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Las leyendas de la Almudena

La mayor parte de las tallas religiosas antiguas tienen asociadas una leyenda: apariciones milagrosas, señales del cielo, solución de alguna calamidad. Nuestra Virgen de la Almudena no es ajena a ellas. Y, quizá por ser madrileña, no se contenta con una sola leyenda: tiene tres

Las leyendas de la Almudena

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Madrid

Un regalo de apóstol Santiago

La primera leyenda cuenta que la talla de la Virgen de la Almudena fue traída, en los primeros años de nuestra era, a Hispania por el mismísimo apóstol Santiago, encargado de predicar por estas tierras. Esa misma leyenda dice que Santiago no se encontró la talla en cualquier sitio: la talló Nicodemo y la policromó nada menos que san Lucas. Nicodemo fue, según la tradición, uno de los presentes en el descendimiento de la cruz de Jesús y ayudó a conducirlo y amortajarlo en el sepulcro de José de Arimatea. Es decir, que sus autores eran de nivel.

Oculta en la muralla de Madrid

Aquí ya han pasado bastantes siglos desde la primera leyenda. Casi mil años, de hecho. Entran en escena el Cid Campeador y el rey Alfonso VI, aquel con el que el Cid tuvo tantos problemas, y al que otra leyenda cuenta que le obligó a jurar en Santa Gadea que no había tenido nada que ver con la muerte de su hermano Sancho… Pero esa es otra historia.

La que ahora nos ocupa habla de una milagrosa aparición de la talla en la al-mudayna, la zona amurallada del antiguo Madrid y que da nombre a la Virgen. Al ser invadida la Península por los árabes en el año 711, los humildes pobladores de aquel villorrio, que luego sería nuestra gran ciudad, escondieron la talla en la muralla para “salvarla” de los infieles. Se les ocurrió la peregrina idea de hacer un hueco en el muro, colocarla dentro y poner dos velas encendidas antes de tapiarlo de nuevo. No pensaron que el oxígeno del aire en esas condiciones no podía durar mucho… Ni siquiera lo sabían, claro.

El milagroso hallazgo

El rey Alfonso VI, llamado El Bravo, había arrebatado a los musulmanes, tras muchos esfuerzos, la ciudad de Toledo. Era estratégicamente importante tomar también la pequeña aldea conocida como Magerit, por su posición geográfica, así que pidió al Cid que se encargara (en ese momento ya estaba a buenas con él). El rey conocía la historia del ocultamiento de la talla, pero no sabía dónde podía estar. Sólo sabía que era un lugar en la muralla. Así que, tras intentarlo según los modos tradicionales sin éxito, buscó la inspiración divina: puso a sus súbditos en procesión en torno a los muros hasta que, de pronto, se abrió un hueco en la muralla y apareció la imagen de la Virgen. Por supuesto, con las dos velas sin consumirse y aún encendidas.

La Almudena hoy… y una pequeña “conspiración”

La talla que se puede contemplar actualmente en la catedral de la Almudena está hecha en madera de pino, con policromía y pan de oro. Tiene al niño Jesús en sus brazos y se cree que data del siglo XV. No se sabe con certeza quién la talló, pero aparece pintada en el arcón funerario de san Isidro, lo cual indica que es más antigua o que se imitó la anterior… La cuestión es que el pueblo de Madrid nunca fue informado de que esa imagen de la Almudena no era la original, la que supuestamente trajo a España el apóstol Santiago. Se dio el “cambiazo” en tiempos del rey Enrique IV, a mediados del siglo XV. Algunos creen incluso que las leyendas sobre su llegada a Madrid y el hallazgo del Cid y el rey Alfonso son también invenciones, parte de un plan secreto llevado a cabo por la Iglesia de entonces, para así fomentar la veneración del pueblo a esta imagen.

 
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