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Grupo de Intervención en Crisis del Departamento de Enfermería de la UA

«Desde presidentes de potencias mundiales hasta políticos locales: ayudaría mucho que no tensaran la cuerda»

Miguel Richart, coordinador del Grupo de Intervención en Crisis del Departamento de Enfermería de la UA analiza las consecuencias de la fatiga pandémica frente a un horizonte con pocas certezas y muchas dudas

Miguel Richart, coordinador del Grupo de Intervención en Crisis del Departamento de Enfermería de la UA, en Hoy por Hoy Alicante

Miguel Richart, coordinador del Grupo de Intervención en Crisis del Departamento de Enfermería de la UA, en Hoy por Hoy Alicante

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Alicante

¿Cómo nos están afectando emocionalmente la pandemia y sus consecuencias sanitarias, económicas y sociales? ¿Cómo afrontar un horizonte con pocas certezas y muchas dudas? Un estado de alarma de seis meses, hasta mayo, un posible nuevo confinamiento domiciliario…

El pasado fin de semana, antes de las movilizaciones violentas, muchos jóvenes se manifestaron en las calles de nuestro país con pancartas en las que se podía leer: «¡Basta ya!» o «¡¿Hasta cuándo?¡». Todo apunta a que los ciudadanos comienzan a estar cansados. «Hay cierto hartazgo, cierto cansancio... Lo que se ha denominado como “fatiga pandémica”. Mucha gente está preocupada e irritable, pero, lamentablemente, aunque se diga “basta ya” y aunque se pretenda volver a la vida normal la realidad es la que es». Miguel Richart es catedrático de Métodos de Investigación en el área de Enfermería y coordinador del Grupo de Intervención en Crisis del Departamento de Enfermería de la Universidad de Alicante (UA). Su profesión le ha llevado a reconocer rápidamente los síntomas sociales de ese hartazgo pandémico: “vamos a bajar la guardia, a contagiarnos y ya está”. «Puede parecer algo nuevo, pero no lo es. En otras partes del mundo, cuando ha habido pandemias de zika, de chikungunya, de ébola, o de fiebre amarilla, incluso de SIDA en los años 80, estos fenómenos ya eran conocidos. Cuando las personas se tienen que enfrentar a una situación de incertidumbre que requiere un esfuerzo constante y a pesar de todo sigue apareciendo incertidumbre porque parte de lo que ocurre no está en nuestras manos es normal que aparezca esa sensación de irritabilidad, de tener que estar en guardia constantemente, con lo cual, al final, mucha gente tira la toalla».

¿Qué papel deben jugar los políticos para calmar los ánimos?: «En el contexto en el que estamos, ayudaría mucho que los políticos no tensaran la cuerda. Desde altos presidentes de potencias mundiales hasta políticos locales, a veces con intereses que pueden ser lícitos desde un punto de vista político, caldean el ambiente. Las personas que nos lideran deberían funcionar como modelos de templanza, como modelos de prudencia, como modelos de expansión de ciertos valores sociales, pero lamentablemente, no es así. Eso tiene un factor de desgaste importante en gran parte de la población, que se ve atrapada y arrastrada por ellos».

El pasado mes de abril, en pleno confinamiento durante la primera ola de la pandemia, un estudio publicado por la Universidad Complutense de Madrid sobre el impacto psicológico y la resistencia de la población española ante el la COVID-19 reveló que casi el 90 % de las personas se sentía en paz consigo mismas, tres de cada cuatro seguían creyendo que su vida tenía pleno sentido y más de la mitad mantenían un sentimiento de armonía interior. Seis meses después, comienza a acercarse el tsunami de la segunda ola. ¿Cómo hemos cambiado?: «En esta ocasión estamos algo más alterado y es normal porque llevamos muchos meses de incertidumbre y esfuerzo y todavía no vemos una salida. La expectativa de que hay que hacer un esfuerzo para tener un premio a veces no es recomendable, como ponernos una zanahoria que quizá no llegue: “vamos a confinarnos para que nos den el premio de las Navidades”. Jugar al gato y el ratón con los esfuerzos y los premios, en mi opinión, no es una buena estrategia. Es importante establecer acciones a medio y largo plazo porque ese hartazgo está haciendo que la proporción de personas que se sienten poco o nada preocupados sea mayor. Hace unos meses era el 10 % de la población y ahora estamos en casi un 14 %. (…) No queda más remedio que coger energías y redoblar el esfuerzo porque la realidad es la que es a pesar del desánimo».

Y, en este punto, ¿qué hacemos? ¿Estamos preparados para un nuevo confinamiento? ¿Cómo se sienten los jóvenes al ser el punto de mira de todas las críticas? ¿Qué nos están enseñando los niños? ¿Cómo se siente las personas en una situación económica crítica a causa de la pandemia? ¿Cómo se sienten los sanitarios y todas las personas que trabajan en hospitales y centros de salud? ¿Qué valor tienen la solidaridad y la empatía en un momento tan crítico? Estas son solo algunas de las preguntas que ha respondido el profesor Richart en una conversación que pueden escuchar de nuevo en la parte superior de este artículo.

 
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