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Yeray Monasterio (Zerynthia): "Contabilizamos entre 60.000 y 100.000 polillas en una sola noche"

En el Centro de recuperación de fauna se dedican a monitorear la polilla del boj a través de una trampa de luz a la que acuden mariposas nocturnas durante la noche y por la mañana se identifican y se liberan

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Pamplona

Ya ha eclosionado la segunda generación anual de la polilla del boj (Cydalima perspectalis), tras una primera generación en torno al mes de febrero. Se trata de una especie de mariposa nocturna de origen asiático que entró por el centro de Europa ya se alimenta del boj.

En Ilundáin, en el Centro de recuperación de fauna, se dedican a monitorear esta especie a través de una trampa de luz a la que acuden mariposas nocturnas durante la noche y por la mañana se identifican y se liberan. El aumento de la especie en los últimos 5 años es descomunal.

"En esta estación estamos detectando la aparición de esta mariposa. En 2015 contabilizamos 2 ejemplares, en 2016 fueron unos 34, en 2018 se contaron 500, en 2019 unos 8.000 ejemplares y este año ya no las podemos ni contar, estamos entre 60.000 y 100.000 polillas en una sola noche", así lo ha explicado Yeray Monasterio, desde Zerynthia, en Hoy por Hoy Navarra.

No hay muchos depredadores que se las coman por lo que nadie les puede hacer frente. Cada una puede poner 150 huevos y todos llegan a adultos. Desde Zerynthia apuntan en la SER que "fumigar tampoco es una opción" porque "estaríamos matando a otras especies autóctonas".

Plaga inofensiva para la salud

Eso sí, desde el Departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente del Gobierno de Navarra, coincidiendo con el comienzo en estos días de septiembre de la época de máxima eclosión de las mariposas de la polilla del boj, ha trasladado a la población que dicha plaga es inofensiva para la salud, al tiempo que ha informado de las recomendaciones básicas y posibles estrategias de control frente a esta voraz defoliadora.

El daño más visible es el que realizan las larvas en las hojas de los bojes: al alimentarse causan defoliaciones severas que, entre otras consecuencias, limitan la capacidad fotosintética. Sin embargo, el daño más grave parece derivarse de su ataque a la corteza, que puede llevar al secado y a la muerte de la planta.

 
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