La bestia negra del Sporting destroza las cuentas rojiblancas

Gijón

Los proyectos del Sporting tienen las patas muy cortas. Para no asumir la crudeza de la realidad, el sportinguismo ha optado desde hace años por aferrarse a una esperanza incondicional, un optimismo balsámico que hace más llevadero el día a día. Ese que lleva a convertir en un gran éxito, casi una epopeya, el conseguir acabar sexto en Segunda División. Pero de vez en cuando la realidad da un sopapo al universo rojiblanco para que no se olviden de donde está, de a dónde le han llevado. Sucedió este domingo en El Molinón: a pesar de no perder, el Sporting encajó un resultado muy crudo que mina notablemente sus aspiraciones de alcanzar el que en realidad sería el mal menor. El empate le vuelve a alejar de la sexta plaza, le deja a cuatro puntos, con Deportivo y Oviedo como escollos a superar también en las seis jornadas que quedan para intentar arreglar la temporada, la de los catorce fichajes (algunos hay que rebuscar para encontrarlos), la del cuarto presupuesto de la categoría, la del rendimiento inmediato, la del crecimiento sin retorno.

Hay cosas que no cambian en el Sporting. En el año 2000 usted no estaría leyendo esta crónica en un smartphone o en una tablet, porque no existían. No tendría tantas opciones a la hora de votar y ver a tu equipo jugar un domingo a primera hora de la tarde no era noticia, como ahora. Pero en el año 2000 Nino ya le marcaba goles al Sporting. Y desde entonces no ha parado. Diecinueve años después, el infatigable delantero le anotó su octavo gol al equipo gijonés (a los que hay que sumar los que le ha anotado al filial) e hizo que se escaparan de El Molinón dos puntos que ya se saboreaban y que resultaban mortales de necesidad.

Tuvo ventaja el Sporting durante muchos minutos, desde que en el 27 Babin aprovechó un rebote en el área para adelantar al equipo gijonés. Se lamentaba Edgar Badía, que había detenido el intento de gol olímpico de Álvaro Traver y el primer disparo durísimo de Álex Alegría, pero que no pudo reaccionar a la tercera.

Era merecida la ventaja del Sporting, que tuvo algo más de fútbol que en ocasiones anteriores, gracias entre otras cosas al trabajo de desgaste de Nacho Méndez, que se repuso de un fallo inicial para multiplicarse a la hora de robar balones y jugar con criterio varios de ellos. Cuando Méndez funciona, el fútbol del Sporting funciona. Esta vez el equipo gijonés tampoco superó en posesión a su rival, aunque al menos equilibró ese capítulo.

A raíz del gol el Sporting se encomendó a lo de siempre: esperar y tratar de pillar al rival a la contra. Y como hay cosas que no cambian, le pasó lo de siempre: que a Djurdjevic se le volvió a apagar la luz cada vez que se plantó solo delante del portero. Especialmente lamentable fue la acción de la segunda parte, cuando lo había hecho todo bien, rompiendo la cadera a Juan Cruz y no acertar ni a chutar ni a asistir a Álex Alegría, que entraba solo por su derecha.

Únete al canal de WhatsApp de la SER

Es la diferencia. El Elche tiene un delantero que, a los 38 años, tiene dinamita. Nino no perdona, y al Sporting menos. No lo hizo en un desajuste defensivo rojiblanco y acertó a rematar de volea un centro de Alexander desde la banda derecha.

José Alberto miró al banquillo, pero no encontró soluciones. Quién podría esperar que recurriendo a Blackman e Ivi López el Sporting no reaccionaría. Obviamente el equipo no mejoró, y de hecho el Elche estuvo cerca de llevarse la victoria, con Nino ejerciendo de asistente del exrojiblanco Xavi Torres, que disparó fuera por poco. Solo Babin, a la salida de un córner, despertó a una grada que tuvo que asumir que el Sporting se ha quedado definitivamente sin margen de error. Milagros, haberlos haylos. Pero es triste que el Sporting tenga que recurrir a algo parecido a un milagro no para subir, sino para intentar acabar la liga regular entre los seis primeros de Segunda.