La vida después de sufrir un ictus

Santa Cruz de Tenerife

Cada seis minutos una persona sufre un ictus en España, y a Betty Barreto le sucedió cuando tenía cincuenta y nueve años. Padecía todos los factores de riesgo para vivir un accidente cerebrovascular, aunque no supo lo que estaba ocurriendo hasta ocho horas después de que se le comenzara a dormir el pie derecho.

Betty es diabética insulinodependiente, sufre hipertensión arterial, altos niveles de colesterol en sangre y pasa por los episodios propios de la menopausia. Es una de las casi 120.000 personas que sufren un ictus cada año en el país, pero también forma parte del cincuenta por ciento que sufre secuelas incapacitantes o fallece. En Canarias, los afectados anualmente se sitúan ya en los 3.500.

Dos años después, Betty recuerda su proceso de recuperación: “Empiezas de nuevo, primero intentas salir de la UVI y después aprendes a hablar bien, porque al principio lo haces como un autómata. Tuve que comprarme cuadernillos Rubio para empezar a escribir”.

Según la Sociedad Española de Neurología, se trata de la segunda causa de muerte en el territorio nacional, la primera en mujeres. Y lejos del pensamiento común, no es una patología exclusiva de los más longevos. Ningún grupo poblacional se encuentra a salvo de padecerla: adultos de entre treinta y cuarenta años, niños o, incluso, neonatos.

“Sigo teniendo fisioterapia neurológica una vez a la semana, pero por privado, porque la seguridad social no lo contempla, y si lo hace, es por un tiempo limitado. Cuando ven que no eres un estorbo muy grande te mandan para tu casa”, concluye Betty.