Álava, hizo que muchas personas de esa zona acudieran a presenciar este evento deportivo.

 Tras la comida campestre, poco antes de las seis de la tarde, un grupo compuesto por siete chicas y dos chicos, la mayoría de ellos provenientes de Eskoriatza, decidieron dar un paseo por el pantano en barca. Utilizaron el batel “Dorletako Ama”, una embarcación a remo propiedad de Eduardo Iregui, industrial asentado en Vitoria y pariente de dos de los excursionistas. Los jóvenes deseaban terminar el día con una distracción interesante.

 LA TRAGEDIA

 El embalse, como es bien sabido, no es como el mar; si bien tiene algunos peligros, como la maleza y las fuertes corrientes de agua producidas por el caudal de agua que el río Zadorra ingresa en el pantano, cuyo lecho discurre por el fondo, desde la localidad de Maturana hasta la presa. Es muy difícil que en el mismo surjan olas peligrosas, como ocurre en los mares y océanos. La superficie, prácticamente, está siempre como una balsa de aceite.

Sin embargo, la calma que presentaba el embalse aquel día, se tornó, en un abrir y cerrar de ojos en tempestad. Hacia las seis de la tarde el tiempo cambió bruscamente con la aparición de una fuerte tormenta con gran aparato eléctrico acompañada de un inesperado vendaval con una lluvia intensa, y un gran ventarrón. Se produjo lo que podíamos denominar como una especie de galerna. Ello que provocó que la embarcación zozobrara y se diera la vuelta, arrojando a sus nueve ocupantes al agua.

 El resultado de este naufragio resultó ser una tragedia. Las siete chicas y uno de los chicos no pudieron alcanzar la orilla y perecieron ahogados. De los nueve ocupantes de la embarcación, solamente consiguió salvarse uno, José María Etxebarria Zuazo, que consiguió llegar nadando a la ribera del embalse totalmente agotado. Seis de los fallecidos residían en Eskoriatza y dos en Eibar.

 Alberto Suárez Alba, que ejercía entonces de periodista en el diario local “Pensamiento Alavés”, cubrió la noticia para su periódico, y se trasladó a Eskoriatza para conseguir más datos para elaborar su crónica.

 Alberto cuenta que la desolación y tristeza en esa localidad era tremenda. Una de las familias afectadas del pueblo, los Iregi Madinabeitia, había perdido a dos hijos y el superviviente de la catástrofe no había conseguido salvar a su hermana, por más que lo había intentado en medio de la tempestad.

 Es realmente escalofriante, todavía hoy, leer las manifestaciones del único superviviente del naufragio. Suárez Alba tuvo la oportunidad de hablar con José María, y esto fue lo que le dijo: “Lo cierto es que la lancha se llenó de agua y empezó a hundirse. Yo, como los demás, salí despedido pero pude enganchar a mi hermana Julia y ponerla nuevamente sobre la quilla. Un vez arriba, nos sorprendió una nueva descarga de agua. Por segunda vez, logré rescatar a mi hermana y la volví a montar sobre la barca. Estando junto a ella vino una ola y me la arrebató. Yo me salvé nadando, cogido a los maderos del bote.”

Trágica escena, con toda seguridad imborrable de la mente de su protagonista, que, seguro, recordará todos los días. Los especialistas de rescate fueron localizando los cuerpos poco a poco, uno a uno, finalizando las labores el 5 de agosto, fecha en la que recuperaron el último cadáver.

 EL MONUMENTO

Emplazamiento del monumento / Catastro/DFA

Como recuerdo a los que perecieron en este terrible accidente, y costeado por el Ayuntamiento de Eskoriatza, se levantó un monumento en las cercanías de Landa, en un terreno situado a 240 metros del restaurante Etxe Zuri Jatetxea, lindante con la carretera que se dirige a Vitoria por Ullibarri-Ganboa. En el mismo se reproduce en piedra la quilla de una barca y sobre ella un pequeño obelisco, también de piedra, en el que constan los nombres y apellidos de los ocho fallecidos.

 En una placa se puede leer la siguiente inscripción: “1958ko uztailaren 25ean Ullibarri-Ganboa urtegian hidakoen oroimenez - En memoria de los fallecidos el día 25 de julio de 1958 en el embalse de Ullibarri-Gamboa. ESKORITZAKO UDALA.”

Placa conmemorativa / Iñaki Armentia/Pensamiento alavés

En julio de este año se cumplirá el sesenta aniversario de este desdichado suceso.

 LISTA DE FALLECIDOS

María Luisa Viteri Aranburuzabala (Eskoriatza) 21 años

María Margarita Badiola Arana (Eskoriatza) 27 años

Antonia Uribe-Exebarria Sáez de Adana (Eskoriatza) 30 años

Carmen Iregi Madinabeitia (Eskoriatza) 30 años

Eduardo Iregi Madinabeitia (Eskoriatza) 27 años

María Luisa Zubizarreta Iregi (Eibar) 28 años

Julia Etxebarria Zuazo (Eskoriatza) 23 años

Edurne Laispur Zabala (Eibar) 27 años

 
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