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Curiosidades del tiempo y los relojes a lo largo de la historia

¿Cómo se medía el tiempo en la Antigüedad? ¿Cuáles fueron los primeros relojes? ¿Cómo marcaban se marcaba el paso de las horas en la Edad Media? ¿De cuántos tipos de relojes hay?

Reloj de Mangana de Cuenca. / Cadena SER

Cuenca

A lo largo de la Historia, el hombre ha contado el transcurrir del tiempo de diversas formas, desde las más sencillas, diferenciando entre el día y la noche, hasta las más complejas de hoy día, con relojes atómicos, de enorme precisión. De todo esto hemos hablado en el espacio Así dicen los documentos, que se emite cada jueves en Hoy por Hoy Cuenca, con Almudena Serrano, directora del Archivo Histórico Provincial de Cuenca.

Curiosidades del tiempo y los relojes a lo largo de la historia

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Vamos a adentrarnos en el mundo de los relojes haciendo un repaso de siglos para conocer mejor cómo se contabilizó el tiempo. Las grandes divisiones que nos proporciona la naturaleza ofrecieron siempre a la humanidad una manera certera de orientarse: el Sol y la Luna, el día y la noche, períodos de frío y calor, primavera, verano, otoño e invierno. Pero desde hace milenios existen, además, relojes de arena, de sol y de agua.

Los relojes de arena son por todos conocidos aunque no tanto los de agua, que se hacían en recipientes que se perforaban en su base, como un colador, y que se cerraban por la parte superior, con forma de vasija, y que servían para transportar agua con seguridad y para contabilizar el tiempo.

Los relojes de sol en Egipto fueron eficaces pero suponemos que no tanto en el Norte de Europa. La desventaja que tiene un reloj de sol en el norte es los días nublados, que no sirve para indicar la hora. En España se conservan relojes de sol o restos de ellos en numerosas iglesias, siempre en la zona meridional, lógicamente…

¿Qué otras formas de medir el tiempo se usaron, por ejemplo, en la Edad Media? En la Edad Media el tiempo era lento y tenía un carácter sagrado, es decir, que pertenecía a Dios. La Historia tenía un principio, la Creación, y un fin, que se dirigía a Dios. El tiempo era circular, en un mundo agrario, las referencias de las estaciones del año eran una indiscutible referencia. Pero, además, las campanas de iglesias, monasterios y torres de ciudades y pueblos fueron referentes fundamentales a la hora de que todos supiesen qué horas del día iban sucediéndose.

Interior del reloj de la Puerta del Sol de Madrid. / Cadena SER

Las horas establecidas como canónicas desde el siglo VI, en la Regla de san Benito, se utilizaron durante siglos y, aún hoy, siguen siendo un referente en el ámbito religioso. Estas horas dividían el día en períodos de tres horas y comenzaban con los maitines, a media noche; los laudes, en torno a las 3 de la madrugada; hora prima, a las 6 de la mañana; Tercia, a las 9 de la mañana; Sexta, el mediodía. Las oraciones correspondientes a las horas canónicas eran: maitines, laudes, vísperas y completas.

¿Y cómo sabían en un pueblo qué hora canónica era en cada momento? Existió la figura del campanero que se encargaba de dar los toques de campana correspondientes a cada hora:

Hora prima, al salir el sol: 3 campanadas.

Hora tercia, media mañana: 2 campanadas.

Hora sexta, medio día: 1 campanada o el toque.

Hora nona, media tarde: 2 campanadas.

Vísperas: 3 campanadas, puesta del sol.

Completas: 4 campanadas, oscurecido.

Y, por supuesto, el canto del gallo y el comportamiento de otros animales, siempre certeros del momento del día en el que se está.

La duración de los días en invierno y verano, sobre todo, era importante a la hora del trabajo y del aprovechamiento de las horas de sol. El solsticio de Invierno derivaba en que el día, dependiendo de en qué zona se viviera duraba entre 6 y 8 horas de sol, siendo las horas de noche muy largas. Sin embargo, los meses de más luz se podía llegar a tener una jornada laboral de entre 16 y 18 horas.

El reloj de la torre de Mangana marca la hora en el Casco Antiguo de Cuenca. / Cadena SER

Los medios para alargar de manera artificial el día eran poco eficaces y caros para la inmensa mayoría de la población. Pero, es que, además, había que descansar de las laboriosas jornadas de trabajo. Se usaron velas de cera, velas de grasa de ovejas y antorchas hechas de madera resinosa, como las teas de madera de pino. Durante el siglo XVI, el uso de las velas fue aumentando una vez que los trabajos se remuneraron en metálico y se podían comprar.

¿Cuántos tipos de velas se conocen en la historia? Tenemos bastante información de las usadas, por ejemplo en el siglo XVI. La cera que se vendía en Castilla era blanca, amarilla, verde y colorada. Por ejemplo, la elaboración de cera verde era exigida en el examen de maestro cerero.

Las ceras más usadas por ser las más baratas fueron la blanca, la amarilla vieja y la cera blanca menuda.

Las velas se usaron también como relojes, siendo las marcas que daban la hora tornillos que caían según se consumían. Una vela del tamaño que conocemos venía durando unas 4 horas, con lo que también servían para computar el paso del tiempo.

Tipos de relojes

En Castilla están documentados relojes de campaña con pesas, sortijas de relojes, relojes de cuello, de marfil que llegaban desde Inglaterra y Alemania, relojes de madera, de música, relojes de torre, despertadores, relojes mostradores, perpetuos… La mayoría de ellos los conocemos a partir de los inventarios de bienes de los relojeros.

¿Con qué material trabajaban aquellos relojeros? En el taller de un relojero, en el siglo XVI, por ejemplo había bigornillas, Boris, bruñidores, cinceles pequeños, limas grandes y pequeñas, martillos, tenacitas, tenazas de arrancar clavos, tenazas de cortar hierro, tenazas de platero y tenazas pequeñas de fragua, además de tornos pequeños de tornear.

Las festividades religiosas siempre han sido hitos importantes en la sociedad. Las gentes de la Edad Media aprendieron el calendario litúrgico y lo usaron. Se partía de dos grandes fechas, que fueron centrales, la Navidad y la Pascua de Resurrección. Y, a partir de estas fechas tan importantes, se fue completando el uso de otras festividades como hitos a lo largo del año, sobre todo, con fines agrarios, rogativas al santo que más devoción se tenía, descansos del trabajo por fiestas, etc.

¿Y cómo aparece este uso de las fiestas en los documentos conservados? Podemos afirmar que estas referencias documentales conservadas en los Archivos Históricos se cuentan por decenas de miles. En los contratos que se hacían, por ejemplo, se usaban las fiestas litúrgicas como fecha tope para el pago anual de rentas y de préstamos. Estas festividades más usadas fueron Nuestra Señora de Agosto o Santa María de Agosto, Sn Juan de Junio y san Miguel de septiembre.

Las rogativas, extendidas desde la Edad Media y durante los siglos de la Edad Moderna, eran fiestas a tener en cuenta a la hora de los descansos laborales. Además, son documentos interesantísimos para saber más sobre Historia de la Meteorología, porque nos informan sobre largos años de sequías, que abundaron.

Los relojes mecánicos se empezaron a utilizar a partir del siglo XIII y, por ejemplo, sabemos que en el siglo XVI había diferentes tipos de ellos y que están documentados. Estos relojes eran de sortija, de arena hechos de nácar, de campaña, de cuello, importados de Inglaterra y Alemania, relojes de música, relojes de torres, despertadores, relojes mostradores, perpetuos, etc. La mayoría de ellos los conocemos por los inventarios de bienes de los maestros relojeros.

Se conservan testimonios de construcción de relojes y relojeros en todos estos interesantes documentos. Por ejemplo, en el año 1356 se hicieron las cuentas para la construcción de la Torre del reloj del castillo de Perpiñán, o los relojes que se entregaron como regalos a la camarera de la reina Mariana de Neoburgo, junto a ostras, pescado en escabeche y otros presentes, en el año 1690, cuando llegó a La Coruña.

También sabemos que en el año 1495 se autorizó al concejo de Madrid a repartir 30 mil maravedís de impuestos entre los vecinos con el fin de hacer un nuevo reloj para la Villa y Corte.

En un pueblo de Palencia, en el año 1554, se dio autorización para instalar un reloj y el problema vino porque los vecinos de tres barrios querían que el reloj se instalase en la torre de la iglesia de su barrio respectivo. Finalmente, se optó por que se pusiese en la iglesia de san Esteban así por aver estado allí siempre, sin aver memoria de lo contrario, y lo otro por estar la dicha iglesia en la plaça principal de la villa, donde están los mesones y reparan los caminantes, y porque de allí se oye en toda la dicha villa.

¿Y la construcción de relojes en los pueblos siempre se pagaba con dinero de los impuestos? Se costeaba con impuestos extraordinarios o se sufragaban los gastos con los bienes propios de los concejos, como ocurrió en Cádiz, en el año 1500, en que se usaron dineros de los propios y rentas para pagar los 11 mil maravedís que faltaban de lo gastado en la construcción de un reloj.

Un relojero italiano

Recatamos un caso ocurrido el 13 de febrero de 1608, en Madrid, cuando se necesitaba un relojero que fuese a las Islas Filipinas. Se mandó consulta al Consejo del Rey Felipe III, con el fin de que se concediese tal licencia. Pero ocurrió que ningún relojero español quería ir allí, tan lejos, y, sin embargo, sí que estaba dispuesto a embarcarse un relojero italiano, de modo que el rey tuvo que dar licencia para que el vecino italiano viajase hasta Filipinas. Veamos cómo lo cuenta el documento:

Hernando de los Ríos, que vino por procurador general de las Yslas Philipinas, a representado que en ellas ay gran falta de relogeros y que para su ppliçía y bien público conuiene que le aya.

Y, aunque a procurado buscar uno que lo sea y español, no le halla para yr a las dichas yslas, respecto de ser el viage tan largo y la tierra nueua y pobre.

Y visto que allá aprueuan bien italianos a hallado uno y se llama Jacome de Sidra, que es bueno offiçial, y suplica a Vuestra Magestad le mande dar liçençia para lleuarle consigo.

Y, hauiéndose visto en la cámara, ha paresçido se le podría conceder liçençia para lleuar el dicho relojero, sin envargo que sea ytaliano por tener necesidad dél en aquellas yslas.

 
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