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De culpas y sacrificios

Susi Sánchez, Elena Irureta y Joaquín Climent sellan una sobria representación de "Los hijos" en el Muñoz Seca

Joaquín Kliment y Susi Sánchez, en "Los hijos" / Teatro Kamikaze

Cádiz

¿Qué estamos dispuestos los padres a hacer por nuestros hijos? La respuesta a esta pregunta sobrevuela toda la trama de la obra Los hijos, un drama distópico en torno a un matrimonio que se ve sacudido por la visita de una vieja amiga a la cabaña donde residen tras una catástrofe nuclear. Más allá de su pretendido mensaje ecologista, el texto camina sobre ideas como el sacrificio, el peso del tiempo o la propia supervivencia. Y lanza también otra pregunta. ¿Hasta qué punto somos culpables de lo que les pasará a las generaciones futuras? Los Hijos se ha podido ver este sábado en el Teatro Pedro Muñoz Seca de El Puerto de Santa María en la inauguración de su temporada de otoño.

La londinense Lucy Kirkwood escribió The Children en 2016, cinco años después de ocurrir el accidente nuclear de Fukushima, del que rescató la historia de una pareja que trabajaba en la central y que regresó a ella para ayudar a repararla, a pesar del riesgo que suponía. De esa inspiración real ha salido esta historia que se mueve entre el cuento de compromiso medioambiental y la tragedia intergeneracional.

Hazel (Susi Sánchez) y Robin (Joaquín Climent) son un matrimonio, extrabajadores de una central nuclear causante de una catástrofe, que viven tranquilos en una cabaña cerca de la costa, intentando aislarse de la enorme tragedia que supuso aquel siniestro. Tienen cuatro hijos, aunque solo tienen contacto telefónico con Lauren. La obra arranca cuando Hazel encuentra en los exteriores de la cabaña a Rose (Elena Irureta), una mujer de la que no sabían nada desde hacía más de 30 años. Rose no ha venido solo a volverles a ver, sino a plantearles el que será, sin duda, uno de los retos más difíciles de sus vidas.

La obra, versionada en España y también dirigida por David Serrano, funciona mejor como metáfora familiar que como espoleadora de conciencia ecologista. Porque pone sobre la mesa el impacto del peso temporal. Como lo que hacemos en el pasado, y sus consecuencias, inciden en el presente, y marcan para siempre el futuro. Habla de padres e hijos. De lo que supone de sacrificio la paternidad, pero, también cuánto de responsabilidad tienen los padres en lo que les pasa a los hijos. Habla de nuevas generaciones que no quieren crecer, que no quieren asumir las culpas ni tampoco afrontar su destino. 

El texto avanza lento, con momentos de absoluto tedio y alguna chocante broma escatológica, aunque mantiene el interés una vez conocido el conflicto y el debate que plantea. Se remata con un poético pero abrupto final, al que el público del Muñoz Seca tarda en reaccionar.

Todo transcurre en esa cabaña, donde hay dos sillas y tres personajes. Tres grandes actores, entre los que sobresale Elena Irureta, en plena efervescencia de éxito por la serie Patria, y que aquí hace la sustitución de Adriana Ozores. Los tres actores, de enorme solvencia, apuestan por unas interpretaciones desde la mesura y la sobriedad, quizá excesivas, a la hora de afrontar los diálogos. Así que no se sabe si por esa falta de declamación y volumen, por la estructura creada para el espectáculo o por la propia acústica del Teatro Muñoz Seca, hubo muchos momentos en los que hubo serios problemas para entenderles bien por mucha atención que se prestara. Fue la queja general del público a la salida. Un público que volvía a este teatro en plena pandemia y que no llegó a completar del todo el aforo permitido.

Pedro Espinosa

Pedro Espinosa

En Radio Cádiz desde 2001. Director de contenidos de la veterana emisora gaditana. Autor del podcast...

 
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