Una reflexión sobre lo que comemos en Lanzarote
"Comer es un acto de considerable trascendencia que requiere cierta capacidad de análisis y de compromiso. Definitivamente, Lanzarote es lo que comemos", explican desde SAT El Jable.
Arrecife
Los tesoros de la gastronomía isleña tienen mucho que ver con los ecosistemas singulares en los que se cultivan estos alimentos, con las prácticas ecológicas o las condiciones laborales empleadas para obtenerlos. “Uno se podría estar llevando a la boca productos que concurren en el mercado sin la debida trazabilidad con el único mérito, en el mejor de los casos, de estar bien dispuestos en el plato”, explica la SAT el Jable. “Compiten de manera desleal y desplazan a las verdaderas joyas gastronómicas de la isla con las nefastas consecuencias sociales, culturales, económicas y medioambientales que tiene este modo de proceder”. Esta semana en la sección #PisandoelRofe con Ascensión Robayna analizamos el origen de lo que comemos en Lanzarote. Escucha la sección aquí:
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¿Llegan las joyas gastronómicas de Lanzarote a los restaurantes?
"A Lanzarote, después de haber abrazado un modelo de desarrollo basado en el turismo de masas, le ha quedado un reducto de una agricultura tradicional singular capaz de forjar una gastronomía con enorme carácter identitario", explica Ascensión. "En el día a día pocas veces se pone sobre el mantel el sentido crítico y consciente que debe acompañar una comida. Por esta razón, se aconseja la reflexión que todo comensal responsable, antes o después, debería hacer para evitar que la tierra se abandone o en el peor de los casos, se utilicen prácticas que pongan en peligro la salud o se emplee agua de mala calidad que dañen los suelos fértiles disminuyendo o anulando la posibilidad de usar el recurso a las generaciones venideras".
Es frecuente mencionar a Francia como aquel país, donde los agricultores gozan de reconocimiento y prestigio. En Lanzarote, todavía no, la razón estriba en que quienes cuentan el relato se olvidan de poner el foco en las personas o colectivos que cuidan de la tierra, prefieren, si acaso nombrar el lugar para salir del paso, como si esto fuera suficiente, despreciando más si cabe al factor humano y el capital social que lo hace posible. Una batata de San Bartolomé o una calabaza de Soo o unas lentejas de Teseguite o unos chícharos de Tinajo o papas de Los Valles, nada dicen de sus legítimos protagonistas. "Es más, en esta isla de escasa cultura cooperativista, se precisa que ésta se encuentre representada en cada plato de los comedores públicos y en las cocinas de carácter privado también", explica la SAT El Jable.
Con alimentos de extraordinaria calidad idóneos para proporcionar salud a los comensales, justicia a los agricultores, sostenibilidad ambiental en un territorio de ecosistemas agrarios frágiles, estamos obligados a conservar de modo que se contribuya a paliar los efectos del cambio climático global. Siempre, claro está que se fundamente en principios agroecológicos, de soberanía y seguridad alimentaria acordes con lo que significa vivir en una Reserva de la Biosfera.
Se necesita que las diferentes promociones de agricultores convivan, de modo que las prácticas culturales se transmitan, de lo contrario desaparece todo el conocimiento precioso acumulado. Por lo tanto, el que se sienta a la mesa, una acción que se repite a lo largo del día, tiene una enorme responsabilidad. Comer es un acto de considerable trascendencia que requiere cierta capacidad de análisis y de compromiso. Definitivamente, Lanzarote es lo que comemos.




