El jabón: su historia y aquella fábrica del siglo XIX en un pueblo de Cuenca
Conocemos cómo se hacía y cómo se usaba el jabón y las peripecias de un empresario de Cuenca para poner en marcha una factoría para elaborar este producto en el siglo XIX
Cuenca
En el espacio Así dicen los documentos que coordina Almudena Serrano, directora del Archivo Histórico Provincial de Cuenca, y que se emite cada jueves en Hoy por Hoy Cuenca, hablamos esta vez del jabón y de una de las fábricas que hubo en nuestra provincia, la de Valverde de Júcar.
00:00
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1539265854_576331/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
La historia del jabón
Acerca del jabón sabemos que las culturas primitivas ya usaban mezclas de grasas hervidas con cenizas hace 5.000 años. Además, el médico romano Galeano aporta noticias sobre cómo se empleaba el jabón como curación, para lavar la ropa y, por supuesto, para la higiene personal. Y parece que observó que era positivo usar jabón para curar algunas enfermedades de la piel.
A lo largo de la historia de este producto que, como sabemos, es imprescindible para la salud e higiene humanas, debemos mencionar el uso del aceite de oliva, que fue un elemento clave en la prosperidad de la industria del jabón en todo el Mediterráneo, incluido nuestro país, por supuesto, ya que la Península Ibérica figura como tradicional productor y exportador de aceite de oliva desde hace siglos.
El aceite de oliva es un elemento y un gran alimento que siempre ha tenido grandes propiedades, fundamentales para la salud y el bienestar del ser humano. Pero además de como alimento, en gran parte de España, el aceite de oliva se usaba para producir jabón y en Flandes e Inglaterra como detergente en la industria textil.
Hubo que avanzar un poco en la Historia hasta llegar al siglo XVIII, en que la producción del jabón fue. Sería en aquel siglo cuando se desarrollaron mejores técnicas y, sobre todo, cuando empezó a cambiar la conciencia de la población respecto de la higiene.
Los químicos franceses fueron quienes hicieron importantes aportaciones en el avance de la industria del jabón, al descubrir y mejorar fórmulas para la obtención de sosa a base de sal común y, también, describiendo el proceso de saponificación.
En varios programas anteriores hablamos de los hallazgos del científico Louis Pasteur, fundamentales para la salud, y, también, recordamos lo determinante del aseo personal, como reductor del contagio de enfermedades. A Pasteur le debemos grandes descubrimientos relacionadas con la salud y entre ellos que, a raíz de hablarse del beneficio del aseo personal, se desarrollase mucho más la industria jabonera.
Para que comprueben cómo el jabón fue un producto que ya se consideraba clave en la prevención de enfermedades, vamos a reproducir un testimonio del año 1818, en el que un comandante del ejército escribió lo siguiente:
No me queda duda alguna de que parte de las enfermedades que sufren en el primer batallón del regimiento de infantería de la Unión, de mi interino cargo, provienen de conservar encima la camisa sucia, de una semana a otra, sin más limpieza que un corto enfragatorio que la deja más percudida que estaba al mojarla.
En este supuesto, lo ha a vuestra señoría presente para que se sirva abceder a la súplica que se eleva, para que cada lunes se me franqueen para la fuerza presente del citado batallón, según estado que se presentará, medio por plaza para javón o bien su equivalente en especie, pues de otro modo no se contarán jamás las enfermedades, antes bien, hirán cada vez más en aumento.
Por los documentos que se conservan en los Archivos Históricos de nuestro país sabemos que en el siglo XVI, en Castilla, el jabón era una pasta de aceite, sebo y lejía de cenizas para limpiar la ropa, y que se vendía por libras.
El jabón usado en el reino de Castilla era jabón blanco, jabón de Chipre, de Valencia, de Flandes, de ciervo, jabón tierno o jabón de manos. Además hubo jabonetas, que eran pastillas de jabón aromatizadas, que, por ejemplo, en el año 1598 se vendían a tres maravedís cada una.
Pero no sólo se hacía jabón en Castilla, sino que también se importaba del extranjero. Un caso es el jabón que llegaba a España desde Flandes, entre otras muchas cosas que se importaban. Aquí, uno de los lugares más importantes fue Valencia.
El jabón se vendía en forma de pelota y pastillas. Además, como curiosidad para las lectoras, vamos a contar que en el tocador de las damas del siglo XVI no podía faltar el agua de rosas o azahar, aceite de enebro o romero, polvillos de olor y jabón.
Y como Hacienda estaba presente en casi todo, hay que mencionar que el jabón, también, estuvo gravado con un impuesto indirecto, los millones, de los que ya hablamos en su día, que, recordemos, gravaban el vino, la carne, el aceite, el vinagre, el jabón y las velas, entre otros productos de uso y consumo habitual.
La fábrica de jabón de Valverde de Júcar
En la provincia de Cuenca tenemos constancia documental de una de aquellas fábricas de jabón que empezaron a expandirse por España y que se instaló en el pueblo de Valverde de Júcar, que hoy sigue siendo productor de un excelente aceite de oliva. Por tanto, la materia prima para hacer jabón, la tenían.
Y los documentos que rescatamos pertenecen a un expediente del año 1816, en concreto, el 1 de febrero, fecha en la que José María García Rodrigo, vecino de ese lugar, se dirigió al Intendente de Cuenca con el fin de solicitar permiso para establecer en Valverde una pequeña fábrica de jabón. Y en el documento se describe así así:
‘Cuya caldera será de cien arrobas de carga con corta diferencia y para poder principiar dicha elaboración necesita la correspondiente licencia de vuestra señoría, y, también, que tenga la bondad de señalar la contribución que debe pagar, con arreglo a Reales Órdenes y benéficas intenciones de Su Majestad en favor de la industria.
En esta atención suplica se sirva conceder la referida licencia y también fijar la cantidad de maravedíes que ha de poner en esa Real Tesorería por cada caldera que se elavore. Gracia que espera de la justificación de vuestra señoría’.
A esta petición que se envía a la autoridad competente en aquellos permisos, desde la Intendencia de Cuenca, que recordemos a los oyentes era la Administración de Hacienda, se informa de que para conceder dicha licencia, la caldera del jabón que se fabrique debe ser de ley y tener los requisitos establecidos, y que el aceite con que se la prepare sea limpio y no turbio. Además tiene que avisar antes de sacar el producto de cada cocción para liquidar los derechos correspondientes.
Las actividades económicas llevaban gravadas siglos. Bien, pues tras la solicitud, el día 9 de febrero de 1816, según dice el documento, ‘se concede a este interesado el permiso que solicita para establecer en Valverde una fábrica de jabón, de una caldera, bajo las qualidades precisas que expresa el señor Administrador general en su anterior informe.
¿Pero cómo se comprobaba, a principios del siglo XIX, que una industria estaba preparada para comenzar a funcionar? En este caso, se revisó la carga de la caldera y los derechos que se debían pagar porque desde la Intendencia se ordenó que uno de los cabos del resguardo a cargo del Comandante general de la provincia debiera comprobar la cantidad de aceite y el producto de cantidad de jabón que producía.
De manera, que un mes después de la solicitud, el 4 de marzo, se hicieron las comprobaciones oportunas, según quedó escrito de esta manera:
José López Andújar, maestro de la fábrica de jabón duro extablezida en ella, hallándose presentes a el acto el señor don Juan de Extremera, comandante del Resguardo general de Rentas de la provincia, y don José María García Rodrigo, domizialiario de la misma, otro interesado, como dueño de la caldera construida nuevamente para labrarlo y, por ante mí el escribano, de él se procedió a cargar ésta, desocupando dentro de la misma ochenta arrovas de aceyte líquido, que arrojaron el número de pellexos que las contenían, ya para lo que precedió una exacta y escrupulosa cuenta en el particular, que en substancia toda es a lo que se reduce esta operación.
Quedaba, de momento, pendiente ‘la verificación de la elaboración del jabón duro, y quando éste aya adquirido la necesaria disposición para descargarlo, partirlo y pesarlo, por cuio motivo y el de tener que pasarse más tiempo que el de veinte días para esta cosa, tenía y tubo a bien dicho señor comandante trasladarse a la capital con las diligencias originales, haciéndose antes saber a el interesado queda con el cuidado de notiziarlo al administrador para su inteligencia, anotándose en el Libro de Gobierno que se entregará a él mismo, el número de arrobas de aceite en líquido con que queda cargada la caldera y lo demás que combenga saberse…’.
El escribano entregó a José María Rodrigo el Libro de gobierno para se fuera cumplimentando y lo que restaba era hacer el repeso del jabón duro que producía la caldera. Y así se hizo aunque hubo de lamentarse un accidente, que se comunicó el 15 de marzo de este modo:
‘Mui señor mío y de toda mi estimación: verificada que fue la carga de la caldera de javón, regresó a esa el señor Estremera, dexándome advertido noticiase a vuestra merced quando el javón estuviese elaborado, para que, si lo tenía a bien, diese comisión para presenciar su peso.
Un pequeño accidente desgraciado hace que se dilate algunos días más y esto me mueve a manifestar a vuestra merced estoi en darle el referido aviso y hacer qualquier otra diligencia que se estime necesaria, pero supuesto que, en la liquidación hecha por la Administración a las demás fábricas, se considera para el cargamento en el javón un aumento de quarenta por ciento del azeite empleado, creo que podría hacerse aquí lo mismo y yo no atrasaría su venta, luego que estuviese fabricado.
Finalmente, todo estuvo ya dispuesto en el mes de abril:
Haviendo concurrido dicho señor comandante comisionado para esta actuación a esta villa de Valverde (…) a trece días del mes de abril del año de mil ochocientos diez y seis, en prosecución de su cometido, después de haver tomado y dado las disposiciones necesarias, y con asistencia del susodicho y los del maestro de la Fábrica, José López Andújar, procedió su merced por ante mí, el escribano que subscrive, a ejecutar el repeso del jabón duro que habían producido en la caldera, nuevamente construida, las ochenta arrovas de aceyte que relaciona la diligencia precedente, y con las que quedó preparada y cargada la misma, ejecutándose los diferentes pesos que fueron necesarios de los trozos de jabón, amoldados, que a una suma ascendieron todos a ciento y quince arrovas de líquido jabón duro, siendo este el número fixo con que lo quedó verificada esta diligencia, sugeta a el pago de los justos derechos, que se liquidasen por la Administrazión general de Rentas reales de la capital de Cuenca.
No deja de tener mérito que en los años inmediatos a la finalización de la Guerra de la Independencia, que había acabado dos años antes, el dueño de esta fábrica se emplease a fondo en sacarla adelante, en unos tiempos de pobreza y dificultades.