Las tres muertes de Juan Romero Álvarez

Bilbao

Según hechos probados en sentencia de la Audiencia Nacional en 1996, recogidos en el libro 'Vidas rotas', los terroristas José Gabriel Zabala y Gonzalo Rodríguez robaron un Opel corsa en San Sebastián en 1992, lo ocultaron y en junio del 93 por orden de ETA lo entregaron cargado con 40 kilos de amosal al Comando Madrid. El 21 de junio del 93, a las 8 y cuarto de la mañana, otros integrantes de ETA, no identificados, activaron la bomba al paso de una furgoneta militar por la calle Joaquín Costa. En esa furgoneta iban a trabajar seis oficiales del Ejército: Domingo Olivo, Fidel Dávila, Javier Baró, José Manuel Calvo, José Alberto Carretero y el teniente coronel Juan Romero Álvarez, además del conductor del vehículo, Pedro Robles. Todos fallecieron. Muy cerca de allí Manuel Marlasca dirigía en Antena 3 'El primero de la mañana'.

Con el sonido radiofónico interrumpido por la explosión del coche bomba, comienza el relato sonoro de Pablo Romero en el podcast 'Las tres muertes de mi padre'. A lo largo de tres capítulos, el último de ellos publicado el día en que se cumplieron 25 años del atentado, el periodista relata su vivencia personal de aquel atentado en el que falleció su padre, Juan Romero Álvarez, y cómo ha marcado toda su vida, muy especialmente los últimos cinco años, desde que, a punto de prescribir el caso, decidió empezar a investigarlo.

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Esa investigación periodístico-judicial es la que explica la refrencia a las "tres muertes" de su padre. "Las víctimas de sucesos violentos, si no se sabe quién, qué las ha causado, mueren tres veces: el día en que son asesinados; cuando a los veinte años el caso prescribe; y la tercera muerte es la que intento explicar: la inmesa chapuza que es este país a la hora de investigar".

Ahora que ya ha conseguido acumular todas las pruebas, y conseguido que el caso no se archivase, aunque todavía se encuentre en fase de instrucción, Romero confiesa que la investigación del asesinato de su padre casi le cuesta la vida. "He visto los ojos a la muerte", relata en los micrófonos de 'La Ventana de la memoria'; "Perdí 23 kilos en dos meses vomitando, perdí la memoria, la capacidad de leer y escribir, tuve que estar seis meses en tratamiento psiquiátrico intensivo, casi me cuesta mi pareja, me he arruinado...casi me cuesta la salud".

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Su sufrimiento, como el de muchos otros hijos e hijas de víctimas, ha sido la inspiración para María San Miguel, a la hora de escribir 'Viaje al fin de la noche' la última obra de la trilogía teatral sobre la violencia en Euskadi, de la compañía 43.2. "Los hijos y las hijas son los grandes olvidados en el relato. Han tirado para adelante, disimulando para que sus madres, las viudas, no sufrieran más, cuando el asesinato de sus padres les truncó la vida y todo lo que pudo haber sido y no fue".

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'Viaje al fin de la noche' tiene como protagonistas al hijo de una víctima de ETA y a la hija de una víctima del GAL que era militante de ETA, que conversan con su padre y su madre e intentan comprenderse. La obra es optimista acerca del futuro. "Hay un dolor inabarcable en los hijos e hijas", relata San Miguel, "pero todos ellos son constructores de paz y tienen claro que no quieren que los que vienen detrás vivan lo que ellos han vivido.

La reflexión final de este capítulo de 'La Ventana de la memoria' la firma toda una autoridad en psicología, el catedrático de psicología clínica de la UPV-EHU, Enrique Echeburúa, Premio Euskadi de investigación 2017.

Echeburúa subraya que "la sociedad debe prestar una ayuda activa a las víctimas para superar el dolor, como reparar lo que es reparable, aplicar la justicia, evitar la manipulación de la historia, no homenajear a los terroristas y mantener vivo el recuerdo de lo sucedido para que nunca más vuelva a ocurrir".