Hablando se entiende la gente... y también los jugadores de baloncesto
A Coruña
Parece que el Leyma Coruña va por el buen camino. Después de una desastrosa racha de nueve derrotas consecutivas, el equipo coruñés parece haber resucitado y ha enlazado dos contundentes victorias que nos devuelven la ilusión por un equipo que empieza a parecerse (pese a los cambios en la plantilla) al que atisbamos en pretemporada.
He escuchado y leído muchas opiniones sobre cómo ha mejorado el equipo en las últimas semanas, opiniones que hacen referencia, en su mayoría, a la mejora del nivel de actividad e intensidad en la parcela defensiva, pero yo quiero poner desde aquí el acento en un aspecto que me parece que puede estar pasando desapercibido, aunque es fundamental: la comunicación.
La comunicación no es un elemento táctico ni técnico del juego pero se puede entrenar. En un equipo, es síntoma de madurez y nos permite vislumbrar el grado de motivación, implicación, compromiso y corresponsabilidad de los miembros del grupo. La comunicación permite afrontar y, en buena medida, resolver muchos problemas (de ataque y de defensa) de los que aparecen durante el transcurso de un partido.
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En los últimos choques, hemos visto a los jugadores del Leyma solicitar ayudas y cambios defensivos, avisar de cortes y bloqueos, darse ánimos en los fallos y celebrar acciones positivas. La química ha regresado al vestuario herculino en el momento oportuno, cuando todavía queda mucha competición y los objetivos son todavía alcanzables.
Los chicos no sólo se comunican durante el juego, sino que también lo hacen durante la rueda de calentamiento o aprovechando los parones que se dan a lo largo del partido. Una palmada de ánimo o un corrillo para discutir la próxima jugada me dicen mucho sobre la (buena) salud del grupo, un grupo que parece haber salido reforzado de un doloroso bache.
El lenguaje corporal de los jugadores naranjas ha cambiado radicalmente en las últimas tres semanas. Lo que antes eran caras largas, inexpresivas e inapetentes, brazos bajos y otros signos de resignación son ahora gestos de concentración, de alegría en los aciertos y de cabreo en los errores; los músculos de los jugadores están siempre en tensión, prestos para entrar en acción, y las miradas reflejan el brillo del deseo, deseo por recuperar el esférico, deseo por anotar dos puntos, deseo por no fallar a sus compañeros, por cumplir su papel y ser útil para el equipo.
Pondré tres ejemplos de este cambio de actitud extraídos del partido del pasado fin de semana:
La comunicación es entendimiento
El entendimiento en baloncesto es asociación; para asociarse hacen falta dos jugadores. Por muy extraño que parezca, en las primeras diez jornadas de liga apenas habíamos visto al Leyma explotar situaciones de 2x2, recurso habitual en el baloncesto moderno que da a casi todos los equipos 10-12 puntos (si no más) por partido. La mejora en la comunicación y la llegada de jugadores como Andrés Miso y Jeff Xavier han cambiado el escenario y Stephens, Bulic y Uchendu lo agradecen. Bloqueo y continuación para finalizar en tiro cerca del aro o abriéndose a un lanzamiento de cuatro metros son jugadas que empiezan a ofrecer su fruto para el Básquet Coruña.
Quinton Stephens, el mejor ejemplo del cambio a nivel individual
Desde hace dos semanas el estadounidense parece otro. El ala-pívot no transmitía emoción. En su paso por el parqué alternaba canastas de cierto mérito con lastimosas decisiones, si bien su lenguaje gestual era pésimo; parecía que el juego no iba con él. En las últimas citas ha sufrido una metamorfosis. No sólo su rendimiento ha mejorado, sino que le hemos visto hacer gestos de rabia cuando algo no le ha salido bien (sí, tiene sangre en las venas), ha aumentado exponencialmente su actividad en la cancha y ha mejorado su toma de decisiones.
Una simple jugada
O no tan simple. Había trascurrido poco más de un minuto de juego del último acto. Nikola Zizic, pívot del F.C. Barcelona se disponía a lanzar el segundo tiro de su serie de dos lanzamientos libres. El montenegrino había anotado el primero, es un buen lanzador. Sergi Pino se dispone a cerrar el rebote pero Johnatan Araujo le dice que le deje su lugar a Sabin (más pequeño y peor reboteador). Una idea había pasado por la cabeza del dominicano, una jugada increíble que a buen seguro ha ensayado en los entrenamientos. Zizic anota limpiamente. Araujo recoge el balón, se apresura en salir de la cancha y lanza un pase de béisbol que atraviesa la pista. Con velocidad, Pino ha tomado la delantera a su defensor, ganando unos valiosos metros, recibe la asistencia en la zona rival y anota en bandeja. Funcionó la pizarra, funcionó la comunicación. Minutos más tarde repetirían la acción.
Dicen que hablando se entiende la gente. También en una cancha de baloncesto.