El velódromo de Mendizorroza y la ciclista italiana que disputó el Giro de Italia masculino
En 1925 se inaugura en Vitoria, junto al campo de fútbol, un velódromo que duraría pocos años abierto. En él compitió la italiana Alfonsina Strada, que rivalizó con hombres
Vitoria
Vitoria contó a partir de 1925 con un velódromo. Fue el Deportivo Alavés el que contrató el proyecto para la construcción de la pista y quien hizo frente al pagó del importe de las obras. El velódromo se ubicó al sur del estadio de fútbol de Mendizorroza.
El arquitecto bilbaíno Ignacio María Smith viajó a París en los años veinte del pasado siglo al objeto de visitar los tres velódromos de aquella ciudad: Parque de Los Príncipes, Búfalo y el de Invierno. El objeto de la visita era estudiar detalladamente sus características con el fin de construir un velódromo en Bilbao. Dados los conocimientos adquiridos por Smith, el Alavés le encargó el proyecto y dirección de la obra del velódromo vitoriano.
Tras la correspondiente subasta, las obras fueron adjudicadas a la empresa bilbaína Galíndez y Rivero. Éstas comenzaron en enero de 1925 con la explanación del terreno; la parte que correspondía a la construcción de la pista se inició a finales de mayo, con el compromiso de terminar la instalación para finales de julio. A pesar del mal tiempo, que impidió trabajar bastantes días, y una huelga de los obreros que pedían un aumento del jornal y que se llevó a cabo en julio, la obra se terminó en el plazo concertado.
El constructor Sr. Galíndez era un excelente cazador y había obtenido en julio de ese mismo año un trofeo en una competición de tiro organizada por la Diputación Foral de Álava. Ejerciendo de bilbaíno con casta, presumía ante la prensa de la celeridad de las obras de este modo: “las especialidades de la casa son ganar copas en el tiro de pichón y hacer velódromos en un mes.”
La pista medía 333,33 metros en la línea interior, con lo que tres vueltas suponían un kilómetro. Tenía un espacio de 30 centímetros entre esa línea y otra más paralela. Es espacio comprendido entre ambos se llamaba “zona de despiste” y si era invadida por los ciclistas en una carrera, suponía su eliminación. La anchura de la pista era de 7 metros, tanto en las rectas como en las curvas, donde el peralte tenía como máximo una pendiente del cuarenta por ciento. Se había previsto también en el velódromo entrada y salida a la pista para los ciclistas, de modo que la instalación pudiera utilizarse para el comienzo y el final de pruebas en carretera. También se habían dispuesto tribunas para los espectadores.
Por aquel entonces, principios del siglo XX, también- como ahora- había en Vitoria personas que se oponían a los nuevos proyectos e infraestructuras que se impulsaban en la ciudad. Hubo, de hecho, voces críticas que apuntaban a que en el velódromo no se podía correr. Una vez de terminada la obra, el Heraldo Alavés se refería a aquellos incrédulos de esta forma: “al ver que en el velódromo pueden desarrollarse velocidades desde 10 hasta 120 kilómetros/hora, y que un niño de cinco años anda cómodamente por él, los agoreros habrán tenido que confesar su equivocación.”
INAUGURACIÓN
El 3 de agosto de 1925 se celebró la ceremonia de inauguración del flamante velódromo de Mendizorroza, que fue organizada por el Deportivo Alavés, bajo la dirección de un experto en la materia, Javier Elorza, presidente de la comisión ciclista del club y miembro de la Unión Velocípeda Española.
Elorza fue un ciclista, ganador de varias carreras locales, y participantehabitual en las pruebas que años atrás se celebraban en la “pista” del parque de La Florida. Había conquistado, en 1913, el título de campeón de Álava de fondo en carretera y había sido presidente del Club Deportivo (legalizado en 1918). También escribió artículos sobre ciclismo.
Además de las autoridades locales, entre las que se encontraba presente el concejal de festejos señor Erbina, asistió al evento el presidente del comité vasco de la Unión Velocipédica Española, el señor Gervais.
Dio comienzo el acto, con la bendición del recinto por parte del párroco de San Miguel, Faustino Mendieta, acompañado del presidente del Deportivo Alavés, José Gabriel Guinea, y del secretario del club Evaristo Larrazábal. La banda municipal dirigida por el Sr. Escoriaza, amenizó el acto.
El velódromo registró un lleno total de aficionados, ávidos de conocer de cerca las carreras en pista, y aunque la lluvia apareció en algunos momentos, los espectadores aguantaron en sus localidades. Parte del público se había trasladado al recinto en autobuses ya que entonces, se consideraba el sitio relativamente lejano a la población.
Una cantidad importante de espectadores, que no querían pagar entrada, se situó en puntos estratégicos del exterior del recinto a los que se llamaba “la tribuna de los sastres”, desde donde se podía observar la competición. Uno de esos lugares elevado era Mendizorroza (Monte del Pico), nombre toponímico con el que se bautizó la instalación deportiva.
La primera vuelta oficial a la pista inaugurada la dio el niño de cinco años, Ricardo Castillanos, montado en una “became” de dos ruedas, con el tamaño apropiado a su físico. El público respondió con grandes aplausos.
LA COMPETICIÓN
La primera prueba oficial que se disputó consistió en dar 30 vueltas a la pista (10 kilómetros) y en ella participaron corredores locales como Juan Bautista Vallejo, Teófilo Mingueza, Mariano Moreno, Francisco Lecea, Ramón Ochoa, Alejandro Ortiz de Urbina y Arturo Vallejo.
En una fotografía del Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz, aparecen los siete ciclistas, junto al jurado de meta, poco antes de efectuarse la salida de la carrera.
En la vuelta veintiséis, Arturo Vallejo y Mingueza, protagonizan un precioso sprint con el que midieron las fuerzas. Sin embargo, casi al final de la carrera, el primero sufrió un pinchazo y Teófilo alcanzó la victoria entrando en solitario en la meta, con un tiempo de 16 minutos 18 segundos y 1/5. Recibió un premio de 100 pesetas. A tres segundos del ganador, entraron Juan Bautista Vallejo (2º puesto y 50 pesetas de premio), y Ramón Ochoa (3º y 25 pesetas de premio).
La esposa de José Gervais, presidente del Comité Vasco de la Unión Velocípeda Española, entregó un ramo de flores al vencedor Mingueza y le impuso la banda de campeón loca, entre grandes aplausos. El ciclista lanzo un “hurra” para el Deportivo Alavés, que fue unánimemente contestado.
La siguiente carrera fue reservada a corredores de categoría internacional. La figura más importante del momento era la atracción de la prueba. Se trataba del mallorquín Miquel Bover Salom (1896-1977), que a lo largo de su carrera obtuvo cuatro títulos estatales en pista (1917, 1924, 1925 y 1926) y uno en ruta (1920).
La prueba consistió en dar 75 vueltas al circuito (25 kilómetros), con primas al paso por meta en las vueltas 25, 35, 40, 50, 60, 65 y 70. Todas ellas fueron ganadas por Bover excepto dos, con lo cual se embolsó la cantidad de 175 pesetas en total. También alcanzó el triunfo final con una ventaja de 1 segundo sobre José María Sans (2º) y 1 segundo y 4/5 sobre Julián Español (3º). Recibirían como premio las cantidades de 500 pesetas, 300 y 100 respectivamente. El único alavés que terminó la prueba, Arturo Vallejo, entraría en sexto lugar.
El vencedor recibió un ramo de flores, y la correspondiente banda de ganador, de manos de la esposa del Sr. Gervais. Una imagen de Balbino Sobrado, dejo para la posteridad dicha entrega.
ALFONSINA STRADA
Alfonsina Morini fue una famosa ciclista que, tras casarse en 1915 con Luigi Strada, tomó como primer apellido el de su marido, por lo que se la conoce como Alfonsina Strada.
En 1907, con 15 años, comenzó a participar en pruebas en pista. Fue su marido quien le proporcionó una bicicleta profesional y comenzó a correr en pruebas en carretera. En 1917 y 1918 diputó el Giro de Lombardía.
Sin embargo, lo más destacado de su carrera es que Alfonsina fue la primera y única mujer que ha participado en el Giro de Italia masculino. Lo fue en la edición de 1924. Llegó a la meta en la octava etapa fuera de control junto a otros corredores. Sin embargo, se le permitió continuar la carrera y consiguió terminarla.
Entonces no se vio con buenos ojos que una mujer pudiera estar a la altura de los hombres en este deporte y participar junto a ellos en las pruebas, así que no se le permitió ninguna otra inscripción en el Giro.
Por esa “gesta” en la ronda italiana, Alfonsina adquirió fama internacional, lo que dio pie a que participara en numerosas ciudades europeas, en “criteriums” en pista.
En Vitoria se solicitó su presencia y, el 29 de junio de 1926, en el velódromo vitoriano se celebró, con gran expectación, un extenso programa organizado por el Deportivo Alavés en el que participó Alfonsina, junto con sus compatriotas masculinos Messori y Bulgarelli. También hubo una intervención de los “txirrindularis” vitorianos Teófilo Mingueza, Alejandro Ortiz de Urbina y Arturo Vallejo.
De los ciclistas locales, el más famoso era Mingueza, que había ganado numerosas carreras en la “pista” del parque de la Florida y había disputado dos veces el campeonato estatal de fondo en carretera. Tenía tres títulos de campeón de Álava, dos de ellos en carretera y uno en pista.
LAS CARRERAS
Dentro del programa desarrollado, haremos referencia a las pruebas más interesantes celebradas en el velódromo vitoriano, en aquella fecha.
En la carrera de velocidad, ganó el italiano Messori, siendo segundo Mingueza, y en la modalidad de persecución por equipos, los locales Ortiz de Urbina-Vallejo vencieron a la pareja italiana Strada- Bulgarelli.
La siguiente carrera a “la italiana” por equipos, consistió en dar seis vueltas a la pista. El equipo local lo formaron: Mingueza (1), Vallejo (2) y Urbina (3), con salida desde la meta. El equipo italiano estaba integrado por: Alfonsina Strada (1), Bulgarelli (2) y Messori (3), con salida desde el lado opuesto a la meta. Todos los corredores dieron dos vueltas a la pista, iniciando la competición los ciclistas con dorsal uno, siendo relevados por el siguiente compañero y este por el último del equipo, resultando vencedor el trio vitoriano.
Finalmente, en la última prueba “a puntuación”, en las vueltas 10, 20 y 30, venció Urbina, seguido de Mingueza, Vallejo, Strada y Messori.
Como el criterium había gustado, el día 4 de julio se repetiría el programa. Destacamos resumidamente que en carrera velocidad vencería Bulgarelli, seguido de Mingueza, y que, en la modalidad por equipos de dos ciclistas, los vencedores fueron Messori-Bugarelli, alcanzando el segundo puesto Strada-Mingueza, siendo terceros Vallejo-Urbina.
El Deportivo Alavés realizó grandes esfuerzos para seguir ofreciendo competiciones de relevancia y traer ciclistas de renombre.
El 20 de septiembre de aquel año se celebró en el velódromo vitoriano la final del campeonato de España de ciclismo tras moto que fue disputado por el sabadellense Roque Araguz y el mallorquín Miquel Bover Salom, sobre una distancia de cien kilómetros (300 vueltas a la pista). Resultó vencedor Bover, a una media de velocidad de 42,8 km/h, obteniendo en meta, nada más y nada menos, que 18 vueltas de ventaja respecto a su adversario.
En 1926 se disputó, además, la primera edición del Campeonato Vasco de Velocidad, y en 1926 y 1927 se celebró el Campeonato de España de velocidad en pista, ganado en ambas ediciones por Julián Español.
DECLIVE
El coste del velódromo supuso para la Deportivo Alavés entrar en una crisis económica por lo que, en marzo de 1926, tratando de obtener beneficios económicos, la junta directiva decidió dejar la gestión directa y se acordó arrendar la instalación a Ángel Aranda y Felipe Fernández, que eran los concesionarios en Álava de la bicicleta “Christophe”.
El cambio en la gestión no resultó, y de aquella euforia inicial sobre el velódromo, se pasó, en poco tiempo, al olvido. Cada vez se disputaban menos careras y la asistencia de público descendía considerablemente.
En agosto de 1927 la prensa local señalaba que “el velódromo de Mendizorroza sufre las tiranías del olvido, silencioso, y con las vallas caídas.” En agosto de 1928 continuaba en el mismo estado y se escribía: “dejemos en paz a los muertos, el velódromo de Vitoria “la diñó”. R.I.P.”
En julio de 1928, el Deportivo Alavés cedió gratuitamente a la Sociedad Ciclista Vitoriana el uso del velódromo, pero no se consiguió recuperar la actividad ciclista en pista. La instalación seguía prácticamente abandonada, así que ese mismo año se comenzó a dar otro uso: se acondicionó el interior como campo de fútbol y comenzaron a disputarse partidos de torneos locales.
En 1930 el velódromo vitoriano es una verdadera ruina. El articulista Eibarko Betikua, en Heraldo Alavés, describe así su estado: “Importante de verdad es el estado ruinoso en que se halla el velódromo. Está hecho una verdadera pena. Meterse a txirrindunlari en sus peraltes equivale a hacer oposiciones a un tostón, que fácilmente pudiera poner los huesos de uno en lecho de un hospital. Y, a aumentar el aspecto desolador de la cazuela, coadyuda admirablemente, el vallado caído y destartalado. Da, en fin, el velódromo de Mendizorroza, la sensación de un osario negro, osario del ciclismo pistico alavés. Si, nada más que vestigios de un velódromo es lo que en realidad queda.
Un día se celebraban carreras y el público no acudía; otro y lo mismo; y otro y otro. En fin, el velódromo sin acontecimientos no consiguió hacer adictos.
Tan rotundamente ha fracasado en Vitoria lo que en otros sitios es uno de tantos negocios lucrativos, que ya en la capital alavesa no queda un corredor. Ortiz de Urbina, Ochoa, Vallejo, García, Mingueza, etc., etc., se han perdido.”
El Deportivo Alavés tenía un importante lastre económico con una instalación, así que consiguió, finalmente, quitárselo de encima y obtener un ingreso con su venta y la del campo de fútbol con el que pudo para sanear su economía. En sesión celebrada por la Caja de Ahorros Municipal el 15 de febrero de 1933, esta entidad acordó la compra del campo de fútbol y del velódromo al Deportivo Alavés por la cantidad de 125.000 pesetas. Tras la compra, la Caja arrendaba al club el uso del campo con un canon de 6.000 pesetas anuales, reservándose la disponibilidad del recinto del velódromo para lo que considerara conveniente.