Cheikh Diouf: "La mayoría de los menores no están preparados para salir de los centros a los 18"
Este estudiante de Administración y Dirección de Empresas llegó en patera a El Hierro en 2006, fue MENA sin saber qué significa esa palabra y aboga por revisar la eficiencia de los centros de menores
Entrevista Cheikh Diouf. "La mayoría de los menores no están preparados para salir de los centros a los 18 años"
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Córdoba
Cheik Diouff llegó a España procedente de Senegal en una patera que arribó a la isla de El Hierro en 2006. Si uno consulta Google Maps, que es donde ahora consultamos cómo ir de un sitio a otro, el sistema se bloquea y se lamenta por “no poder calcular las indicaciones de Senegal a El Hierro”; “no disponible” en coche, a pie, en bicicleta, avión o transporte público. La opción “por mar” no está implementada aún.
Ha sido inmigrante, mena (aunque nunca fue consciente de esa palabra), y ahora, a sus 21 años, es estudiante de cuarto curso de Administración y Dirección de Empresa en la Universidad Loyola Andalucía. Llegó a Europa con una edad de entre 8 a 10 años. No lo recuerda bien. Y ahí salta un primer resorte, porque en nuestra mente occidental nos parece increíble no saber la edad que tenían nuestros hijos cuando hicieron tal cosa o tal otra, ¿cómo olvidaríamos un hecho tan determinante? El relato de Cheik evidencia que su perspectiva es diferente.
“Allí no tenía futuro, tenía que salir”, explica en Hoy por Hoy Córdoba, donde cuenta por primera vez su historia. Cheik tuvo la suerte de encontrar en Córdoba otra familia: “una familia normal, los considero mi padre y mi madre, aunque tengo contacto con mi familia de Senegal”, asegura. A su familia de acogida la conoció en Cerro Muriano, en un centro de menores en el que ellos trabajaban: “vieron que necesitaba ayuda” y acabaron acogiéndolo cuando cumplió los 18 años, la edad en la que la administración dice “hasta aquí” y la mayoría de los menores de estos centros se enfrentan a la decisión de qué hacer con su vida, cuando el resto de los menores del país, los que tienen la fortuna de tener una casa, andan bien alejados de tomar esa decisión. Cabe recordar que el 82% de los jóvenes menores de 30 años no se han emancipado. Los datos del Observatorio de la Emancipación dicen que solo el 5’9% de los jóvenes entre 16 y 24 años están emancipados. Cheik agradece el trato recibido en los centros de menores, donde conviven niños españoles y extranjeros, pero entiende que hay que revisar su eficiencia, pues “la mayoría de los que salen no están preparados para salir” y muchos acaban “viviendo en la calle” o, en el caso de los menores españoles, regresando a los conflictivos entornos familiares de los que fueron sacados por la propia administración. “Necesitan un apoyo más largo para el futuro, pero los monitores no tienen suficientes herramientas para ayudar a los niños a salir adelante”, concluye.
Cheik ha vuelto a Senegal donde a quien le pregunta si es buena idea intentar llegar a España el responde que no, que busquen su futuro en su país. Ellos me responden que si no hay futuro qué pasa. En su caso, fueron sus padres los que decidieron que él sería el enviado de entre todos sus hermanos. Cheik entiende que debió ser “una decisión muy difícil” y que él no recibió mal del todo “porque no tenía conciencia de la vida, eres un niño, eres muy inocente y no sabes lo que te vas a encontrar”. En el viaje le acompañó un primo, que luego rompió el contacto con él. “La travesía fue una travesía muy dura, tardamos como dos semanas en llegar, tuvimos muchos problemas y nos salvamos por poco”; “De alguna cosa me acuerdo, pero no sé...”, añade, y uno vuelve a caer en la cuenta de que esta realidad supera nuestra realidad.
Cheik relata el tratamiento recibido en los CIES, donde fue recibido en un primer momento, “era un trato duro, no se pasa bien”. “Llegas a un sitio sin saber donde estás, cómo son las condiciones del país, no sabes por qué te retienen”, señala. “Era un niño, pero si eres inmigrante qué mas da que seas un niño”, ironiza. Cheik dice haberse encontrado por el camino mucha gente buena y cuando habla con sus amigos, compañeros de la universidad, sobre inmigración les insiste en que “la inmigración es mucho más que las valles, hay que contar la historia desde el origen, sin olvidar el concepto humano, si ese valor se pierde hablamos de las personas como si fueran mesas”.
Su futuro pasa por terminar sus estudios en Loyola, formarse un poco más, tener mi propio negocio y a largo plazo volver a mi país.