Los misterios de las campanas de Cuenca que ahuyentaban tormentas o que tañían solas

Las campanas han sido siempre un medio de comunicación a larga distancia, tanto en el núcleo urbano como en los alrededores, incluso se podían llegar a escuchar a cinco kilómetros. Una comunicación universal que avisaba sobre acontecimientos positivos pero sobre todo negativos.

Prácticamente no existía iglesia en nuestros pueblos y ciudades que no dispusieran de una o varias campanas, un elemento primordial para marcar los actos religiosos.

Utilizadas para ahuyentar a las tormentas como es el caso de Villalbilla, pueblo abandonado de la comarca de la Alcarria y perteneciente al municipio de Villar de Domingo García y que nos ha contado Iván González, según le relató su abuelo que vivió en este pueblo.

También hemos conocido la leyenda de La Campana de Cuenca. De todo esto hemos hablado con Sheila Gutiérrez y Miguel Linares, en el espacio Misterios Conquenses que emitimos cada martes en Hoy por Hoy Cuenca.

La leyenda de la campana de Cuenca

En el siglo XVII se ordenó el abandono inmediato en España de todos los templos de la orden jesuita, mandato realizado por Carlos III. En Cuenca también se produjo tal expulsión y los jesuitas que vivían en un pequeño convento en los alrededores de la Iglesia de las Angustias debían abandonarlo.

Dejaron el lugar de una manera totalmente pacífica, sin oponer resistencia. Tras ser desalojados se colocó unos tabiques en la puerta que cerraron el convento cerrado a cal y canto. Pasados unos días los vecinos comenzaron a escuchar el sonido de las campanas. Estaban asombrados y un poco temerosos ya que también escuchaban el órgano de dentro de la iglesia. Eran tantos los rumores y la extensión sobre los hechos con un origen sobrenatural que incluso las autoridades tuvieron que interceder y abrir una investigación.

Decidieron romper aquellos tabiques y el misterio se resolvió al encontrar en su interior a un monje Jesuita que quedó atrapado sin poder salir, sobreviviendo gracias a una pequeña parcela destinada al cultivo. La realidad superó a la ficción y las campanadas fantasmales no lo eran tanto. El milagro fue que aquel jesuita sobreviviera, dando como resuelta la Leyenda de la campana de Cuenca.