Gutiérrez Murillo, presidente

Pepe Gutiérrez Murillo, a la izquierda, junto a su directivo Rafael Almagro e día de la despedida al estadio Domecq / Cedida

Jerez de la Frontera
No podía creerme la noticia. Otro palo para el xerecismo y los xerecistas. En poco más de tres meses, la parca se ha llevado por delante a los dos presidentes que comandaron el Xerez Club Deportivo en la década de los ochenta. Si a principios de marzo una neumonía acababa con la vida Manolo Riquelme, el mandatario que comandó el ascenso del equipo en la 81-82, este viernes una infección que le mantenía ingresado en la UCI desde hacía tres semanas nos arrebataba a Pepe Gutiérrez Murillo, el hombre que lideró el histórico ascenso de la 85-86 ante el Ceuta.
En mi opinión, Gutiérrez Murillo ha sido el mejor presidente que ha tenido el Xerez en toda su historia. Así se lo expresé en las numerosas ocasiones en las que tuvimos la oportunidad de conversar en los últimos años, estando ya retirado del fútbol y recluído en su piso de San Joaquín. Bajo su mandato, el Xerez aspiró por primera vez seriamente a ascender a Primera división. Fue en dos temporadas consecutivas, la última del Domecq en la 87-88 y la 88-89 coincidiendo con el estreno de Chapín. Luego la puñetera política hizo de las suyas y Pepe no pudo finalizar el proyecto que seguramente hubiera acabado con el club en la máxima categoría de nuestro fútbol mucho antes de lo que lo hiciera veinte temporadas más tarde.
Lo recordaba hace unas horas con Felipe Quintana, su compañero y amigo del alma desde los nueve años y hombre de confianza al frente de la secretaría técnica del Xerez. Pepe fue tremendamente generoso con el club. Primero como directivo y desde 1983 a 1989 como presidente. De su trabajo en Viajes Ecuador le despidieron por dar todo tipo de facilidades para los desplazamientos del equipo, y su amistad con Antonio Fernández, vicepresidente del club, hizo que a Pedro Pacheco se le pusiera entre ceja y ceja hasta que consiguió desalojarlo de la presidencia. Aquello de que un militante socialista pudiera apuntarse el tanto de subir al Xerez a Primera no entraba en la cabeza de un Pedro Pacheco al que nadie osaba entonces hacer sombra.
En medio, una primera temporada ilusionante, la 83-84, sustituyendo a Manolo Riquelme, y consiguiendo un equipo con aspiraciones para regresar a la Segunda división perdida un año antes. Un equipo que, además de la base de los Recio, Rivas, Valencia, Perdigones, Pozo y Adolfo, contaba con futbolistas como Choquet, Juan Antonio o Mané II que no llegaron a rendir lo que se esperaba de ellos.
En la siguiente se empezaron a doblar las cosas en lo económico, viéndose obligado a tirar de una cantera con gente muy interesante que escribirían una etapa dorada en el xerecismo, como Osma, Suárez, Rosado, Correa, Queco, Juanito Moreno o Torres. El ascenso no llegaba, también se frustró la unificación con el Jerez Industrial, rechazada por la asamblea de socios del club blanquiazul, y nos plantamos en la temporada 85-86 con el primer equipo encerrado en los vestuarios del Domecq por las deudas. Fue un verano largo y duro en el que la plantilla dirigida por el también desaparecido Moncho hizo piña y salió reforzada de la difícil situación, eliminando al Cádiz (entonces en Primera división) en la Copa del Rey y logrando el campeonato y el ascenso a Segunda.
Continuar con la base de la cantera del año anterior y algunos retoques no dio resultado, y el equipo acabó colista con un record negativo de 22 negativos en su casillero. No obstante, el club se salvó por la famosa reestructuración impulsada por el presidente del Cádiz Manuel Irigoyen, y Gutiérrez Murillo y su junta siguieron confiando en el entrenador que había terminado la temporada sin cumplir con el objetivo de salvar deportivamente al equipo del descenso. Este no era otro que el inefable José Antonio Naya, que armó un plantillón cuajado de jugadores de Primera: Fernández, Sala, Fabregat, Quesada, Eizmendi, Martín Sáez, Dieguito, Orbegozo o Dante Sanabria. El polémico técnico gallego fue destituido antes del final de la primera vuelta y el enorme acierto de Gutiérrez Murillo fue contar con José Antonio Irulegui para afrontar la etapa más ambiciosa hasta entonces del Xerez en toda su historia. El asalto a la Primera división quedó muy cerca de conseguirse, pero las bases para seguir intentándolo estaban bien sentadas para la temporada siguiente, la del estreno en Chapín. Alex, Cakic, Mesa o Reces apuntalaron un plantel que practicó el mejor fútbol que se había conocido hasta entonces en Jerez, pero la "bestia negra" del Rayo Vallecano y la rodilla de Dante Sanabria nos dejaron de nuevo con la miel en los labios.
La 89-90 no la acabó Gutiérrez Murillo como presidente, siendo relevado por Helio Huarte. Una directiva que fue desandando lo andado, echando primero a Irulegui y vulgarizando un plantel que en la 90-91 acabaría descendiendo de nuevo al pozo de Segunda B.
Pepe siguió yendo regularmente a Chapín y ocupando su asiento de abonado. Y así fue hasta que la sucesión de especuladores, aprovechados y mangantes que trajo la SAD le acabaron por aburrir. En los últimos años se alimentaba de recuerdos, y al tiempo se lamentaba de que no le hubieran dejado terminar su proyecto, aquél que seguramente hubiera llevado mucho antes al Xerez a Primera, como el propio Irulegui conseguiría en la 97-98 con el Villarreal de Paco Roig.
Yo me quedo con el recuerdo imborrable de un gran xerecista, un enorme presidente y una estupenda persona.
Hasta siempre, Pepe.

Eugenio Camacho
Estudió Ciencias de la Comunicación en el Centro Universitario San Isidoro, de Sevilla. Periodista en...




