'Es una pena que la literatura no haya tratado a las cabras como merecen' por Pepe Belmonte

Murcia

Hoy quiero hablarles de la cabra.

En la pequeña pedanía archenera de La Algaida, que apenas llega a los dos mil quinientos habitantes, se ha puesto en marcha un proyecto piloto que consiste en utilizar un ganado de cabras, de más de doscientas criaturas, para acabar con los rastrojos y los matorrales de los solares y los descampados de la localidad.

Una solución limpia, ecológica, que sabe a zurrón y suena a música de flauta, a escena bucólica de Virgilio o de Horacio, que las propias cabras, si la hierba está en condiciones, serán las primeras en agradecer.

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La noticia ha salido en la prensa y ya son muchos los particulares que, generosamente, han ofrecido sus terrenos para que los animalicos sigan aplicándose a tan noble oficio.

¡Qué poco –y casi todo malo– se ha dicho o escrito sobre la cabra! Abundan, eso sí, las expresiones y los refranes del tipo “estás como una cabra”, “la cabra tira al monte”, “cabras y cabritos, a todos nos traen fritos”, “el que cabras cría, va a juicio cada día”, etc.

Muy mala imagen, como digo, ha tenido desde siempre este simpático mamífero que tantas vidas ha salvado con su carne o con su leche, con la que, por cierto, se hacen unos espléndidos quesos.

Y mire usted por dónde, por lo que hemos sabido, es uno de los animales más inteligentes de la naturaleza, capaz de comunicarse con los suyos en un idioma que sólo entienden los de su manada, para que las cabras de otros pueblos no se enteren de sus secretos, que también los tendrán, como todo bicho viviente.

Como buen rumiante, tiene cuatro estómagos, de ahí que pueda echarse al coleto hasta tres kilos de forraje al día. Y macho y hembra, quizá por solidaridad y para evitar desigualdades y reproches mutuos, poseen barba y cuernos. Cada cual los suyos.

Y además, por si todo ello les pareciera poco, las cabras son capaces de desmayarse embargadas por la emoción –como una especie de síndrome de Stendhal, pero a lo bestia–, y se deprimen si no están en compañía de otras cabras.

Es una pena que la literatura no las haya tratado como merecen. Ni que tengamos ningún buen poema con la cabra como protagonista. En todo caso, existe una bonita composición titulada “Cabra sola”, de la inolvidable Gloria Fuertes.

Así pues, para concluir, que nadie diga que están como cabras quienes hace unos días, en un conocido y céntrico barrio de gente guapa de Madrid, saltándose a la torera el confinamiento, protestaron, enérgicamente, contra las medidas adoptadas por el gobierno de Sánchez.

Un respecto para las cabras.

Pepe Belmonte