Cuenca en los cuadros que el pintor cubano Wifredo Lam realizó en 1927
Pasó varios periodos tanto en la capital como en Villares del Saz y dejó una serie de pinturas que reflejan cómo eran estos lugares hace casi un siglo
Cuenca
La celebración del Quinto Centenario de la fundación de La Habana, la capital de Cuba, es motivo para rescatar la figura de un pintor cubano que dejó una gran huella en Cuenca, reflejada en sus cuadros y dibujos, a mediados de los años veinte del siglo pasado. Incluso su nombre rotula una calle desde 2010 en el barrio de Santa Teresa. De Cuba para Cuenca y de Cuenca para Cuba, unidas por el arte, se trató en otro programa dedicado a Chacón y Calvo, el cubano que descubrió Cuenca a González Ruano y de la llegada de Alejo Carpentier a “la ciudad alucinante de rocas raídas por el tiempo”. Quedó entonces pendiente rescatar la figura de Wifredo Lam, el pintor cubano que definió la Cuenca de 1927 con sus dibujos y pinturas, dejando para siempre ese paisaje de la Cuenca alta en sus apuntes y óleos, tras los pasos por nuestra ciudad de otros pintores como Rusiñol, Aureliano de Beruete o Sorolla, que dejaron plasmados en sus lienzos aquella Cuenca de comienzos del siglo XX. Lo contamos en Páginas de mi desván, con José Vicente Ávila, en Hoy por Hoy Cuenca.
Cuenca en los cuadros que el pintor cubano Wifredo Lam realizó en 1927
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Observando la obra que dejó tanto en Cuenca como en Villares del Saz, Wifredo Lam fue una especie de notario artístico de la ciudad vertical en la que anida la sorpresa en cada mirada, en aquellos años en los que Cuenca iba saliendo de su olvido, para convertirse en 1927 en una ciudad muy atractiva y moderna con nuevos edificios, pero siempre bella en su Casco Antiguo, pese a la vejez de sus casas, alguna de ellas anejas de cuadras y corralones. El verdadero nombre del pintor cubano, nacido el 8 de diciembre de 1902 en la ciudad de Sagua la Grande, era el de Wifredo Óscar de la Concepción Lam y Castilla, hijo de un comerciante chino y de una mujer de origen español y africano. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de La Habana y con 21 años embarcó para España, con una moneda de oro pegada en el cinturón, que le permitió vivir un año entero, entrando en el taller del pintor académico Álvarez de Sotomayor, director de El Prado.
Wifredo Lam llega a Cuenca. El joven pintor cubano viajó por diversas ciudades españolas y en 1924 ya pasó unos días en Cuenca acompañado del pintor catalán Jaume Sierra Aleu, aquí afincado, retornando a Madrid para seguir su formación. Wifredo perdió la beca que tenía al acceder el general Machado a la presidencia de Cuba, y tuvo que pintar retratos para sobrevivir. En la pensión madrileña conoció al estudiante conquense de Medicina Fernando Rodríguez Muñoz, que le ayudó y le habló de Cuenca como ciudad paisajística en la que podía estar un tiempo, y así a mediados de 1925 se establece en casa de quien sería médico de Olivares de Júcar. Los Rodríguez Muñoz eran primos de otra familia, los Conversa, que tenían casa en Villares del Saz. Alcalde de Cuenca era Cayo Conversa Martínez, que ayudó a Wifredo Lam, que tenía amistad también con su hijo Cayito Conversa Muñoz, que sería años más tarde secretario de la Diputación Provincial.
Un cubano en la Cuenca de los años 20. Alto, un tanto desgarbado y mulato, llamaba la atención. Wifredo Lam vivió primero en la calle Matadero, en casa de los Huete Vélez, y después en una casa de la ronda de Julián Romero y se le preparó un taller en el Almudí. Enseguida compatibilizó con los pintores y artistas de aquellos años, entre ellos el citado Sierra Aleu, Compans, Fausto Culebras, Luis Miegimolle, el propio Marco Pérez y otros aventajados alumnos de la Escuela de Artes y Oficios que se estableció en la Diputación. Hacían tertulia en el hotel Iberia y en la librería Escobar. Años más tarde entabló amistad con Félix García Cubertoret, practicante y dibujante, que vivía en la Plaza Mayor. Varios críticos de la obra de Wifredo coinciden en apuntar que el alcalde Conversa le encargó un Mural para el nuevo Mercado de Abastos que se construía junto a la Plaza de los Carros. Sin embargo, hace algunos años, Fernando Muñoz Crespo, sobrino del médico que trajo a Cuenca al pintor cubano, me comentaba su preocupación de dónde habían ido a parar las vidrieras que Lam había hecho para el Mercado, una vez que fue derribado.
Wifredo Lam en Villares del Saz. Los veranos los solía pasar en esta localidad, en la casa de los Conversa, habilitando como estudio-residencia del artista cubano el camarón o cámara. En los cuatro o cinco veranos que pasó en Villares su producción artística fue numerosa, con retratos, paisajes y bodegones. Los retratos de Zoa Conversa, la hija de don Cayo; de Juan Giménez de Aguilar, cuadro que está en la Diputación; el niño Dosantos; el carnaval de Villares; las fantasías orientales y sobre todo el denominado “Bodegón del Toro”, de gran fuerza expresiva, en el que resalta el “toro ibérico” que él ve en la alacena de la casa junto a otras piezas de barro.
Recuerdos amorosos en el estudio de Villares. Como se decía en la película “La guerra de papá”, “joven y en sazón” no podían faltar, pues Wifredo contaba con 24 años. Florencio Ruiz citaba a Lucrecia, en un reportaje sobre su primer amor conquense, joven a la que dibujó, como también fue su musa Ángeles Huete. La casa de los Conversa fue vendida a un vecino de Villares y en el muro del terrado donde pintaba, en el llamado camarón, aún existen apuntes en la pared, entre ellos un autorretrato del propio Wifredo, que May intentó que fuesen tratados. En el artículo “Lam en Cuenca y la Cuenca de Lam”, la catedrática Carmen Pérez “May” resalta que el “Bodegón del Toro” “fue como un homenaje a la madre de Cayo Conversa a quien profesaba gran cariño y respeto, quizás por el recuerdo de la suya”. Carmen Pérez escribía en el libro editado por la Universidad, en el centenario del nacimiento del artista cubano, celebrado en 2002:
“Ha sido tanta la trascendencia y la proyección artística de la obra de Lam que la UNESCO incorporó entre sus compromisos el estudio y difusión de la vida y obra de este gran pintor…. Wifredo Lam es una de las figuras relevantes y sui géneris del siglo XX, que supo impregnar sus obras de las tendencias del agitado momento que le tocó vivir, sirviéndose de ellas para madurar y profundizar en su propia creación”.
Al hilo de ese Centenario, y en “Cuadernos del Sargal”, Carlos de la Rica escribió que la presencia de Wifredo Lam no pasó indiferente en Cuenca: “Los años 20 de Wifredo Lam están en la ciudad y su palabra cruza el diálogo con los artistas y gentes de letras poniendo su peculiar forma en los entramados culturales: pinta y expone, frecuenta las tertulias, dibuja magistralmente el urbanismo conquense que le seduce convirtiéndose en testigo de cuanto por la época va desapareciendo en loor de los tiempos…”
“Pocas veces un artista ha calado esa austeridad lineal y, a la vez, intensa en su movimiento, del perfil del urbanismo conquense. Como sucediera muchos años después con Lorenzo Goñi. Lam es uno más de la comparsa ciudadana. Sus dibujos están por lo mejor conseguido. Rincones y plazuelas, edificios y edificaciones, hasta su Semana Santa, cuentan su maravillosa interpretación. Tipos y retratos van más allá de la vana y fugaz presencia; calan en el sentimiento”, apuntaba Carlos de la Rica.
Raúl Torres, a la sazón cronista de la ciudad, y paladín de las Artes y Letras Conquenses resaltaba que “Wifredo Lam buscó, por callejas, senderos y hoces la teluria conquense y la plasmó en aquella exposición bellísima que contó “La Ilustración Española”.
En aquella exposición de la Cuenca del 27 la representación del Lam retratista estaba plasmada en sus modelos de señoritas conquenses. Jovencísimas, y de su pueblo de adopción temporal, Villares, donde además de retratos de gentes del pueblo, como el del abuelo de los Ramírez, se inspiraba en las más jóvenes para recrear sus sueños de odaliscas orientales”. Sin duda, Cuenca lo fue todo para Wifredo Lam”, remataba Raúl.
Florencio Martínez Ruiz, que publicó diversos trabajos sobre el artista cubano que dibujó el paisaje de la Cuenca de los “felices veinte”, escribía en 1998 en “El Día Cultural” sobre “la etapa castiza y clásica en la que el genial pintor define a Cuenca”:
“Es imprescindible decir que Wifredo Lam vivió en Cuenca unos intensos años, plenos de contrastes, más allá de lo puramente exótico. Su maravilloso instinto de artista le permitió ser –como ha señalado Federico Muelas y es algo que desconocen los teóricos de la pintura— uno de los pocos artistas que vio la verdadera luz de Cuenca remansa para sí, y de ahí que lo recuerde por su fidelidad del color auténtico, imperceptiblemente conquense”.
Florencio resalta la calidad y delicia de los 25 dibujos de Lam publicados en la revista “Ilustración Castellana” en 1927: “En buena parte de ellos se trata de magistrales apuntes, de viñetas definitivas que fijaron para siempre el temblor del caserío y del paisaje con lápiz seguro y máxima identificación… De entre esos veinticinco dibujos de la serie llamada “Del Cuenca típico” es imperioso señalar la facilidad de las Casas Colgadas en versión inmarcesible; la calle de los Tintes, la iglesia de San Felipe –donde el negro logra calidades de grabado de Durero--; el Hospital de Santiago visto desde el puente de la Trinidad, la torre de Mangana, la plaza de la Merced, la iglesia de San Miguel, la plaza de los Carros…
El éxito de los dibujos resultó muy llamativo en su tiempo –una etapa en donde no faltaron, como Pérez Compans, grandes dibujantes en la ciudad— y ello hizo que se recogieran en un número extraordinario de “Voz Regional”, la revista de Cuenca en Madrid… Un experto crítico de arte, como Alfonso de la Torre, citaba a Wifredo Lam como “el conquense precursor”, al hablar de los años veinte, en el Catálogo “La Poética de Cuenca 1964-2004”. “Fascinado por la vida conquense Lam pintó algunos bodegones con un cierto aire velazqueño: el dedicado a Zoa Conversa Muñoz (“Bodegón”, 1927).
Sin embargo, el gran tema pictórico, pinturas y dibujos, fueron las casas colgadas de la ciudad, tratadas con un cierto aire surrealizante, una luz delgada, y una ordenada composición. En muchas ocasiones con un empaste pictórico con un cierto grosor que dejaba adivinar el mundo de experimentación posterior del pintor… También en algunas de las vistas conquenses hay un cierto aire a lo Friedrich.
El paisaje toma un carácter espiritual, desaparece la estructura arquitectónica para instalarse un paisaje sinuoso, nada de sosiego, en permanente agitación y convirtiendo a las rocas conquenses, analizadas con hondura pictórica, como luego haría Torner, en algo más que mera materia mineral. Un paisaje a veces rozando la abstracción.
Lam repitió el tema casi hasta la obsesión, recordando, entonces, algunas de su palabras poéticas, las que dice que buscan en lo hondo de la caverna del cielo”.
Recuerda Alfonso de la Torre, considerado como uno de los mejores críticos de arte, que “entre las series de obras con tema conquense están: “La calle de los Tintes”, el conjunto de vistas de Cuenca y de las Casas Colgadas, “Bajada de las Angustias”, “San Antón”, “Subida a la Plaza Mayor”, “La Vieja del Rosario”, inquietante retrato con un paisaje muy a lo Greco al fondo; “Calle de Cuenca”, “Femmes de Cuenca”, “Bajada a las Casas Colgadas” o “La Casa de la Sirena”.
El cuadro de la “Casa de la Sirena” y la Guía Telefónica, con anécdota incluida. Uno de los «gazapos» más sonados, pero menos apreciado, fue el de la portada de la Guía Telefónica de la provincia de Cuenca, 1983/84, en la que aparecía el famoso cuadro de Wifredo Lam, «la Casa de la Sirena», de forma invertida. La fotografía de esta obra de arte fue publicada al revés, en tamaño 21 de ancho por 28 de alto. Salió a la calle en el mes de julio de 1983 y recuerdo el comentario que publiqué entonces en la sección “El Tin-Tan de Mangana” del 31 de julio: “¡Qué sorpresa más mayúscula nos hemos encontrado muchos conquenses al observar la portada de la nueva Guía! En ella se reproduce un cuadro del pintor cubano Wifredo Lam, de la calle Obispo Valero, óleo propiedad del Ayuntamiento de Cuenca, que está colgado en el salón de sesiones”, pero en fotografía invertida”, lo que produjo algunas protestas para que el Ayuntamiento mediase. Con el paso del tiempo aquella portada, es de coleccionista, como un “rara avis”. La culpa, como siempre fue de los duendes de la imprenta. Ese cuadro lo pintó Lam en 1927 y lo presentó en la Exposición de ferias.
1927, el “año de las luces” en Cuenca. En ese año se celebraron en Cuenca dos Exposiciones de Arte en las que brillaron con luz propia los dibujos y óleos de Wifredo Lam, el pintor estilizado de tez morena, reconocido como artista y agradable en el trato. La primera, que tuvo carácter excepcional se celebró del 17 el 20 de mayo, con motivo de la celebración en Cuenca de la Asamblea Nacional de Federaciones Sanitarias y con ocasión de las Bodas de Plata de la coronación del rey Alfonso XIII. En aquella magna Exposición de mayo, con 176 obras, Wifredo Lam Castilla, como así se presentaba, expuso 16 cuadros, incluyendo sus precios. La mayoría rondaba entre las 75 y 50 pesetas, pero había un retrato al óleo valorado en 500 pesetas y otro titulado “Gitanilla” por 200. Entre los dibujos bistre estaban “El tuerto de Tiradores” y “El abuelo Joaquín”, valorados igualmente en 200 pesetas y otro titulado “Semana Santa en Cuenca” (apunte al óleo), que nos hubiese gustado conocer para saber cómo interpretaba el pintor cubano nuestra celebración pasional. Junto a Lam puedes citar al resto conocidos expositores: Luis Marco Pérez, Fausto Culebras, Jaume Serra Aleu, el Conde de la Ventosa, Antonio Castaño, Benigno de Diego, Aecio Fernández, Enrique Monjas, José González Torralba, Julio Larrañaga, Luis Martínez Kleiser, Ricardo Pérez Compans, Julián Rojo Felipe, Eusebio Sanchiz, Cecilio Sierra, Antonio Tomás y Mariano Zomeño.
La segunda exposición se celebró en la primera quincena de septiembre, en las fiestas de San Julián, titulada “Concurso de Arte, Industria y Fotografía del País”. En la sección de Pintura Wifredo Lam presentaba la famosa “Casa de la Sirena”, y el retrato al óleo titulado “Cuenca”, también conocido como “La vieja del rosario”. (Esta mujer se llamaba Juliana Mansilla del Pozo, natural de Mariana, que vivía en una casa del Horno de las Campanas en el inicio de la Ronda de Julián Romero, según nos dice su nieto Jesús Rolanía. El cuadro es impactante. Wifredo también le hizo un dibujo y ambos se los regaló. La familia lo vendió y el cuadro de “La vieja del rosario”, mostrado en algunas Exposiciones, fue subastado en la década de los 50-60”.
Además de Wifredo Lam exponían en el Grupo Escolar su amigo Jaume Serra con un cuadro de la calle de la Moneda, que titulaba “Calle de los Fidalgos”, y otra decena de obras; o jóvenes artistas como Emilio Saiz, Florencio Gabaldón, Buendía, Diderot de la Rica, Asunción López, Huerta, Pérez Compans, que dedicó una viñeta a Lam en “El Día de Cuenca”, y otros artistas de la escultura, la forja o el bordado.
Lam dejó huella para otros pintores cubanos. Con el título de “Un cubano en Carretería”, el periodista valenciano Eduardo Bort Carbó, que trabajó unos años en “Ofensiva”, entrevistaba al entonces joven cubano Arnaldo Ravelo Avellaneda, escultor, pintor, poeta y hasta cineasta, artista en una palabra, que estaba becado por el Instituto de Cultura Hispánica y pasó unos días en Cuenca en junio de 1959, aunque ya tenía 30 años. Era profesor de pintura y dibujo desde 1952 y escultor cinco años después. Le gustaba ya la pintura abstracta y su viaje a Cuenca era exclusivamente para trabajar:
“He pintado en el Puente de Palo; el grupo de casas rascacielos de San Antón y el propio puente desde abajo y las Casas Colgadas a contraluz y en el atardecer”.
Contaba que le gustaba la pesca submarina y que en el cine ha doblado a Yul Brynner. Le encantaba Cuenca, ciudad a la que quería volver, pues tras conocer Toledo, Ávila y Segovia, deseaba seguir hacia el Levante. Ravelo falleció en Miami en 1979, a los 50 años, y su cotizada obra la custodia la Colección Cuban Heritage.
Otro pintor cubano que siguió los pasos de Wifredo Lam por Cuenca es Andrés Puig, que llegó de la mano de Emilio Morales, coincidiendo con el centenario del nacimiento de Wifredo, atraído por “la magia, la fantasía, el color, el olor, la gente, los atardeceres desde Mangana…
De Cuenca a París, con la guerra de por medio, al lado de Picasso. Wifredo Lam recorrió diversas ciudades europeas y de Latinoamérica, ya como pintor vanguardista y surrealista. Cuenca quedaba en su recuerdo de juventud, falleciendo en Paris en 1982. El pasado 8 de diciembre se cumplieron 117 años de su nacimiento y 95 de su fructífera llegada y estancia conquense.