El Sporting se abona a la montaña rusa

Gijón

¿Es posible disfrutar mientras se sufre? Si considera que los dos conceptos son tan antagónicos que resultan incompatibles, póngase un partido del Sporting. El de este viernes contra el Granada, por ejemplo. Fue el máximo exponente de cómo un equipo puede ser feliz pasándolo mal y disfrutarlo como quien se sube a una montaña rusa, corre una maratón o ve una película de terror. Es la fina línea que separa el dolor del placer, es que tantas veces se ha ligado al sexo, y que se ha convertido en la seña de identidad de este Sporting resucitado, casi imparable, que ha encontrado en el sufrimiento su mayor entretenimiento. No es masoquismo; es eficiencia. Es un estilo que ha seducido incluso a los espectadores, que lejos de reprochar lo más mínimo al equipo ante el Granada, se sumaron a la idea y participaron de un final de partido que resultó (si permiten mantener la metáfora) un orgasmo colectivo.

Tener una idea es una de las mejores virtudes de un equipo. Con Jose Alberto 'SuperLópez', el héroe sin capa pero con chándal, este equipo la ha encontrado. Gustará más o menos, pero da resultados. A algunos les encanta; a otros sencillamente les compensa. Pero el Sporting sabe para lo que da y para lo que no. No se siente con fuerza ni calidad para llevar el peso de los partidos y por eso se somete voluntariamente a los rivales. No le importa que, como sucedió este viernes, el rival tenga una posesión que roce el 70%. Eso le lleva a sufrir, pero disfruta sufriendo proque sabe que está en el escenario que le gusta. Ante el Granada salió con esa idea, pero además las circunstancias hicieron que la llevaron al extremo.

La mejor noticia para el Sporting (y a la vez la peor) fue que el gol de Djurdjevic llegara tan pronto. Concretamente, en la primera jugada del partido. No habían transcurrido ni diez segundos de juego cuando el Sporting movía el marcador: Sacó de centro el equipo rojiblanco, Babin buscó el lanzamiento largo hacia Álex Alegría y Traver asistió de cabeza al serbio que, de disparo cruzado, batía a Rui Silva. Una gran noticia que sin embargo convertía en una agonía los 94 minutos restantes de conservación de la renta.

Esta circunstancia generó dudas en el Sporting, que se embarulló sobre todo en la primera parte. No fue suficientemente contundente en defensa y estuvo completamente desatinado para intentar montar alguna contra. La única acción de peligro rojiblanco llegó de casualidad: en un mal despeje del portero nazarí, estrellado en el cuerpo de Djurdjevic, que por desgracia no tomó dirección hacia portería, porque nada hubiera podido hacer el guardameta.

Sí tuvo que hacer mucho Diego Mariño, salvador una vez más del Sporting con hasta tres paradas prodigiosas durante el partido. El larguero también colaboró con la causa, igual que la afición de El Molinón, que apretó de lo lindo consciente de que el equipo necesitaba ánimos para saber sufrir. Sobre todo a raíz de que Djurdjevic perdonara la sentencia tomando la peor de las decisiones en un mano a mano con el portero, sobre el que trató de picarla sin éxito. No se lo tuvo en cuenta el público que, totalmente entregado a la causa, despidió al serbio en el momento de su relevo con una ovación antológica.

Sufrir, sufrir, y sufrir... para acabar gozando. Como en la montaña rusa. Como ante una película de terror. Como subiendo una montaña. Como corriendo una maratón. Como algunos y algunas en escenarios aún más íntimos. Como cualquier sportinguista esta temporada. El fin, en este caso, justifica los medios: el Sporting de 'SuperLópez' duerme a dos puntos del playoff. Y la racha, con 19 puntos sumados de 21, empieza a ser histórica. El sábado, en Tarragona, otra ración de sufrimiento. Bienvenido sea.