Disculpen que los distraiga

Disculpen que los distraiga

(Nada, nunca, nadie)

Mariano Benlliure fue un excelente escultor valenciano, representante del realismo decimonónico. Sus esculturas reflejaban un naturalismo minucioso y detallista, resultado de un modelado nervioso y rápido. Este escultor tiene una calle en el popular (y degradado) barrio de Cabanyal, en la ciudad de Valencia.

En el número 141 de la calle Benlliure de Valencia, el pasado 29 de mayo (una de esas fechas que no dicen nada), apareció el cadáver de una anciana. Se llamaba María Amparo Plaza y hoy habría cumplido 78 años. Llevaba muerta, en la cocina de su casa, cuatro años. Hacía cuatro años que nada, nunca, nadie la había echado en falta. Treinta años viviendo sola. Nadie observo que la misma ropa estaba tendida en el patio durante los últimos cuatro años. Nunca se extraño nadie de su silencio. Nada hacía pensar que estuviese viva o muerta. Sólo su banco, paciente como un reloj de sol, cobraba puntualmente su pensión y pagaba religiosamente el alquiler, la luz y el agua. Sólo su banco certificaba su existencia. Ella se fue perdiendo de vista mientras el resto nunca la vio. Sólo su banco lamenta la desaparición oficial de tan buena clienta. Aunque nadie la veía, ella nunca se quejó de nada. Así funciona la soledad.

Hace años, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, tomó la decisión de impedir que los servicios de emergencia informasen, de manera expresa, a los medios de comunicación, de los ancianos que eran hallados muertos, en soledad, en sus domicilios. Era una medida estratégica para que nada, nunca ni nadie nos pudiese distraer de lo importante.

Ahora, María Amparo Plaza debe estar soñando con bosques de castaños, abedules y cedros.

Disculpe que los distraiga, con esta anécdota, de los asuntos importantes de este país.

Sebastián de la Obra.