Los turistas ruedan selfies

Palma

No reconozco a Palma cuando la paseo.

No culpo a nadie y lo achaco a deficiencias propias, pero esta ciudad no tiene nada que ver con la que conocí.

Compadezco a quienes viven en su núcleo, por otra parte carísimo.

Todas las personas que caminan por Palma se están haciendo selfies.

A un señor que paseara por la ciudad sin hacerse fotos, lo detendría la policía.

Estoy adiestrado como todos los palmesanos para no interrumpir ni molestar a los autofotógrafos.

El problema es que los selfies inmóviles de antaño se han transformado en autovídeos en que los turistas recogen su experiencia palmesana.

Ya no se toman selfies, se ruedan selfies.

Los turistas cineastas ensayan el recorrido con su palo de selfie, y al final del camino les espera su novia como en un videoclip de reggaetón.

Y como el rodaje ocupa tanto tiempo y espacio, es casi imposible no interrumpirlo.

Por suerte, nadie ha visto jamás las fotos que toma en un viaje, es de mala educación.

De lo contrario, se preguntarían qué hace ese señor mallorquín que estorba en el fondo de la imagen.

Claro que las técnicas modernas permiten borrar a los palmesanos de las imágenes, porque de la realidad ya estamos borrados.