La mujer perfecta
La realidad a menudo supera a la ficción, pero sólo algunas veces lo hace de un modo que resulta increíble. Es el caso de una madrileña, Hildegart Rodríguez, 'creada' por su madre para ser la mujer perfecta... Y así lo fue, pero su historia acabó de un modo trágico y terrible
La mujer perfecta
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Madrid
Aurora Rodríguez Carballeira, madre de Hildegart, fue una mujer de ideas avanzadas para principios del siglo XX, que incluían el modelo libertario y anarquista y la liberación sexual. Aurora creía que la especie humana podía mejorarse mediante la eugenesia, que consiste en seleccionar a los humanos como si fueran animales, resaltando unos rasgos en detrimento de otros. El concepto tuvo una repercusión funesta en las primeras décadas del siglo XX, con regímenes como el nazi en Alemania, donde pretendían crear la “raza superior” y emparejaban a mujeres rubias y jóvenes con hombres que representaban el modelo de la raza aria nórdica.
Una hija predestinada
Aurora tuvo a su hija Hildegart en 1914. Desde su nacimiento, la educó para convertirse en una especie de elegida: Hildegart debería liderar, cuando fuera yor, la emancipación de la mujer, y llevar a la sociedad al modelo político del anarquismo.
Hildegart comenzó respondiendo a las expectativas de su madre: a la edad de un año ya hablaba, leía a los tres y con ocho conocía varios idiomas. Brilló en los estudios y, en contra de lo que se estilaba en la época, fue admitida a los 14 años en la Facultad de Derecho. Su primer artículo en prensa lo publicó a esa misma edad, y también se afilió a las juventudes del Partido Socialista. Pronto fue conocida entre los dirigentes del partido, que se asombraban de su precocidad.
Primeros roces
Aurora aceptó al principio que su hija se orientara hacia el socialismo, en lugar del anarquismo que ella profesaba. Hildegart fue adquiriendo notoriedad y participando en reuniones y mítines, dando conferencias y escribiendo más artículos en prensa.
La llegada de la II República en 1931, cuando Hildegart aún no había cumplido los 17 años y ya era una de las dirigentes de las juventudes socialistas, fue para ella un motivo de gran felicidad. Sin embargo, pronto empezó a desalinearse del partido, ya que se mostró muy crítica con la actuación de los parlamentarios de izquierda ante una revuelta de campesinos que acabó en tragedia. También se sintió traicionada cuando su partido participó en la represión de unas obreras catalanas.
Un giro hacia el anarquismo
Por la formación que había recibido de su madre Aurora, Hildegart se sentía afín al anarquismo, y viró hacia esa corriente política cuando se desencantó de las posiciones socialistas. Se involucró también en la reforma sexual como medio de liberación de la mujer. A los 18 años ya publicaba panfletos de cierta extensión y muy aplaudidos por su profundidad en los ambientes políticos que frecuentaba.
El conflicto
Aurora nunca dejó volar sola a Hildegart ni permitió que se alejara de las ideas que le había inculcado. Pero la joven no estaba de acuerdo con su madre en cuestiones como el alumbramiento de una nueva clase humana basada en la eugenesia más radical. Aurora creía que sólo las personas sin vicio alguno debían participar en el alumbramiento de esa nueva humanidad. De hecho, ella misma había buscado al hombre “perfecto” para concebir a su “hija perfecta”.
Pero Hildegart se fue alejando de las ideas de su madre cada vez más. Y Aurora probablemente fue acusando sus problemas mentales, que debía de padecer desde siempre. Llegó a creer que había una conspiración para alejar a Hildegart de su lado e incluso ponerla al servicio de los intereses del capitalismo internacional en contra de la clase obrera.
Un terrible descubrimiento
Aurora, presa ya de sus paranoias, descubrió que el hombre con quien había concebido a Hildegart, y del que no quiso saber nada después, no era el ser puro y perfecto que ella creía. Al parecer, se trataba de un marino que había caído en toda clase de vicios. Cuando Aurora lo descubrió, pensó inmediatamente que sus genes eran lo que perturbaba a Hildegart. Y decidió acabar con el problema.
El crimen
La locura, las ideas fanáticas, la decepción más honda… Todo ello llevó a Aurora a asesinar a su hija el 9 de junio de 1933. La brillante y prometedora Hildegart aún no había cumplido los 19 años. Después, la madre se entregó a las autoridades, afirmando que estaba en sus cabales y que tuvo que matar a Hildegart porque “era necesario”. La condenaron a una pena de 26 años en prisión, aunque salió al comienzo de la guerra civil, para acabar sus días internada en un manicomio.