Cuando en la romería de Olárizu las autoridades bailaron el aurresku (1854)
Damos cuenta de cómo fue la romería de Olárizu en el año 1854, que finalizó con las autoridades -incluso militares- tomando parte en un aurresku
Vitoria
Entre el 28 de junio y el 28 de julio de 1854 se produjo en España un pronunciamiento militar: se enfrentaron tropas sublevadas al mando del general O'Donell con tropas gubernamentales y a esto le siguió una insurrección popular. El general Espartero fue nombrado por la Reina presidente del Consejo de Ministros, reconduciéndose la situación y lográndose establecer la paz. Así se puso fin a la crisis y se dio paso al denominado bienio progresista (1854-1856).
El mapa político
Un mapa publicado en 1852 por Francisco Jorge Torres Villegas refleja la “división política de todas las provincias de la Monarquía, según el régimen especial dominante en ellas” y en él se observan las cuatro provincias de la “España Foral, que conservan su régimen especial diferente de las demás”.
En un diario de Madrid de entonces, se da cuenta de que en Vitoria, tras el alzamiento de julio de 1854 al que hemos hecho referencia, el clima político que reinaba en septiembre ya se encontraba en calma: “Cábenos el consuelo de habitar en un país modelo de honradez y de tolerancia”. Se resalta con satisfacción, la importancia de que las competencias del régimen foral no se habían alterado tras la rebelión militar destacándose respecto a Álava: “la buena administración, merced a sus buenos usos y costumbres patriarcales y a sus antiguas leyes consuetudinarias, que aún tenemos la dicha de conservar y que quisiéramos ver generalizadas en toda la península. Ayer hemos visto (en Olárizu) una prueba de estas virtudes.”
La visita de mojones
En ese contexto y en el primer año del bienio progresista, se celebró en Vitoria la tradicional visita de mojones y la romería de Olárizu, organizada, como es costumbre, por el ayuntamiento gasteiztarra. Algunos autores indican que la tradición de celebrar la romería dio comienzo a mediados del siglo XIX y que la visita de mojones tiene 500 años de antigüedad.
He localizado en dos periódicos de Madrid, de septiembre de 1854, dos crónicas sobre esta romería y la visita de mojones que se celebraron el lunes día 11 de aquel año. Una corta referencia la da el corresponsal de uno de los diarios, y otro relato algo más extenso lo facilita un lector del otro periódico, que da más detalles del acontecimiento.
Se escribe que el Ayuntamiento, siguiendo la costumbre que “viene observándose desde tiempo inmemorial”, al objeto de comprobar que los límites del municipio no se habían alterado, realizó la visita de parte de los mojones que dividen su término municipal con otros municipios lindantes. Una comisión compuesta por alcaldes -el de Vitoria y otros municipios con los que se compartía muga -, regidores de las aldeas y secretario de la corporación, salió a la seis y media de la madrugada montada a caballo, empezando el recorrido por la parte norte de la jurisdicción, continuando por la zona del este, que quedó sin visitar el año anterior, y concluyendo la marcha al sur “en una posesión llamada Olárizu, situada a media legua de esta capital.”
Invitados
Como era y es costumbre, en el caserío de la Dehesa de Olárizu, se celebró la tradicional comida. Concurrió, como autoridad más importante en el evento, el alcalde presidente Santiago Ruiz de Olano acompañado del resto de los concejales de la corporación.
Entre las autoridades militares invitadas sobresalía la presencia del capitán general de las vascongadas, Martín José de Iriarte Urdániz, nombrado para tal cargo en 1849, el cual era natural de Urritza (Navarra). Vitoria fue sede de la capitanía, desde 1843 hasta 1893, y abarcaba a los territorios de Araba/Álava, Bizkaia y Gipuzkoa.
También asistieron otras autoridades de carácter estatal y religioso: el gobernador civil Cenón María Adana del Río, quien en su carrera política fue alcalde de la ciudad de Logroño; Pedro Tercero, presidente del cabildo colegial y canónigo de Santa María de Vitoria-Gasteiz, y el juez de primera instancia, Sáenz Ábalos.
En cuanto a las personalidades del territorio alavés, estuvieron presentes: José María Sáez de Olano Medrano, diputado general de Álava; Blas Domingo López López de Torre, político fuerista, natural de Nanclares de Oca, diputado a Cortes en varias legislaturas y en aquel momento consultor de la Diputación Foral de Álava y Mateo Benigno de Moraza Ruiz de Garibay, magistral defensor de los fueros vascos, el cual tiene una estatua dedicada en la Plaza de la Provincia de Vitoria-Gasteiz.
A las dos del mediodía debía iniciarse la comida, pero se suspendió momentáneamente hasta que volviese de la ciudad una comisión, que marchó a caballo desde Olárizu con objeto de invitar a otro militar navarro, natural de Ujué: el mariscal de campo Ignacio de Gurrea, que era en aquel momento capitán general de Aragón. Se encontraba en Vitoria circunstancialmente, invitado por su secretario particular Vidal de Arrieta, un vitoriano que fue posteriormente concejal y principal promotor de la traída de aguas del Gorbea a Vitoria-Gasteiz, la cual se inauguró en 1884.
El 27 de agosto el Sr. Gurrea se había trasladado a los baños de Zestoa (Gipuzkoa) para recibir un tratamiento y ya había regresado a la capital alavesa. Sin embargo no acudió al banquete, manifestando a los emisarios “que había llegado de los baños fatigado”.
La comida
Se dio comienzo por fin a la comida a las tres de la tarde, en la que reinó una “cordialidad y una franqueza propias de este país.” La comida que se calificaba en principio como campestre, fue abundantísima y del mejor gusto, tanto por sus manjares como por sus seleccionados vinos. El servicio de la mesa fue esmerado y a su final hubo sus correspondientes brindis, en los que se “patentizó más y más la buena armonía de los concurrentes.”
A los postres el alcalde de Vitoria, que presidia el banquete, brindó por la reina constitucional Isabel II; el capitán general de las vascongadas, con “la finura propia de su carácter” brindó al ayuntamiento gasteiztarra; el gobernador civil y el general segundo cabo brindaron “a los buenos usos y costumbres del país vascongado y a los héroes del glorioso alzamiento de julio”. Continuaron otros brindis, entre los cuales se distinguió el de Pedro Tercero, presidente del cabildo colegial.
La bebida hizo elevarse el clima de camaradería y “la animación y la alegría continuaron apoderadas de todos”, repitiéndose los brindis. En ese estado de ánimo propiciado por los licores, se empeñaron varios de los presentes en que el canónigo Tercero brindase una vez más – ¡y ya iban unos cuantos brindis!- y este ‘crecido’ y espoleado por los compañeros de mesa, dijo tras el brindis: “Señores, jamás he tenido la facilidad de improvisar poéticamente, pero confiado en que se disimularán todos los defectos en gracia de mi buen deseo: brindo a la paz y la unión, a nuestras autoridades, a la española nación y a las justas libertades, con Reina y Constitución.”
La danza
Finalizada la comida se bailó una danza vasca. Merece la pena reproducir íntegramente la descripción que sobre ello facilita el periódico: “Acto continuo se levantaron todos de la mesa y se organizó una danza o llámese zorcico o aurresco al estilo del país y al son del tamboril, en que llevaba lo que se llama la primera mano el alcalde presidente y la segunda o la del extremo opuesto el general segundo cabo don Bernardo de Echaluce, figurando también en esa danza el capitán general, el gobernador civil, el diputado general don José María dé Olano y el exgobernador don Renilo María de Vivanco que acababa de llegar, el juez de primera instancia don Prudencio Sáenz Ábalos y todos los demás individuos del ayuntamiento. En esta forma salió el aurresco a un campo colmado de pueblo, que había acudido de la ciudad, el cual al ver a sus autoridades tan unidas y alegres, las vitoreaba con entusiasmo y se agrupaba en derredor de la danza. Se bailaron las folias y el agudo (1), habiéndose de antemano llevado a cada bailarín su respectiva señora por dos regidores comisionados, conforme a la costumbre de la danza vascongada y, concluida esta, el baile se hizo general para la gente que había acudido.
No faltaban damas y no les fue difícil a los señores regidores ir acompañando a las que habían de componer la danza. Recordamos entre ellas a las señoritas de Arregui, que fueron las parejas de la primera y segunda mano, las de Carvajal e Irizar, las de Osorio o de Aragar y su hermana doña Irene, la señorita de Pera y otras muchas, dando fin al zorzico con el fandango.
El entusiasmo del pueblo rayó en frenesí al ver a sus autoridades tomar parte activa en la fiesta, todos mezclados y confundidos, sin que hubiese necesidad de una bayoneta para mantener el orden, ni ocurriese la incomodidad más pequeña. Se corrieron también tres novillos y se tiraron cohetes y voladores con profusión.”
La larde terminó sirviéndose heladosa los señores y señoras del “aurresco”, elaborados con nieve guardada en neveras construidas bajo tierra.Finalmentetoda la concurrencia regresaba a la Ciudad al anochecer cantando, bailando, dando vivas a las autoridades y arrojando al aire un sinnúmero de cohetes.
Tanto el capitán general como el gobernador civil, quedaron entusiasmados al observar con sus propios ojos, “lo que sobre las costumbres patriarcales vascas, se les había contado.”
Realmente curioso, que aquellas autoridades de todo tipo, procedencia, condición e ideolgía, confraternizaran en la romería, brindaran, fueran vitoreadas por la gente y bailaran una danza vasca.
La crónica de uno de los diarios madrileños finaliza con una reflexión: “En aquella mesa y en aquella danza, dándose la mano con la cordialidad de hermanos veíanse los que emigraron al extranjero por sus opiniones progresistas, los que figuraron en las filas de don Carlos, en fin, todos los colores, todos los matices, y en medio de esta fusión no había sino paz y alegría. ¡Cuándo las instituciones de esta desgraciada nación se asimilarán a las de este país (2), que a ellas y solo a ellas debe su dicha y su bienestar!
Qué se bailó en Olárizu
He tenido la oportunidad de preguntar a Karlos Sanchez Ekiza, catedrático de la EHU/UPV, del Departamento de Historia y Música, sobre el baile ejecutado entonces en Olárizu y me dice lo siguiente: “La primera mano es el que encabeza el baile, el que lleva el peso del mismo y el que tradicionalmente establecía con ello un honor, como hacía Luis XIV dirigiendo el minué en la corte. Más claro no puede ser, el honor en este caso de Olárizu se reserva al alcalde presidente. Si en vez de “primera mano” pones un término equivalente, como “mano delantera” obtienes la palabra aurresku en euskera. Y la “segunda mano o trasera” es de la persona que cierra el baile, lo cual también constituía un honor, aunque siempre menor que el del aurresku. En euskera, “mano trasera”, se denomina, atzesku.
En realidad están hablando en la crónica de la soka-dantza, el baile completo del cual a día de hoy es frecuente que solo se realice una parte mínima, a la que se llama aurresku.
A mi pregunta de si en 1854 era un dantzari quien bailaba o eran las autoridades quienes lo hacían, Karlos nos dice: “Bailaban estos personajes o autoridades, en efecto, y sin duda. El honor lo acarreaba hasta hace bastante poco el hecho de bailar, no de ser bailado. En Vitoria surgió en determinado momento una coreografía en esta línea”.
La Soka Dantza
Sánchez Ekiza, nos remite a un artículo suyo publicado en Auñamendi, referido al Zortziko de Vitoria, un baile que nos dice, puede ser similar al ofrecido en Olárizu en 1854, respecto al cual señala: “Es la versión local vitoriana de la soka-dantza. Basada en descripciones antiguas, fue creada por el grupo de esa ciudad’ Indarra Euskal Kultur Elkartea’ en 1987, y a partir de 2004 se baila todos los años frente al ayuntamiento el día de la Virgen Blanca, el principal de las fiestas de Vitoria.
Para la creación de este baile se utilizó básicamente la descripción que el viajero francés Jean François Peyron (3) realizó de la misma en 1778. Según la misma, el alcalde daba el tono para comenzar la danza y las chicas por un lado y los chicos por otro realizaban distintos saltos y evoluciones con las manos unidas por medio de pañuelos. Poco a poco ambos grupos se reunían para bailar juntos un fandango (Santoyo 1972, pp. 160-161 y 271-272). Por lo que respecta a su denominación, Joaquín Jiménez, bajo su habitual seudónimo de Kintxu de Bela, cita por ejemplo (1983, p. 252) el nombre de zortziko tanto en 1840 como en 1901, calificado literalmente en este último año de "serio y ceremonioso". En efecto, en algunas zonas de Navarra y especialmente en la cercana Barranca, éste es el término más utilizado para referirse a las soka-dantzak.”
A ver si el actual alcalde Groka Urtaran se anima, y en la próxima romería de Olárizu nos dedica un aurresku completo, junto a las demás autoridades, tal como lo hacían sus predecesores en el cargo en el siglo XIX.
(1) Parece referirse al arin arin
(2) Se refiere al País Vasco
(3) El viajero francés Jean François Peyron en su estancia en Vitoria tuvo la oportunidad de contemplar una danza -tal como dice Sánchez Ekiza-, de la cual da cuenta en su obra “Nouveau Voyage en Espagne, Fait en 1777 & 1778”, publicada en Londres en 1782. Fue traducida por J. Garcia Mercadal. El baile en cuestión se describe de esta forma: “He sido testigo de los bailes de Vitoria, bajo los árboles de un paseo que hay en los alrededores de la plaza. El alcalde mayor daba el tono, dos tambores han empezado a tocar el aviso; las muchachas y los jóvenes de la ciudad se han juntado. Las primeras se mantenían todas por los pañuelos, los hombres hacían lo mismo; era una imagen de la danza griega de Ariana que el señor Guis ha descrito en sus cartas. Iban de este modo, cada grupo aparte, describiendo diversas figuras alrededor de los árboles y sobre el césped. Después de cerca de un cuarto de hora de saltos y de vueltas, siempre al son del tamboril, y durante lo cual los mozos escogían cada uno con sus ojos a su pareja, envían a dos representantes a la fila que forman las mujeres, para ir a buscar (tour a tour) sucesivamente a las primeras que son escogidas; durante ese intervalo el baile continúa, y poco a poco los dos grupos no forman más que uno. Entonces, el laberinto que forman, las vueltas, los pasos y las figuras son más variadas y precipitadas; pero a una cierta señal que da el tamborilero, las parejas se separan, y pronto, al aire del fandango, toda la pradera parece en movimiento. Nada más listo que esas vitorianas; hubiérase dicho que cada una de ellas estaba sola con su pareja, de tal modo seguía los pasos de él y su actitud.”