Artemisia

Córdoba

En un día como hoy creo que lo mejor que podemos hacer viendo el panorama político es calmar la mirada hacia otro lado y, por ejemplo, felicitar a la mejor pinacoteca del mundo: el Museo del Prado. Por fin -no está mal tras siglos sin hacerlo- ha decidido sacar de los almacenes la obra de la genial pintora del siglo XVII Artemisia Gentileschi, una de las mejores ‘pintores’ de la historia. Y no es nada personal con ella, por desgracia, sólo 7 de los 1700 cuadros expuestos en este museo están realizados por mujeres, a pesar de la ingente producción femenina que existe: los artistas están en los museos; parece que a las artistas les quedan los almacenes.

Yo les confieso que no me voy jamás de esta institución sin saludar la obra de otra pintora de la época: Sofonisba Anguissola, alguien a quien incluso Ingres admiró hasta su muerte.

La genial Artemisia, que ve la luz pública ahora en el Prado, fue hija de un pintor famoso. Fue pasional y auténtica en su obra como pocos pintores lo han sido. Violada en 1611 por Agostino Tassi, el maestro privado que su padre le había puesto para enseñarle a pintar (recordemos que las academias profesionales estaban prohibidas a las mujeres), tuvo que demostrar públicamente, durante una instrucción que duró siete meses, que la violación había sido tal, que no había habido consentimiento.

Seguramente a ella le habría venido bien una ley de estas de moda, ideológicas y frívolas que atentan contra el hombre, que garantizan el derecho femenino a decidir sobre el aborto o que defiende a las mujeres de la violencia que ahora algún partido llama ‘intrafamiliar’, como si así todo este asunto fuera más amable e inocente por estar bajo el paraguas de la familia: te mato pero familiarmente, no como un machista.

Desde 2003, en nuestro país, 947 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o ex-parejas, por lo que pensar en ello y que se te venga a la cabeza simbólicamente el cuadro de Judith de Gentileschi es todo una. Y, por cierto, finalmente fue la primera mujer de la historia en ingresar en la Accademia del Disegno de Florencia. Y sí, sin cuotas, sin esas cuotas en las que tampoco creéis.