No es nuestro contagio, sino el del turista

Palma

Lamento comunicarles que nos hemos vuelto unos señoritos, dicho sea con indiferencia de género.

En Balears, me refiero.

Afrontamos la crisis global del coronavirus pensando en protegernos del contagio cuando viajamos al extranjero.

Suspendemos viajes de estudios de escolares mallorquines, anulamos cruceros y viajes a países exóticos.

Exigimos garantías de que nuestros conciudadanos no serán visitados por el coronavirus en la cabina del avión, ni en el camarote trasatlántico ni en la suite del hotel.

Cuando acaben de ponerse la armadura, me gustaría preguntarles dónde está la preocupación primordial y absoluta por nuestros turistas.

Hasta donde recuerdo de los tiempos previos a la histeria del coronavirus, los baleares no vivimos como los vikingos de las incursiones en territorios extranjeros.

Al revés, confiamos en que quince millones de bárbaros del norte recalen anualmente en nuestras costas.

Y en vez de garantizar el aluvión de visitantes, y de rezar incluso para que no se vea afectado, nos planteamos cómo viajar a Nueva York sin intercambiar fluidos con otros seres humanos.

Decididamente, nos hemos convertido en unos señoritos, o como se diga.