La despoblación ya dejó pueblos abandonados en Cuenca en los siglos XVI y XVII
Cuenca
En la actualidad, la despoblación es un problema que afecta a diversas provincias españolas. Cuenca, Teruel, Soria y Guadalajara son las más afectadas. Sin embargo, el efecto de la despoblación no es algo que sea exclusivo de nuestro modo de vivir, sino que, en el pasado, la despoblación rural dio lugar a que quedasen numerosos lugares deshabitados para siempre, y de eso hablamos, remontándonos a los siglos XVI y XVII. Lo hemos contado en Hoy por Hoy Cuenca, en el espacio ‘Así dicen los documentos’ que coordina Almudena Serrano, loa directora del Archivo Histórico Provincial.
La despoblación ya dejó pueblos abandonados en Cuenca en los siglos XVI y XVII
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¿Qué sabemos del efecto despoblador en aquellos siglos?
Efectivamente, la despoblación rural ha sido un fenómeno relativamente habitual durante la Historia, eligiendo lugares mejores para vivir por diferentes motivos, pero hoy nos centraremos en los despoblados de los siglos XVI y XVII, hechos que alcanzaron unas proporciones bastante serias a finales del siglo XVI, años en los que Castilla acusó una situación de despoblación rural que venía fraguándose años atrás.
Sin embargo, en el año 1598, en una reunión de las Cortes, se llamó la atención al Gobierno para que se tomasen medidas para incrementar el cultivo y la ganadería:
Lo que principalmente ha causado disminución en la labranza es la falta tan notable que hay de gente en estos reynos, pues se ven muchos lugares despoblados, y a los que no están del todo, les falta casi la mitad de los vecinos que solían tener.
¿Y cuáles fueron las causas de aquella despoblación…?
En aquel siglo se señalaron cuestiones como la escasez de campesinos, culpando, fundamentalmente, a las frecuentes guerras, además de que se acusó notablemente la emigración de tantas personas, hombres y mujeres, que fueron a las recién descubiertas Indias.
Aquellos viajes a América estuvieron claramente favorecidos por las ventajosas condiciones que ofreció el rey Carlos I a quienes marchasen siguiendo el camino que marcó Cristóbal Colón.
Hay que recalcar el efecto de la emigración a las Indias, con aquellas ventajosas condiciones que estableció el rey Carlos I, en una Real Cédula del año 1535:
Les daremos a nuestra costa pasaje franco y los mantenimientos que hobieren menester, desde el día que llegaren a Sevilla para embarcar hasta que lleguen a las dichas Indias.
Que por término de 20 años primeros siguientes no paguen ellos ni sus hijos ni descendientes derechos de alcabalas ni otras imposiciones algunas.
Les mandaremos señalar las tierras y solares que hubieren menester para que labren e sean suyas propias e de sus herederos e subçesores para siempre jamás, y éstas se las darán en gran cantidad, según lo que cada uno quisere ponerse a trabajar.
Muchos castellanos y, en concreto, conquenses, marcharon a América, y eso que aún estaba sin crear la gran ciudad de Potosí, célebre por su plata, que no se fundó hasta el año 1535.
Además, se culpó de la despoblación a la venta de tierras comunales, la presión ejercida por poderosos terratenientes y, sobre todo, la desigualdad en el pago de impuestos, que daba lugar a que la población huyese ante la llegada del recaudador.
¿Qué zonas fueron las más afectadas por la despoblación en aquellos lejanos años?
La cuenca del río Duero, por ejemplo, fue una zona muy afectada. Se calculó que durante los veinte primeros años del siglo XVII, en la diócesis de Salamanca descendió el número de campesinos de 8.345 a 4.135, y más de 80 villas quedaron despobladas.
En una de las sesiones de Cortes celebradas en noviembre de 1598, se presentó al rey un Memorial en el que se decía, entre otras cosas, lo siguiente:
También se ha disminuido mucha parte con los que se han dado a ser estudiantes, alguaciles, escribanos, procuradores y cobradores (…)
Por la misericordia de Dios ha crecido mucho el número de religiones y monasterios y están todos tan poblados que también esto disminuye la gente de trabajo (…)
En consecuencia, a iguales impuestos con menos población para pagarlos, los problemas y las quejas aumentaban, como así se dijo al rey:
Y siendo, como queda dicho, el número de labradores muy menor que solía, los tributos han sido y son mayores, y es claro que las rentas reales antiguas han tenido mucho aumento y se han criado otras de nuevo, pues esto repartido entre menos número de personas, de necesidad, les ha de caber mayor parte, que por no la poder pagar a sus plazos, se dan jueces con días y salarios que lo vayan a cobrar.
Y el triste que no pudo pagar cien reales de principal, le fuerzan a que pague trescientos, y molestan y tratan con más inhumanidad que si fuesen enemigos, haciéndole vender el pan que ha de sembrar o los bueyes con que ha de arar, o el ganado con que se ha de sustentar, y queda acabado y hecho mendigo…’.
Unos años más tarde, en 1621, un diputado de las Cortes por Granada escribió también la situación de otros lugares:
Muchos lugares se han despoblado y perdido, que en algunas provincias han faltado 50 y 60, los templos caydos, las casas hundidas, las heredades perdidas, las tierras sin cultivar, los vasallos que las cultivan andan por los caminos con sus mujeres e hijos mudándose de unos lugares a otros buscando el remedio, comiendo yerbas y raíces del campo para sustentarse.
Otros se van a diferentes reynos y provincias a donde no se pagan los tributos de millones, alcabalas y otros servicios, por cuya paga y las costas y vexaciones de cobradores, han sido causa destas despoblaciones.
Otros atribuyeron aquella despoblación rural a la venta de tierras baldías o, también de las tierras comunales, que había autorizado Felipe II y sus sucesores. Estas ventas privaron a los más pobres de las parcelas que cultivaban por turno, además de la privación de pastos para los ganados y cómo no, de leña de los bosques, habiendo sido hasta entonces todo ello de uso común en las aldeas. En el año 1628, Borbón y Castañeda escribió:
Si la venta de comunes baldíos se hace en los demás reynos de España, soy de parecer se verá en ellos la misma ruina que en las de la vieja Castilla, pues como todos sabemos, la población de las villas y lugares se hace con las franquezas, exenciones y preeminencias que en ellas se dan a los pobladores.
Pero la situación empeoró. Tanto fue así que en el año 1660, en una Memoria escrita por un ministro del rey, se decía esto:
Ha llegado esta Monarquía al estado más infeliz que es creíble, y está lo más aniquilada y postrada que hasta hoy se ha visto. Y esto, Señora, me toca de experimentarlo y tocarlo cada día, porque por la ocupación de mi oficio llego a muchos lugares que era, pocos años ha, de mil vecinos, y no tienen hoy quinientos, y los de quinientos apenas hay señales de haber tenido ciento. En todos los cuales hay innumerables personas y familias que se pasan un día y dos sin desayunarse, y otros meramente con hierbas que cogen en el campo y otros géneros de sustento, no oídos ni usados jamás’.
La despoblación alcanzó un punto en que los pueblos tenían que solicitar una reducción de la cuota fiscal que habían fijado en los registros de 1591-1594.
¿Y se concedía la reducción en el pago de impuestos…?
Se accedía a esta petición pero la Administración solamente concedía la rebaja fiscal cuando la comunidad había perdido la mitad o la tercera parte de su población.
¿Y qué zonas fueron las que tuvieron mayor despoblación…?
Muchas de ellas pertenecían a Andalucía, Extremadura y las dos Castillas, es decir, la conocida como España seca. Y dentro de esas regiones, la zona de máxima despoblación se hallaba en torno a Guadalajara, Toledo y Castilla la Nueva.
¿Cómo se ganaba la vida aquella gente en estas zonas…?
La actividad agraria fue la dedicación primordial en la inmensa mayoría de la sociedad, junto a la ganadería. Los cultivos predominantes fueron la vid y el olivo, y más tarde el cultivo de cereales. En la despoblación también fue determinante la sucesión de años desastrosos desde el punto de vista climatológico, con heladas continuadas que arruinaron aquellos cultivos.
Pero también debemos mencionar que en el siglo XVI, el precio de los cereales fue controlado por el gobierno, con el fin de contrarrestar el aumento de los precios, lo que significó que esta política favorecía, naturalmente, a los consumidores y perjudicaba a los productores.
¿Y a dónde emigraba toda aquella población, además de los que marcharon a América…?
Fundamentalmente y con carácter mayoritario iban a Madrid y alrededores, en las zonas más cercanas a la Corte.
Ya hemos mencionado que los impuestos fueron un factor importante en la despoblación. En concreto, ¿cómo repercutió esto en las decisiones de marcharse de un lugar?
Los impuestos en España eran abundantes y uno de los mayores obstáculos para los cultivos. Los campesinos castellanos soportaban cargas impositivas una tras otra, hasta que el peso llegaba a ser insoportable. Se pagaban tributos a los señores, los diezmos a la Iglesia, impuestos a la Corona y la renta de los arrendamientos a los propietarios de la tierra, por no hablar de que tenían que hacer frente a las deudas que contraían. Con todo aquello, a finales del siglo XVI, todas estas obligaciones tributarias suponían más de la mitad del producto que los campesinos obtenían de su trabajo. Y de lo que les quedaba tenían que vivir, alimentar y sostener a sus familias, comprar las simientes y mantener o renovar los materiales de trabajo y los animales que usaban para ello.
¿Y qué nos dicen los documentos sobre la despoblación en Cuenca en aquellos siglos…? ¿Cuántos despoblados podemos conocer…?
Efectivamente, a través de los documentos conservados en el Archivo Histórico de Cuenca sabemos cuántos despoblados existieron y existen aún de aquellos siglos, dónde se localizaban y qué rentas producían sus tierras.
Por ejemplo, sabemos que en el año 1567 se hizo una probanza a pedimiento de fray Bernardo de Fresneda, que fue obispo de Cuenca y confesor del rey Felipe II, sobre un lugar despoblado, Gascuñuela, cerca de Alcohujate y Cañaveruelas, que en el documento se dice que ‘se despobló por ser falto de agua para los ganados y lugar enfermo’.
El agua, tan importante para la vida y sin la que era imposible vivir…
Claro, los lugares con agua que se buscaron en los siglos medievales para establecer poblaciones y que, cuando se acaba, genera el efecto contrario.
Además, sabemos algo muy importante, como el nombre que tuvieron aquellos lugares despoblados, que, en algún caso, la gente mayor, ha podido hablar de ellos, pero la inmensa mayoría de los oyentes ni siquiera sabrán que existieron.
Si te parece, vamos a hacer justicia a aquella historia y a aquellos lugares diciendo sus nombres…
Bien, pues algunos de aquellos lugares fueron los despoblados de Mohorte y Ballesteros, en Garcinarro, que ya figuran como abandonados en los documentos que se conservan del año 1589, aunque sus tierras las siguieron cultivando años después otros renteros de pueblos vecinos. Esto era frecuente.
En Huete también hubo otros despoblados llamados Santa María de Cortes y Tomellosa.
Muy cerca de Gascueña existió una pequeña población llamada Medinilla, que quedó abandonado y donde también se cultivaron sus tierras aún en el siglo XVIII.
La etimología de estos nombres denota su antigüedad… Medinilla es muy árabe…
Sí, en nuestra provincia como en toda España, hay muchos nombres de los lugares que indican su antigüedad o alguna característica propia y reseñable, como por ejemplo, Salinas del Manzano, del que ya hablamos de aquellas importantes salinas que dieron nombre al pueblo.
¿Finalizamos con algún despoblado más…?
Otro despoblado fue Robledillo del Záncara, donde hubo un curato rural llamado de Santa María Magdalena, que estaba agregado a Las Pedroñeras, como así consta en documentación del año 1644.
El Hospital de Santiago de Cuenca fue propietario de dos lugres, también despoblados ya en el año 1794, llamado Horcajadilla y Tondillos.
Y en Saelices hubo otro llamado Solacabeza.
Y para finalizar mencionamos el despoblado de Villas Viejas, donde hubo un molino harinero, que se subastó en el año 1855.
Tal vez, alguna de las causas de la despoblación de estos lugares hace siglos perviva hoy, por ejemplo, en la falta de agua que muchos pueblos tienen… Un bien preciado que debemos cuidar.