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El origen y el uso de la pólvora y algunos casos ocurridos en Cuenca

Desde que la inventaron los chinos, hasta casos de contrabando documentados a lo largo de los siglos, la historia de la pólvora deja un sinfín de curiosidades

Descargas de pólvora en las fiestas de Moros y Crisitianos de Valverde de Júcar (Cuenca) declaradas de Interés Turístico Regional. / Ayto. Valverde de Júcar

Descargas de pólvora en las fiestas de Moros y Crisitianos de Valverde de Júcar (Cuenca) declaradas de Interés Turístico Regional.

Cuenca

El espacio Así dicen los documentos, que coordina Almudena Serrano, directora del Archivo Histórico Provincial de Cuenca, y que se emite los jueves en Hoy por Hoy Cuenca, lo dedicamos esta vez a conocer algo sobre el origen y uso de la pólvora, que según se estableció en un antiguo tratado era el alma verdadera de la artillería, que está en la base de los progresos del arte de la guerra. Y hablaremos al final de algunos casos sobre usanza de la pólvora ocurridos en la provincia de Cuenca.

El origen y el uso de la pólvora y algunos casos ocurridos en Cuenca

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Para comenzar, lo mejor es ir al principio de todo, al origen de la pólvora, su invención y sus primeros usos. El origen de la pólvora es antiquísimo y se la puede considerar como una de las más importantes innovaciones tecnológicas del ser humano, puesto que ha supuesto un hito en el desarrollo minero y, también, en las obras públicas, sin olvidar el uso militar del que hablaremos, cómo no.

Tradicionalmente se establece su origen en China, en el siglo IX, en que se fabricó pólvora negra tras una mezcla de nitrato potásico, carbón vegetal y azufre.

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Así se reconoce en el Tratado de la pólvora, editado en Segovia, en el año 1847, que se dice lo siguiente: El salitre, el azufre y el carbón fueron empleados en las primeras pólvoras, y estos mismos principios se reconocen hoy como necesarios para que el compuesto resuelva cumplidamente el problema que se encierra en su misma definición, en el momento de transformarse en cuerpos gaseosos de naturaleza expansible.

Y en cuanto al origen se pone de manifiesto que los primeros pueblos que debieron fijar su atención en el salitre debieron ser los más orientales del Asia, porque la naturaleza lo ofrece allí con mayor abundancia en la superficie de su suelo en estado de eflorescencia.

Además, se dice en este Tratado que el salitre se forma en Egipto, en dos lagos situados al oeste del Delta, y que es tan duro que para romperlo se emplean barras de hierro.

Sobre el salitre tenemos que decir que se usaba y se podía encontrar en las boticas del siglo XVI y que, además, era recogido por los boticarios de los muros viejos de los edificios. Ese salitre que se provoca en la roca caliza por la filtración del agua, que aparece en forma como de algodón.

Sobre el salitre y la pólvora, en el año 1782 se publicó un libro con un título bastante indicativo: Discurso sobre la pólvora: su descripción, origen, intrínseco valor, plausibles efectos, necesidad de ella, escasez que hasta aquí hubo en España, su abundancia actual y medio descubierto para que se conserve y aumente.

Una de las curiosidades de la utilización del salitre fue que los antiguos lo usaron para construcciones, como se justifica por las ruinas de la fortaleza de Alcassar, en el imperio de Marruecos.

Además, los persas dieron al salitre el nombre de sal de la China, y el aspecto exterior del salitre llamó la atención de los médicos de Egipto, y por él le dieron el nombre de nieve de la China.

Fiestas de Moros y Cristianos en Valverde de Júcar (Cuenca).

Fiestas de Moros y Cristianos en Valverde de Júcar (Cuenca). / Ayto. Valverde de Júcar

Fiestas de Moros y Cristianos en Valverde de Júcar (Cuenca).

Fiestas de Moros y Cristianos en Valverde de Júcar (Cuenca). / Ayto. Valverde de Júcar

¿Y cómo llegó el uso de la pólvora a Europa, cuál fue el camino? Como dijimos, fue en China donde se comenzó a usar y esto se justifica porque el salitre se presentaba en tan extenso país con mucha abundancia y en el estado ya casi puro y cristalino en la superficie de su suelo.

Pero, inevitablemente, su uso se fue extendiendo y parece que fue el monje Roger Bacon, en el siglo XIII, el encargado de su difusión que, a su vez, lo había aprendido a partir de textos árabes.

Y, a partir de ahí, el modus operandi de las guerras cambió. Así fue a partir del siglo XIV en que la pólvora se comenzó a utilizar para propulsar armas de fuego, convirtiéndose en el elemento principal de los enfrentamientos, usándolo como explosivo en cohetes, bombas, cañones, pistolas, mosquetes o granadas.

Y también se usó en la minería. En el siglo XIX ya se comenzó a usar la mecha de seguridad en las voladuras, algo más controladas desde ese momento y no voladoras a gran escala, con el peligro que suponían.

Y si entramos en el siglo XIX, no podemos dejar de hablar de Alfred Nobel que experimentó con nitroglicerina, que había sido descubierta por un italiano en el año 1842. Además, Nobel mejoró su proceso de fabricación, no sin antes haber visto cómo se destruyeron accidentalmente varios de los lugares donde trabajaba. En el progreso de sus descubrimientos, Nobel patentó la dinamita, en el año 1867. A partir de ahí se fueron construyendo rápidamente fábricas y fue sustituyendo a la pólvora.

Y llegados a este punto, vamos a conocer algunos usos de la pólvora en el pasado, recuperados de los documentos. Empezaremos por contar cómo se usó la pólvora en el año 1536, en la fortaleza de Santo Domingo, para lo que la Reina Juana, madre de Carlos I, ordenó, a través de una Real Cédula, que los navíos hicieran salvas a la fortaleza, según vamos a leer:

Sabed que por cédula nuestra está mandado y ordenado que todos y qualesquier navíos que de qualesquier partes viniesen y entrasen en el puerto de la dicha çibdad de Santo Domingo, de la dicha ysla Española, fuesen obligados a saluar la fortaleza della, y a tirar çiertos tiros y alçar bandera, porque no se haciendo esto podría nacer ynconvinientes.

Agora, por parte de Gonzalo Fernández de Oviedo, nuestro alcaide de la dicha fortaleza de la dicha çibdad, nos ha sido suplicado que, porque en efectuarse lo susodicho, así de ciertos años a esta parte, mandase que de aquí adelante se hiciese o como la nuestra merced fuese, lo qual, visto en el nuestro Consejo de las Yndias.

Veamos, entonces, qué fue lo que determinó la Reina para la mayor seguridad de la fortaleza de Santo Domingo, según llegaban los navíos:

Y por convenir a nuestro servicio y para la buena guarda de la dicha ysla y seguridad de la dicha fortaleza, fue acordado que debíamos mandar dar esta nuestra carta, por la que vos mandamos a todos y cada uno de vos que, de aquí adelante, todos a qualesquier maestres o dueños de qualesquier navíos que llegaren a la dicha isla española, sean obligados de que antes que enparejen y se acerquen con los tales navíos a la dicha fortaleza, tirar un tiro de artillería, y quando llegaren y enparejaren a ella tiren otro tiro de su artillería.

Pero, además de tirar los tiros de artillería, se debía alzar bandera en señal y para que el nuestro alcaide, Gonzalo Fernández de Oviedo, o el que después fuere de la dicha fortaleza, reconosca que los tales navíos son de nuestros súbditos e naturales.

Y si esto no lo hacía el maestre o dueño del navío pague la tal persona, luego que llegare, un quintal de pólvora, para el servicio de la dicha fortaleza, la qual dicha pólvora sea entregada al dicho alcayde que es o por tiempo fuere della.

Debemos recordar que el aviso de la llegada de navíos españoles fue muy importante puesto que por el Mar Océano no dejaban de navegar corsarios y piratas, sobre todo, ingleses y franceses, que saqueaban las ciudades de la costa. Por eso había que extremar las precauciones.

En el año 1569 se hizo una relación de las armas, arcabuces y pólvora que fueron remitidas des de Génova a España en un galeón que iba capitaneado por Vicente Viasso de Alegrete. En total se enviaron:

137 cajas en que dize que ay mil y seteçientos y ochenta arcabuzes, a 13 arcabuzes por caja, excepto una que ay 12 solamente.

Ytem, treynta cajas en que dize que ay sesenta flascos de arcabuzes, eçepto dos cajas en que van çinquenta por cada una.

Çiento y treynta y tres caxas de cosoletes y en cada una de las quales dize que ay çinco cosoletes.

Y, finalmente, se completaba este envío con trezientos y sesenta barriles de pólvora de los quatroçientos que truxo en las galeras el señor Joan Andrea y los quarenta barriles se dexaron de embiar por quanto la galera de Estevan de Mari que los truxo de Nápoles no se halló aquí al tiempo que en el dicho galeón se embgarcó lo susodicho y se hizo a la vela.

Este relación de armas, arcabuces y pólvora es un documento que se hizo en Génova a treynta de octubre de 1569.

En el siglo XVI, los que fabricaban pólvora se llamaban polvoristas y la elaboraban valiéndose de cedazos, cazoletas de sacar pólvora, morteros con mazos de madera y panderas. Y existían los polvorines de cuerno que eran unos frasquillos de llevar la pólvora. Esta pólvora se vendía por libras y fue relativamente abundante la que se vendía de Aragón y de Sevilla.

Y pasamos al siglo XVIII, al reinado del célebre Carlos III. Importante reinado, en el que el rey emitió, desde El Pardo, una Real Cédula en la que establecía el reglamento sobre el uso y distribución de pólvora, balas y piedras para los batallones de Infantería, documento que fundamentó del siguiente modo:

Por quanto he tenido por útil y conveniente a mi servicio que los soldados de mi Infantería se habiliten en el cargar y apuntar bien, a fin de que familiarizados con el uso de los tiros en la paz por un ensayo semejante a las operaciones de la Guerra, adquieran aquella prontitud, firmeza y confianza que produce la práctica, he venido en señalar anualmente para los ejercicios de cada Batallón, desde el mes de abril de este año en adelante, la pólvora, balas y piedras que expresan los artículos siguientes.

Y se hace relación de todo ello, haciendo hincapié en esa práctica de tiro que debía adquirirse en tiempos de paz para ir con confianza cuando hubiese que usarse en guerra.

Y relativo al uso de aquella pólvora por Cuenca, sabemos que el Archivo Histórico Provincial actual, fue un edificio que ocuparon los franceses durante la Guerra de la Independencia, y que sufrió las consecuencias de la pólvora. Así lo tenemos documentado. Como los oyentes conocen, el actual Archivo Histórico fue Tribunal de la Inquisición hasta que llegaron las tropas francesas a Cuenca y lo ocuparon, durante la Guerra de Independencia. Pues, bien, tras unos años en la ciudad, cuando se marcharon de Cuenca, emplearon la carga de pólvora que les quedaba en volar este edificio, que, siendo los daños cuantiosos pudo haber sido una pérdida irreparable porque solamente volaron una parte de la zona suroeste.

Además, tenemos documentados otros casos anteriores en el tiempo en los que la pólvora es la protagonista, como fue la denuncia que puso el alguacil de Cuenca, Francisco Gómez, contra Martín de Cogolludo, por disparar y matar unas palomas con una escopeta con pólvora y perdigones, en el año 1583.

O la denuncia de Antonio de Mella, alguacil de Cuenca, contra un vecino de Iniesta, por meter en la ciudad cosas prohibidas como naipes, pólvora, pimienta, alpargatas y otras cosas, en el año 1620.

Y, avanzando los siglos, tenemos un caso más curioso es el expediente del año 1901, en que se dispuso el alzamiento de los bienes embargados a una procesada, natural de Albendea, por el contrabando que hizo de pólvora.

Tenemos datos relativos al fabricante de salitres de las Reales fábricas de pólvora de Murcia, a las que, por ejemplo, en el año 1809, se solicitó una remesa de 900 arrobas para las necesidades que había en Cuenca.

Además, el fabricante de Murcia, ante el mucho trabajo que había que sacar adelante en la Real fábrica, pidió ese mismo año 1809 que se exonerase a los mozos robustos e instruidos que mantenía para la elaboración de la pólvora y que habían sido alistados.

Y como curiosidad final tenemos que contar en un expediente se incluyeron diversas piezas de convicción de un detenido, que fueron una bolsa de pana, una escopeta de pistón y un cuerno con pólvora, en el año 1909.

 
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