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Florencio Cañas, el concejal que trasformó el casco antiguo de Cuenca

En la década de los 50 del siglo XX, este edil abrió nuevas calles, recuperó espacios olvidados y puso en valor la parte histórica de una ciudad que ahora le recuerda con uno de sus miradores

Obras de adecentamiento de las ruinas de San Pantaleón vistas desde la calle de San Pedro, 1980. / José Luis Pinós

Paseando por la ronda de Julián Romero en el casco antiguo de Cuenca, con vistas a la Hoz del Huécar, nos encontramos con una recoleta plazoleta en la que la visión del paisaje huertano y el conjunto de rocas que festonean el propio barranco, nos obligan a detenernos para admirar esa belleza entre el silencio del entorno. Desde julio de 1997, este amplio balcón de piedra amurallado tiene nombre propio en el callejero urbano: Mirador de Florencio Cañas.

Placa del mirador de Florencio Cañas en el casco antiguo de Cuenca.

Placa del mirador de Florencio Cañas en el casco antiguo de Cuenca. / Cadena SER

José Vicente Ávila, en el espacio Páginas de mi desván que coordina y que se emite los martes en Hoy por Hoy Cuenca, nos recuerda a Florencio Cañas, el concejal que redescubrió la Cuenca Antigua, abriendo calles entre muros y corrales y miradores a las dos hoces, a través de las rondas.

Entre los lugares recuperados por este edil, a quien le encantaba más la denominación de “delegado de la Cuenca Antigua”, que llevó por bandera hasta el día de su muerte, caben destacar la apertura de la citada ronda Julián Romero, el Jardín de los Poetas y Torre de San Gil, las ruinas de San Pantaleón, la Bajada a San Miguel, la escalinata de la calle Madre de Dios y la Bajada a la Ronda del Júcar, entre otras actuaciones.

Florencio Cañas, el concejal que trasformó el casco antiguo de Cuenca

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Este 2019 se van a cumplir quince años de la muerte de Florencio Cañas Estival, un hombre plenamente enamorado de Cuenca, quien hasta poco antes de su muerte se sentía identificado con el cargo que tuvo de delegado de la Cuenca Antigua, aunque dejase de serlo tras su etapa como concejal. Cañas Estival era una persona muy minuciosa y sobre todo un conquense que sentía su ciudad y anotaba todo cuanto acontecía. “Le conocí siendo Ángel Ríos director de Diario de Cuenca, pues venía al periódico para que el director se implicase en el mantenimiento y mejora de la Cuenca Antigua, palabra que solía utilizar con frecuencia, y al efecto, Ángel Ríos, que firmaba sus artículos de denuncia o alabanza, con la firma de Alfonso en la página 3, inició una campaña para evitar que se siguiesen cometiendo desmanes en el Casco Antiguo y se llevasen a cabo obras de rehabilitación en edificios abandonados como San Miguel, San Andrés, San Martín, etc., con la implicación del propio Florencio Cañas”, recuerda José Vicente Ávila. Cuando Florencio, ya viudo, dejo su casa para vivir sus últimos años en un centro asistencial de Cuenca, me llamó y me entregó una maleta con revistas, algunos libros y documentos periodísticos, así como apuntes de sus actuaciones.

Jesús Moya (alcalde), Federico Muelas, Florencio Cañas y Gustavo Torner.

Jesús Moya (alcalde), Federico Muelas, Florencio Cañas y Gustavo Torner. / Archivo José Vicente Ávila

Cañas Estival era funcionario del Instituto Nacional de Previsión y accedió al Ayuntamiento con Jesús Moya Gómez como alcalde, con otros concejales muy implicados con la ciudad como Manuel Saiz Abad, Manuel Saiz González, Mariano Castellanos o Nicolás Isasa, entre otros. Fue designado como teniente de alcalde y comisionado para cambiar la fisonomía del Casco Antiguo, cuyo estado de abandono era muy preocupante, con edificios y casas en ruinas y mucha miseria. En uno de sus escritos, de puño y letra, decía que “como delegado de Cuenca Antigua en la labor de rescatar del olvido y abandono vías urbanas, ruinas y antiguos solares, cabe mencionar como realizaciones las terrazas y miradores y las rondas, a caballo del paisaje, sobre el Júcar y el Huécar”. Destacaba Cañas como otras importantes realizaciones, siempre con la venia del alcalde, Jesús Moya, del Jardín de los Poetas, inaugurado en 1956 con un recital poético de mucha altura, y el arreglo del solar y torre austera de la iglesia de San Gil y la cuesta de la Merced en el barrio de San Miguel.

Una de las obras más llamativas, por el acceso que supuso hasta la calle Alfonso VIII, desde el mismo Casco Antiguo fue la apertura de las escalinatas de la calle Madre de Dios que terminan en San Felipe. Cuando vemos esa empinada calle, que son amplias escalinatas, ahora parece mentira que se pudiese llevar a cabo. Había un paredón, y sólo se podía ir por la calle del Peso o por Capellán Moreno hasta Caballeros. Detrás de la tapia había unos corralones y el propio Florencio hizo el diseño de esas escalinatas, en las que se colocó en la pared alta un escudo del obispo Galarza y poco más tarde una escultura de Fausto Culebras. Al abrir la calle se hizo un hueco curvado para que los “pasos” de Semana Santa pudiesen acceder a la calle del Peso o viceversa. En febrero de 1956 se acordó dar el nombre de este nuevo acceso como calle de la Madre de Dios y se abrió al público en el mes de marzo, pues el día 25 era Domingo de Ramos. En Ofensiva aparecían las fotos del inminente final de las obras con este titular: “Otra calle nueva en el itinerario monumental y típico -Si hubiera habido dinero se podría haber hecho un ascensor como los que hay por Lisboa o escalinatas mecánicas como en Nápoles. Se da la circunstancia de que en esas fechas de 1956, en concreto el 17 de febrero, el Ayuntamiento celebraba un pleno en el que se acordaba la compra de la Torre de San Gil y el jardín anejo, ofrecido por sus propietarias; la legalización de la situación posesoria y registral de un solar procedente de la antigua ermita de San Pantaleón, así como la construcción de la fuente del Porland, todo ello por iniciativa de Florencio. En esa misma sesión, el Ayuntamiento que presidía Jesús Moya acordó la compra de terrenos junto al Parque de Santa Ana, a Casto García, para la construcción de 200 viviendas para familias humildes, y ofrecerlos al Instituto Nacional de la Vivienda, que las puso en marcha. Queda por tanto el dato de que en 1956 se abrió la calle Madre de Dios y se inauguró en septiembre el Jardín de los Poetas.

Obras de adecentamiento de las ruinas de la iglesia de San Pantaleón, 1980.

Obras de adecentamiento de las ruinas de la iglesia de San Pantaleón, 1980. / José Luis Pinós

Otra de las realizaciones de este concejal conquense que tiene “Mirador” en la Ronda, es la recuperación de las cercanas ruinas de San Pantaleón. Contaba Florencio que en esa inquietud cultural que tenía por mejorar el aspecto de la Cuenca antigua, que denotaba la falta de alcantarillado y agua corriente en muchas casas, “visité el interior de las ruinas de la iglesia de San Pantaleón, conocidas por el vulgo como el corral de Pelús. Su aspecto presentaba un suelo cubierto de tierra, algunos objetos domésticos en desuso, porquerizas, conejeras y gallineros; había algunas piedras sueltas labradas y en el centro un montón de gasones de yeso y cascotes de piedra de mampostería bien colocados, a la manera de un majano del que curiosamente emergía una higuera. Las puertas de dos hojas fijas, de dos tercios de altura que cerraban el arco ojival eran de madera de tablas lisas carcomidas y estaban chapadas con trozos de latas de conserva.

Un vecino me franqueó la entrada, contaba Florencio, y así pude conocer el patio de la casa del “Horno de las Campanas”, medianero con la iglesia, por suponer que se correspondía con las ruinas del templo; en el patio había un pequeño sótano de piedra labrada.”

Ronda de Julián Romero hacia 1959.

Ronda de Julián Romero hacia 1959. / Archivo José Vicente Ávila

A la vista de aquella situación lo más lógico, por parte del Ayuntamiento, sería informarse sobre aquella antigua iglesia abandonada a su suerte. Y Florencio se informó en el Obispado mediante el oportuno requerimiento y vista de escritos, que la iglesia de San Pantaleón fue enajenada como bien desamortizable al aplicársele la Ley de Mendizábal, aunque mucho antes de esa Desamortización ya se hallaba cerrada al culto. Escribe: “En base a mi informe se tomaron urgentes medidas técnicas encaminadas a consolidar el arco principal de la fachada, construyéndose un arco ojival de ladrillo y cemento en la parte interior para sujeción del antiguo. Se realizó la limpieza del suelo y se retiraron los gasones y piedras que había, apareciendo entre las mismas una cabeza esculpida en piedra y mutilada de tamaño normal inferior que fue conservada en las dependencias municipales para su estudio, no conociéndose después su paradero”, se lamentaba Florencio Cañas.

En suma, apunta Florencio, “las ruinas de la iglesia de San Pantaleón pasaron a la propiedad del Ayuntamiento de Cuenca, mediante la tramitación del oportuno expediente de dominio, y sustituyendo a las puertas de madera que había se colocó una verja de hierro realizada por el herrero municipal con balaustres de dos frentes procedentes de balcones antiguos”.

“Incluso se solicitó a la archivera municipal, que por entonces era Elena Lázaro Corral, la búsqueda de antecedentes relativos a este antiguo templo, apareciendo un legajo que contenía un escrito de un vecino de Huete que alegaba ser propietario del edificio desamortizado, reclamando una indemnización por los daños causados y los materiales extraído en la última guerra carlista”.

La calle Madre de Dios vista por el pintor Roibal. Dibujo dedicado a Florencio Cañas.

La calle Madre de Dios vista por el pintor Roibal. Dibujo dedicado a Florencio Cañas. / Archivo José Vicente Ávila

En 1980 la Comisión de Patrimonio autorizó que se levantase un muro con reja y que fuese colocada otra en la puerta principal, para proteger la zona en ruinas de San Pantaleón. Se decía entonces que “la antigua iglesia de San Pantaleón va tomando forma, lentamente. Como es lógico, la reconstrucción total resulta imposible, puesto que los escasos restos disponibles no permiten obra de tanta envergadura. Pero ya es importante que se haya limpiado el recinto, a lo que hay que unir estas rejas que tanto al frente como al lateral están sirviendo para cambiar por completo este rincón que tan triste aspecto ofrecía”.

El recinto de San Pantaleón fue declarado Bien de Interés Cultural y el Consorcio de la Ciudad de Cuenca llevó a cabo su musealización. Después de aquella mejora en 1980 de la antigua iglesia de San Pantaleón, también conocida en su tiempo como de San Juan de Letrán, la Dirección General de Cultura de la JCCM iniciaba expediente para la declaración de las ruinas de San Pantaleón como Bien de Interés Cultural con la categoría de monumento, y así en un Decreto del 19 de febrero de 1992 la Consejería de Cultura declaraba BIC a estas ruinas que se ponían en valor. Y años más tarde, en 2011, el Consorcio de la Ciudad de Cuenca llevó a cabo una importante obra de remodelación para musealizar sus ruinas, así como los enterramientos medievales. Se eliminaron las rejas y los muros colocados en 1980, y las fosas encontradas, una vez documentadas, se volvieron a tapar, pavimentando la calle y sólo una de ellas se puede contemplar a través de una ventana arqueológica. Como es sabido, desde 1998 figura en este lugar la estatua en bronce de Federico Muelas, admirador por cierto del trabajo de Florencio Cañas.

El barrio de San Miguel y la antigua iglesia fue otro de los puntos esenciales en la recuperación de la Cuenca Antigua. Destacaba Cañas Estival que la labor en San Miguel fue muy complicada, pues las bajadas necesitaban escalinatas más accesibles y había que construir miradores a la Hoz del Júcar. Viendo que retiraban la balaustrada de la fachada de la Catedral solicitó que fuese colocada en San Miguel a modo de barandilla, incluso formando miradores en círculo, como balcones de jardines colgantes. Hacia 1960 comenzaron los trabajos en la iglesia y la torre derruida. Consiguió abrir callejones de escaleras hasta la calle de Pilares, manteniendo las vigas entrecruzadas, pues hubo un hundimiento en esa calle que peligraba esa operación. También logró conectar la ronda del Júcar desde el Trabuco, y suya igualmente fue la idea de adecentar la Plaza de San Nicolás y el camino de San Isidro.

Incluso Florencio Cañas publicó algunos trabajos interesantes en prensa. Colaboró en revistas y periódicos nacionales y en Diario de Cuenca publicó en el año 1972 la serie “Puertas y portales de la ciudad”, con fotografías de Isidoro Vos Saus, y en 1973 otra serie en el mismo periódico titulada “La Catedral, Puertas, portadas y rejas”, con fotos de M. y E. Alonso, con un letrerito en cada entrega: “prohibida la reproducción”. Además de obras en calles y edificios, Florencio pensó también en la tipología de las viviendas del Casco Antiguo y la rejería existente, que no estaba a la altura como en algunas ventanas de la calle de San Pedro y al efecto visitó varios pueblos de la provincia de donde se trajo algunas rejas que fueron colocadas, según sus palabras, por su valor artístico en varios sitios de la zona antigua, y que fueron recogidas por Fernando Zóbel con su sensibilidad artística en su libro de Cuenca editado en Norteamérica, decía con cierto orgullo.

Barrio de San Miguel con la iglesia deteriorada.

Barrio de San Miguel con la iglesia deteriorada. / Archivo José Vicente Ávila

La placa con el Mirador a su nombre venía a ser un reconocimiento. El 3 de julio de 1997, el Ayuntamiento de Cuenca que presidía el alcalde Manuel Ferreros, y por unanimidad de todos los grupos, homenajeó a Florencio Cañas en reconocimiento al trabajo que desempeñó en su etapa de concejal y delegado de la Cuenca Antigua. Se le entregó un pergamino y se inauguró la placa que reza “Mirador de Florencio Cañas” en la Ronda de Julián Romero. El propio Cañas, tras descubrir la placa, dijo emocionado: “He trabajado mucho por Cuenca, pero siempre ha sido un placer para mí, aunque creo que hay que tener serenidad y responsabilidad a la hora de las actuaciones”.

Con el título de “Florencio Cañas, el hombre emblemático que devolvió la vida a Cuenca”, el escritor Florencio Martínez Ruiz se hacía eco del homenaje en El Día Cultural:

“Efectivamente, la ciudad alta –el hoy llamado Casco Viejo, por maravillosa suerte declarado Patrimonio de la Humanidad— viene ligado al nombre de este singular conquense que ondea a los cuatro vientos y en las cuatro esquinas de Cuenca como una bandera en la que en una heráldica entrañable las piquetas y las palas de una cuadrilla de peones luchando por rescatar a la ciudad, sofocada entre cascotes y derrumbadores que no en campo de gules. (…)

Calle e iglesia de San Pedro hacia 1959.

Calle e iglesia de San Pedro hacia 1959. / Archivo José Vicente Ávila

Investido con una credencial un tanto insólita, aunque siempre sugestiva de primer teniente de alcalde y delegado de la “Cuenca Antigua” –decimos insólita, porque hasta entonces los munícipes se encargaban de los arbitrios municipales y cosas por el estilo— Florencio Cañas volvía a conquistar a la ciudad, no de las garras de la morisma como Alfonso VIII, cuanto de la incuria, del abandono, de la dejadez, de las mismas garras de sus habitantes. En ocasiones, hasta hubo que salvarle de una catalepsia de moribunda, haciéndole el boca a boca…

Y aún diríamos que, en ocasiones, creándola de nueva planta a partir de un muro o de un hierro, como quien creara a la mujer de la costilla de Adán… Con escasos medios económicos –y toda la ilusión del mundo— Florencio Cañas, en complicidad, porque hasta eso fue necesario casi siempre, de cuatro peones, una cuadrilla de albañiles y dos canteros –y suponemos que algún loco, loco…-- la Cuenca antigua resucitó, para asombro incluso de quienes la habitaban sin saber que existía trastocando el nomenclátor y dejando obsoleto el callejero urbano con la apertura de la calle de Ronda de Julián Romero, la Bajada de San Miguel desde la anteplaza; la recuperación de las ruinas de San Pantaleón; la recuperación de la Torre y Solar de San Gil; la Escalinata de la Madre de Dios, el Jardín de Don Cecilio y la Plazoleta de San Nicolás. Y así hasta el infinito.

Jesús Sotos destacaba el reconocimiento que se le hacía a Florencio Cañas con el Mirador en la Ronda de Julián Romero, el concejal delegado de la Cuenca Antigua, “escudriñador entusiasta de archivos, documentos y escrituras territoriales varias, que con inusitado afán e indudable acierto, le llevaron a descubrir y redescubrir calles, callejas y callejones olvidadas en el barrio alto de la ciudad bella. (…) ¡Tantas cosas en tan poco tiempo y con tan escasos medios!”

Raúl Torres en sus “Cartas Conquenses” a Florencio Cañas, en las que recordaba la ingente lista de personajes de la Cultura que llegaron a Cuenca gracias a su labor divulgadora, emprendedora y restauradora destacaba:

“¡Cómo lograbas rescatar a la ciudad de su abandono secular!; Primero con los miradores, el desalojo de corrales; luego la Ronda del Júcar; mañana la escalera gótica o renacentista, y la subida desde la calle del Peso, mi calle, hasta San Felipe. Y todo aquello con tu amigo Jesús Moya, el alcalde sabio que estaba empeñado en mostrar la ciudad al mundo entero”.

Florencio Cañas falleció el 19 de septiembre de 2004 y sus restos fueron enterrados en el cementerio de San Isidro, junto a su esposa, muy cerca de quien fue su alcalde, Jesús Moya, el 23 de octubre. Aquel día el pintor y académico Nicolás Mateo, acompañado entre otros por Luis Roibal, Óscar Pinar, Antonio Rodríguez, José Luis Muñoz, Raúl Torres, Pedro Torres y Rodrigo Lozano entre otros, pronunció estas palabras: “Jamás le será reconocida, pero Cuenca le debe ese reconocimiento.

Florencio tiene un mirador con su nombre, no tiene ningún monumento, pero cada calle de San Miguel o San Pedro y de las rondas, e incluso las rejas, son su propio monumento.

Siendo concejal en una época difícil y llena de dificultades, Florencio Cañas desenterró a Cuenca y le dio prestigio para el mundo”, terminaba su oratoria Nicolás Mateo.

 
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