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Manolo Cardo

Manolo Cardo junto a Lagares en una imagen de archivo / Radio Jerez Cadena SER

Jerez de la Frontera

A Manolo Cardo había que conocerle a través de sus futbolistas. Tras su fachada campechana y un tanto ingenua se escondía un tipo que se las sabía todas dentro del fútbol y que era muy respetado por sus jugadores. Al Xerez CD le fueron muy útiles su experiencia y sabiduría en las dos etapas en las que lo dirigió. La primera, sustituyendo en la temporada 89-90 en Segunda división nada menos que a José Antonio Irulegui, uno de los entrenadores más queridos por la afición xerecista. El de Lasarte le dejaba el listón altísimo, pero el coriano tiró de empatía y motivación y le supo sacar a la plantilla el mejor rendimiento para acabar la temporada en una posición cómoda. Tan buen papel hizo que la UD Las Palmas le ofreció un muy buen contrato y puso rumbo a las Islas Afortunadas.

La segunda etapa fue en Segunda B, concretamente en la 93-94. Después de año y medio, al desaparecido Delfín Álvarez se le acabó el crédito y el consejo de administración del Xerez CD SAD vio nuevamente en Cardo el revulsivo que el equipo necesitaba. Y lo fue, quedándose a las mismas puertas de la liguilla de ascenso a Segunda en aquella tarde de infausto recuerdo par el xerecismo en Almendralejo, en la que a pesar de golear al campeón del grupo dijimos adiós a toda posibilidad de luchar por regresar a la categoría de plata.

Aquello fue un palo, uno de los más duros para quien se había curtido una década antes en un Sevilla al que había logrado clasificar para la Copa de la UEFA. La afición le pidió que se quedara y Cardo esta vez se aceptó, aunque seis meses más tarde era destituido como técnico del Xerez CD tras ser vapuleado en Chapín por un Sevilla B magistralmente dirigido desde el mediocampo por un jovencísimo Pepe Masegosa.

Desde entonces, Cardo y el xerecismo separaron sus caminos profesionalmente. Él entrenó al Marbella en Segunda durante quince partidos en la 95-96 y luego se dedicó a seguir desde la grada a sus equipos del alma, el Coria y el Sevilla. Mientras tanto, al xerecismo le quedaban por delante los mejores y los peores momentos de su historia.

Desde su puesto de asesor del Coria recomendó en su día el fichaje de Carlos Orúe, cuando el cuadro coriano parecía hundido sin solución en el fondo de la tabla del grupo IV de Segunda B. El jerezano, junto a Perdigones, hizo un trabajo excepcional y los sevillanos acabaron eludiendo el descenso tras una grandísima reacción.

Este domingo, aprovechando la visita al Guadalquivir del Xerez Derportivo FC, tendré la oportunidad de volver a saludarle. Le recordaré lo que me dijo hace años, cuando entrenaba al Xerez CD y yo era corresponsal de su querido diario ABC: “El banquillo es como una silla eléctrica, ya me va quedando poco en esto”. Un maestro del fútbol y de la vida.

 
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