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'Un cuerpo que había logrado mantenerse intacto gracias al hielo', por Pepe Belmonte

Escucha el 'micromentario' semanal para Hoy por hoy del catedrático de Literatura de la UMU

El Principito es ya el libro traducido a más idiomas en todo el mundo / Getty Images

Murcia

Hace algunos años, cuando iba con más frecuencia a Suiza, en una animada conversación entre profesores y escritores, alguien apuntó la posibilidad, nada rara, de que, cualquier día, las montañas de los Alpes pudieran devolver, intacto, el cuerpo sin vida de Antoine de Saint-Exupéry, el autor de Vuelo nocturno y El Principito. Cosa que sucede todas las temporadas, cuando la nieve comienza a derretirse en primavera y aparecen los cadáveres de muchos de los que se habían perdido, conservados por el frío y las bajas temperaturas.

Micromentario / Pepe Belmonte (08-05-20)

03:06

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En la película titulada Smoke, cuyo guion corre a cargo del escritor norteamericano Paul Auster, uno de los personajes, encarnado por el actor Harvey Keitel, relata una historia que bien podría pasar por auténtica.

Un niño pierde a su padre en un accidente en la alta montaña y su cuerpo no puede ser rescatado. Muchos años después, cuando ese niño fue creciendo y se convierte en un hombre de cierta edad, caminando por esos mismos parajes, logra encontrar, casualmente, el cuerpo de su padre.

Pepe Belmonte, catedrático de Literatura de la UMU, en el patio de su casa de la huerta (Murcia) / Cadena SER

Un cuerpo que había logrado mantenerse intacto gracias al hielo y a las bajas temperaturas de la zona. Sin embargo, el impacto no se produce por el hallazgo en sí, sino que tiene lugar cuando el hijo, que se fija en la cara de su progenitor, que parecía estar durmiendo plácidamente, se da cuenta de que en ese momento él es mayor que su padre, que no tuvo tiempo de envejecer, con el trauma que supone todo este súbito intercambio de papeles.

Saint-Exupéry, al que ahora traigo a la memoria después de releer su delicioso Principito, sigue arrastrando, hasta hoy mismo, el misterio de su muerte.

Despegó, a primera hora de la mañana del día 31 de julio de 1944, de una base siciliana a bordo de un avión para llevar a cabo una misión de reconocimiento sobre las tropas alemanas, y nunca más se supo. Hasta finales de los noventa no fueron encontrados en el mar, cerca de Marsella, los restos de su aparato y un brazalete en el que iba grabado su nombre y el de su esposa.

El misterio sigue, sin embargo, intacto. Nadie podría asegurar que fue derribado por un avión enemigo. Tampoco nadie puede afirmar con rotundidad que tuviera un accidente fortuito y cayera al mar en picado.

Lo que sí es cierto es que el inventor del Pequeño Príncipe había estado de juerga durante toda la noche anterior al vuelo, y que siempre había expresado a sus más íntimos sus ideas suicidas.

En todo caso, como le advierte el Principito a ese aviador de la novela que está perdido en el desierto del Sáhara, con el avión averiado, Saint-Exupéry, desde entonces, desde su misteriosa desaparición, posee el privilegio de tener a su disposición todas las estrellas del universo que hacen reír. “Y tus amigos –concluye el niño de la bufanda amarilla, dirigiéndose al piloto– se asombrarán al verte reír mirando el cielo”.

Pepe Belmonte

 
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