El Sporting se derrite en Vallecas

El Sporting consiguió en Vallecas un valiosísimo punto, que le ayudará a mantener la categoría. A poco más de eso puede aspirar un equipo con este bagaje, tanto cualitativa como cuantitativamente. Un equipo que ocupa una de las peores clasificaciones de su historia: décimotercero en Segunda División (así acabó el partido de Vallecas, a expensas de lo que hiciera el Fuenlabrada posteriormente en el Tartiere). Y un equipo que juega al fútbol como juega este Sporting.

La fórmula para semejante éxito es fácil. Consiste en transformar en gol el único disparo entre los tres palos en 97 minutos de partido, que llegó después de una carambola: una desgracia del rival, tras un balón que golpea en el pie de Juan Villar. Nadie le niega a Álvaro Vázquez el doble mérito: el de la atención y el de la muy buena definición. Tampoco su condición de delantero que debe jugar siempre que pueda en el Sporting, porque cuando le sustituye Djurdjevic, el Sporting pasa a jugar sin delantero, como volvió a quedar claro en Vallecas.

Ocasiones, el Sporting solo tuvo otras dos. Las estadísticas oficiales no contemplan como tiro a puerta el remate de Nacho Méndez en la segunda parte, porque fue repelido por Saveljilch a unos metros de la línea de gol, aunque apuntaba en dirección peligrosa. El portero del Rayo, a diferencia de Mariño, no tuvo que intervenir ni una sola vez, más allá de sacar de portería.

Concluyendo, por tanto, que el Sporting solo tiró a puerta una vez, el problema para que la fórmula funcione es que con un solo acierto el rival te roba al menos parte del premio. Y así sucedió cuando Yacine (como no, uno de los que en Mareo entendieron que no valía para el primer equipo) marcaba de cabeza libre de marca tras una falta lateral, varios rechaces y un centro desde la banda contraria. La falta fue muy protestada por los jugadores rojiblancos, porque Damián Pérez parecía robar limpiamente la pelota. Es el problema de jugar con fuego.

Por supuesto que el partido estuvo marcado por el calor. No tiene que ser fácil jugar un partido a 32 grados, pero ese es un factor coyuntural que se suma a los estructurales de cada equipo. El calor era exactamente el mismo para los dos. Y es difícil negar que, sin mucha brillantez y desde luego sin éxito, el Rayo fue superior en la primera mitad. Hasta que el Sporting se encontró, en el último segundo de la primera parte, con la carambola que terminó en el gol rojiblanco. Hasta entonces se había visto a un equipo fallón, impreciso, que recurría constantemente al pelotazo. Desesperante.

Con el Sporting vale más ser paciente. Para ver una jugada elaborada e interesante hubo que esperar 68 minutos. La entrada en el campo de Nacho Méndez (que sustituyó a Manu García y que volvió a demostrar que aporta más en la mediapunta que en el mediocentro) supuso para los espectadores tanto refresco como la pausa de hidratación para los futbolistas. Por sus botas pasaron las dos jugadas de mérito en los mejores minutos de juego de partido. La primera, una apertura suya para Carmona, que desde línea de fondo devolvió al luanquín para que su disparo desde el punto de penalti se estrellara en el cuerpo de un rayista. En la siguiente acción, se intercambiaron los roles: fue Nacho el que robó y, tras conducir, le sirvió el balón atrás a Carmona, que remató completamente desviado.

Curiosamente cuando el Sporting empezaba a hacer algo productivo (más allá del gol aislado), llegó el gol del Rayo, que derritió las esperanzas de remontada del equipo rojiblanco. Un punto fantástico si a lo que se aspira es a no quedarse fuera del fútbol profesional.