Crónica negra de Madrid
Una parte de la historia de Madrid tiene tintes muy oscuros: crímenes curiosos, misteriosos e incluso espeluznantes que forman la crónica negra de nuestra ciudad. Sólo contaremos unos pocos, pero hay muchos más
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Madrid
El crimen de la calle de la Cabeza
En el siglo XVI un criado portugués, acosado por las deudas y enfermo de envidia hacia su señor, un rico sacerdote, le asesinó cortándole la cabeza (hecho esencial en la leyenda) y huyó con todo su dinero a Portugal. El crimen se olvidó con el tiempo y la cabeza del cura nunca apareció. Pero años después, creyéndose ya a salvo y convertido en un caballero “respetable”, gracias al dinero robado, el criado volvió a Madrid.
Un día había comprado una cabeza de carnero para comérsela. La llevaba debajo de su capa cuando un alguacil, que había visto el reguero de sangre que caía de ella, le dio el alto para preguntarle qué guardaba entre sus ropas. El criado, sin temer nada, abrió la capa y la cabeza de carnero se había transformado en la cabeza de su amo. Se veía fresca, como si estuviera recién cortada. No tuvo más remedio que confesar su crimen y fue ejecutado públicamente en la Plaza Mayor.
El crimen de la plancha
Así se conoció un asesinato ocurrido en 1902 en la calle Fuencarral. La víctima fue Manuel Pastor, un tipo extravagante que sólo comía pan y chocolate durante el día, y fiambre y dulces por las noches. Dormía completamente vestido y pasaba los días encerrado en casa. Eso sí, siempre al atardecer, salía de paseo en un coche de alquiler, vestido con un gran sombrero y pantalones pesqueros. Luego paraba a cenar sus fiambres en un restaurante, acompañado de Cecilia Aznar, su criada.
Cecilia era una jovencísima viuda de 22 años, alta y fuerte, cejijunta, con los pómulos prominentes, los ojos pequeños y aspecto duro. El crimen ocurrió de madrugada. Según Cecilia, se acostó en su cuarto y, a las seis de la mañana, la despertó la campanilla conectada con la habitación de Manuel Pastor. Éste pidió a la joven que le llevara agua caliente, pero en un descuido se abalanzó sobre ella e intentó violarla. Cecilia se resistió, trató de huir a una estancia contigua y allí cogió una plancha y le dio con ella en la sien. El hombre murió al instante.
Al parecer no había en la casa signos de lucha. El cadáver de Manuel Pastor presentaba señales de estrangulamiento y una fractura en el cráneo. En el juicio se determinó que los golpes debieron de producirse mientras dormía. La plancha se encontró debajo de una cama con sangre y pelos de la víctima.
Se cree que el móvil pudo ser económico. Manuel Pastor acababa de recibir varios miles de pesetas que Cecilia se llevó en su huida a Barcelona. Allí fue engañada por unos estafadores que se quedaron con el dinero y la delataron a la policía.
Cecilia Aznar fue juzgada en 1903 y condenada a morir en el garrote vil, pero la pena se le conmutó por reclusión. Llegó a fugarse de la cárcel de Alcalá de Henares, aunque la volvieron a detener. Salió de prisión muchos años después, cuando durante la Guerra Civil se abrieron la cárceles en la zona republicana.
El crimen del capitán Sánchez
El capitán Sánchez era gallego. Llegó a Madrid en 1913 en compañía de su hija mayor, Marisa, que además era su amante secreta. Al parecer le había abandonado su mujer al enterarse del incesto y por sus malos tratos continuos. La idea de venir a Madrid tenía fines delictivos: querían chantajear a algún rico que se viera atraído por la joven Marisa.
Urdieron un plan simple y, en teoría, efectivo: Marisa se encargó de seducir al objetivo y lo llevó hasta su casa, sin él saber que la joven vivía con su padre. En mitad del acaramelamiento romántico, el capitán Sánchez debía aparecer de improviso y, como padre ultrajado, exigir una inmediata satisfacción… O una buena suma de dinero para olvidarse del agravio.
El capitán Sánchez tenía un pronto bastante malo. Así que, en lugar de seguir el plan, cuando encontró al ricachón con su hija tuvo un horrible ataque de celos y le dio al hombre un martillazo en la cabeza que lo dejó muerto en el acto.
Padre e hija tenían ahora el problema de deshacerse del cadáver. Y tomaron una decisión insólita: cocinarlo al ajillo. ¿Por qué al ajillo? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Quizá para disimular el olor a carne humana. Sea como fuere, una vez acabada la tarea –y tampoco se sabe si se comieron o no una parte–, decidieron deshacerse de los restos por el desagüe.
Era demasiado para las tuberías, así que se atascaron. Fueron los fontaneros quienes se dieron cuenta de que aquello no era normal y llamaron a la policía. Los agentes ataron cabos y detuvieron a la pareja homicida. El capitán Sánchez fue ejecutado su hija Marisa, que eludió la pena capital, acabó loca en la cárcel hasta el final de sus días.