100 años del asesinato del Conde de Salvatierra

Valencia

Era un caluroso miércoles día 4 de agosto de 1920, ahora hace exactamente cien años. Como de costumbre, los condes de Salvatierra de Álava salieron a pasear en coche a última hora de la tarde, a la fresca, junto a la marquesa de Tejares, hermana de la condesa. Los condes preferían para sus paseos por el Grao utilizar el coche de tracción animal antes que un auto, y para este paseo el servicio lo cubrió la casa Mollá, que envió un carruaje milord tirado por un caballo. Bien entrada la tarde salieron de su casa en la calle Císcar número 9, marchando en dirección al puerto donde permanecieron unas horas en el contramuelle de Caro despidiéndose de unos amigos, iniciando la vuelta ya en plena noche. A paso moderado y siguiendo la calzada central del Camino del Grao se encaminaron hacia el centro de la ciudad, pero a la altura del paso a nivel de la vía férrea de Barcelona –actual Serrería- fueron abordados por dos o tres individuos provistos de revólveres que dispararon sobre ellos a quemarropa, haciendo blanco en los tres ocupantes. Los heridos fueron conducidos rápidamente a la casa de Socorro de la Glorieta, donde entró ya cadáver la marquesa de Tejares y con pronóstico muy grave los condes de Salvatierra. Francisco Maestre Laborde-Boix, Conde de Salvatierra murió al día siguiente, con 48 años de edad, al no poder superar las heridas de bala sufridas en el atentado, mientras que su mujer Dolores Gómez Medeviela y Pocurull consiguió salvar la vida.

Francisco Maestre (Valencia, 1872-1920), político y abogado hijo de militar, estudió derecho en la Universidad de Valencia, donde se licenció en 1895. Desde muy joven ingresó en el Partido Conservador en el cual desempeñó diversos cargos: fue fiscal municipal, concejal en 1899 y delegado regio de Primera Enseñanza. Llegando a presidir la alcaldía de Valencia entre 1913 y 1915. Cargos que desempeñó con gran laboriosidad y una competencia sin límites, lo que unido a su carácter enérgico y poder decisorio le hizo catapultar su vida política hasta encabezar gobiernos civiles en provincias entonces conflictivas como Cádiz y Sevilla, sumidas en huelgas y graves crisis sociales.

Su fama de mandatario autoritario y en ocasiones atroz, le valió para ser nombrado Gobernador Civil de Barcelona, ejerciendo el cargo con mano dura durante apenas seis intensos meses en la provincia más agitada del momento, donde detuvo a más de cien líderes sindicales y clausuró un gran número de locales obreros, así como el periódico de los sindicalistas, Solidaridad Obrera. Su política represiva aumentó la tensión social y se tradujo en un recrudecimiento de la violencia callejera. Los anarquistas catalanes con sed de venganza lo pusieron en su punto de mira, y así se le hizo saber al propio Conde de Salvatierra, que confiado y descreído siempre rechazó tomar medidas de protección ante un posible atentado. Francisco Maestre volvió a su ciudad natal en junio de 1920 y permaneció en ella dispuesto a disfrutar de la Feria de Julio, a pesar de la escalada violenta que también se estaba viviendo en las calles de nuestra ciudad y a la reputación de sanguinario represor que había adquirido su figura entre los colectivos anarquistas y sindicalistas. El caldo de cultivo perfecto culminó con su asesinato aquella jornada veraniega del 4 de agosto víctima del terrorismo anarquista que en 1920 se cobró la vida de más de 200 personas y que llegó a su punto álgido con el asesinato del presidente del Gobierno, Eduardo Dato el 8 de marzo de 1921.

La muerte de Francisco Maestre causó gran conmoción en la ciudad, por quien era y por la crueldad con la que se produjo su asesinato, y el día 18 de febrero de 1921, en una propuesta presentada por varios concejales se aprobó por 24 votos a favor y 8 en contraque “la calle donde dejó de existir el señor Maestre, en el número 9 de la calle Ciscar recibiese a partir de ese día el nombre de calle del Conde de Salvatierra de Álava”. En la misma sesión se añadió que sin menoscabo para el recuerdo del navegante y matemático, el nombre de Ciscar debía continuar figurando en el trayecto comprendido desde la Gran Vía Marqués del Turia hasta la huerta, circunstancia que no agradó a los descendientes de Gabriel Ciscar, que entendían que la figura del insigne marino había sido desdeñada con el cambio.